Ya poco sorprenden las maniobras del engaño a las que recurre el régimen venezolano al mando de Nicolás Maduro. Las más recientes, además de abrirle la puerta a una posible guerra con su vecina Guyana, también puede ser la excusa para acabar, otra vez, con la oposición de cara a las elecciones del 2024. Frente a los recientes acontecimientos, bien haría Colombia en mantener la prudencia.
El referendo convocado el domingo anterior para determinar si el pueblo venezolano aprobaba la creación del nuevo estado de Esequibo, una zona en disputa desde hace dos siglos con la hoy conocida como República Cooperativa de Guyana, que representa el 60 por ciento del territorio de esa nación y que es rica en recursos mineros e hidrocarburos, es la causa de la tensión en el vecino país y por rebote en la región.
Según los resultados oficiales iniciales, se registraron diez millones de votos a favor de las cinco preguntas que contenía el referendo. Minutos después, en una segunda comunicación de la autoridad electoral, ya no eran votos los contabilizados sino votantes, es decir poco más de la mitad del censo electoral, con lo cual se les daba legalidad a los resultados.
De la exitosa jornada no quedaron registros fotográficos, ni videos de las largas filas que debieron hacer esos diez millones de venezolanos. Solo imágenes de los puestos de votación desolados y testimonios de la indiferencia con la que las mayorías vivieron el día. Tampoco se sabe si en sus matemáticas, el régimen chavista decidió multiplicar por cinco los votos, uno por cada pregunta, para llegar a la mágica cifra de diez millones, con la que se abrogó patente de Corzo para armar el nudo por el que hoy los ojos del mundo están de nuevo sobre la nación suramericana.
Ayer, Nicolás Maduro anunció la creación del nuevo Estado venezolano de la Guyana Esequiba, cambió el mapa del país, nombró gobernador militar y anunció el despliegue de tropas para hacer cumplir el deseo expresado supuestamente por su pueblo en las urnas.
A renglón seguido ordenó la captura de doce opositores al régimen, entre ellos Juan Guaidó, Leopoldo López, Julio Borges y tres asesores de María Corina Machado -la candidata presidencial que según las encuestas ganará las elecciones del 2024-, bajo cargos de traición a la patria por supuestamente conspirar contra el referendo.
Entonces todo se entiende: la jugada de utilizar la zona en disputa con Guayana desde hace 200 años, el remedo de referendo, las engañosas matemáticas de los resultados y la posibilidad de desatar una guerra en la región a pocos meses de los comicios para elegir presidente. Pocas dudas quedan de que la verdadera intención sería impedir esas elecciones, en las que están puestos los ojos de la comunidad internacional y de cuya transparencia depende el levantamiento de las sanciones aún vigentes contra Venezuela.
El panorama es desde cualquier ángulo inquietante, y pese a la cercanía del presidente Gustavo Petro con el régimen chavista, lo mejor que podría hacer el Gobierno colombiano es mantenerse prudente. No vaya a ser que termine involucrado en un conflicto que no le pertenece y dando una pelea que no le corresponde.