La suerte de la carrera presidencial en los Estados Unidos ya comenzó a definirse. Desde el pasado lunes 21 de octubre millones de ciudadanos fueron habilitados para depositar su voto anticipado, en un proceso que culminará el próximo 5 de noviembre, cuando se determine quién, entre Kamala Harris y Donald Trump, ocupará la Casa Blanca.
El panorama es, por decir lo menos, incierto. Las encuestas muestran un empate técnico entre los dos aspirantes, por lo que se prevé que, de nuevo, será en los siete Estados bisagra o péndulo, aquellos en los que no es clara o es muy pareja la intención de voto como Winsconsin, Carolina del Norte o Pensylvania, donde se definirá el futuro del país norteamericano.
Hay que recordar que en el sistema electoral de los Estados Unidos no es el voto popular el que elige de manera directa al mandatario, si no que el resultado se determina por el número de delegados que obtenga cada partido en el Colegio Electoral. Como mínimo se deben conquistar 270 puestos, de los 538 establecidos, para declarar un ganador.
La balanza no pareciera, según los sondeos, inclinada aún hacia ninguno de los dos lados, aunque es de suponer que a estas alturas la mayoría de los votantes ya tenga clara su decisión. Asuntos cruciales para los Estados Unidos como la economía nacional, la migración, el aborto o las guerras que se libran en el mundo, así como las relaciones internacionales incluida la que se establezca con América Latina, pueden pesar todavía entre aquellos electores indecisos.
A una Kamala Harris que consiguió en apenas tres meses, luego de la renuncia del presidente Joe Biden a su aspiración presidencial, remontar hasta encontrarse a la par con Trump, le favorece su posición más reposada frente al extremismo político y los encuestados consideran que puede darles un mejor manejo a posibles amenazas contra la democracia. Así mismo, los votantes parecieran alinearse mejor con su perspectiva sobre el aborto o sobre aquello relacionado con la atención sanitaria.
Donald Trump la supera en la percepción sobre el manejo que le daría a la economía, y sigue ganando adeptos con su discurso agresivo en contra la migración. Las encuestas revelan que precisamente la política migratoria es uno de los aspectos que los estadounidenses consideran cruciales y en el que debe centrar la atención el próximo gobierno. Al expresidente no le ayuda, en todo caso, que entre los votantes haya 39 millones de latinos, una fuerza electoral que puede inclinar la balanza en su contra.
Con el empate técnico que reflejan las más recientes encuestas, en las que no hay más de dos puntos de diferencia a favor de uno o de otro, los próximos días serán cruciales para determinar lo que pasará el 5 de noviembre. Cualquier paso en falso de alguno de los dos candidatos significará desbalancear el fiel de la báscula y perder cualquier posibilidad de instalarse en la Casa Blanca.
Son poco menos de dos semanas de espera para que el mundo sepa si los electores decidieron convertir a Kamala Harris en la primera mujer presidente de los Estados Unidos o si le dieron una segunda oportunidad a quien, sin duda, ha sido el mandatario más incendiario y cuestionado de la historia reciente del país norteamericano.