“Mientras haya en la Tierra un niño feliz, mientras haya una hoguera para compartir, mientras haya unas manos que trabajen en paz, mientras brille una estrella, habrá Navidad...”.

Así comienza una de las composiciones más lindas que se han escrito sobre la conmemoración del nacimiento de Jesús, una celebración originaria del pueblo cristiano que, con el paso de los siglos, se ha convertido en el mejor de los pretextos para dejar florecer en todo el mundo la verdadera esencia del ser humano.

En efecto, bondad, compasión, caridad, alegría, solidaridad, afecto, fraternidad, son cualidades que están presentes de manera natural en todas las personas desde su primera infancia. Solo que, a medida que la sociedad consumista y erróneamente competitiva las va envolviendo con sus prejuicios y antivalores, terminan escondidas en medio de sentimientos que nada aportan al desarrollo de todas las naciones.

¿Ha visto, por ejemplo, cómo un niño pelea con otro y un minuto después están jugando de nuevo con él como si nada hubiese pasado? Esa es la mejor demostración de que el odio, la rabia, la envidia, el egoísmo y el rencor no son los compañeros de camino que se desean ni la forma en la que en realidad los seres humanos quieren actuar.

Justamente lo que se conoce como la magia de la Navidad es esa capacidad que tiene esta época del año para reactivar en la mayoría de las personas esas virtudes que hacen más amables la vida propia y la de quienes nos rodean, especialmente de los menos favorecidos.

De ahí que el reto como sociedad debería ser fomentar que se lleve a la práctica aquella frase que se escribía en muchas de las tarjetas que antaño se obsequiaban unos y otros durante esta temporada: ‘Que el espíritu de la Navidad dure todo el año’.

También es válido recordar que otras de esas postales deseaban ‘Paz a los hombres de buena voluntad’, lo cual, siendo una frase proveniente de la Biblia, también denota un genuino deseo por una convivencia pacífica, lejos de las confrontaciones y las rivalidades, que parte de la convicción de que la benevolencia es inherente a lo humano.

Así que hoy, 24 de diciembre, cuando una vez más el mundo cristiano revive la Noche Buena y el resto del planeta se suma a esa celebración, es una fecha propicia para alejarse por un momento del bullicio y el jolgorio y reflexionar sobre la imperiosa necesidad que tiene el planeta y quienes lo habitamos de que todas las personas, hombres, mujeres, adolescentes, niños en todos los países, se sumen al propósito de hacer de la Casa Común el buen vividero que todos nos merecemos.

Entonces se recibirán con alegría los regalos, se degustarán los platos típicos de la época y se bailará y se festejará con alegría, pero por sobre todo eso perdurará el recuerdo que deja un abrazo afectuoso y la mirada agradecida de aquel a quien se ayuda con sinceridad y generosidad.

De eso es lo que habla la canción de José Luis Perales, que agrega: “Mientras haya un futuro hacia dónde mirar, mientras haya ternura, habrá Navidad”, y eso es justo lo que El País les desea a sus lectores.