Un sondeo realizado por El País en sus plataformas digitales reveló que combatir la inseguridad es, a juicio de la mayoría de los caleños, la tarea prioritaria que el alcalde electo, Alejandro Eder, debe emprender cuando asuma su mandato, el próximo 1 de enero de 2024.
Sin embargo, no cabe duda de que el segundo gran desafío que deberá encarar el nuevo mandatario será el problema del empleo. Porque si bien la falta de oportunidades laborales no es la única explicación de los fenómenos delincuenciales que golpean a los ciudadanos, sí existe una evidente relación de causalidad entre ellas y el deterioro de la seguridad.
En ese contexto, es clave que el Gobierno entrante defina un plan de choque para hacerle frente al creciente fenómeno de la informalidad. Cali es, desde hace mucho tiempo, la ‘capital del rebusque’, y los caleños hemos normalizado un paisaje desolador que esconde una profunda crisis social: cada semáforo poblado de un ‘ejército’ de vendedores ambulantes, centenares de barrios repletos de ventas informales de todo tipo, los espacios públicos invadidos cada vez más por negocios callejeros, nuevas formas de transporte ‘pirata’ que se multiplican, miles de familias mal viviendo por fuera de todo el sistema de seguridad social. Gran parte de la anarquía que hoy se observa en el paisaje urbano de Cali proviene de ese enorme océano de informalidad en el que estamos.
Según las más recientes cifras del Dane, entre junio y agosto de este año el 47,5% de las personas ocupadas en la ciudad desempeñaban una actividad informal. Son más de 536.000 habitantes dedicados a laborar por horas, sin ningún tipo de protección y en condiciones muchas veces deplorables. El problema del empleo golpea a todos por igual, pero se hace más crítico en segmentos como las mujeres y los jóvenes.
La cifra oficial refleja una leve mejora si se compara con el inicio de este año, cuando la informalidad en Cali llegaba al 49%, según los reportes del Dane, pero la cruda verdad es que la capital vallecaucana tiene la deshonrosa condición de ser la única de las grandes capitales en el ‘top 5′ de los municipios con mayor informalidad en Colombia. En los cuatro primeros lugares aparecen Sincelejo, Valledupar, Riohacha y Quibdó.
¿Qué hacer ante semejante panorama? Los expertos han señalado que una de las mayores causas de esa enorme economía informal es que en Cali se desaprovechan las capacidades de la fuerza laboral. Muchas personas que están entrenadas para un trabajo en especial, al no encontrar un espacio en el mercado, terminan dedicadas a otras labores. Este punto, en particular, plantea un enorme desafío para la ciudad: alinear nuestro sistema educativo con las necesidades de las empresas. Las universidades y los gremios juegan un rol fundamental allí.
Y a ello se debe sumar la ejecución de las propuestas del alcalde electo, Alejandro Eder, quien planteó durante su campaña un agresivo plan de estímulos fiscales para atraer nueva inversión privada a la ciudad. Es imperativo pasar de los diagnósticos a las acciones y que todo ello se haga, o Cali caerá todavía más en el abismo de la informalidad.