En unas elecciones atípicas, signadas por la violencia y realizadas en medio de un clima de tensión social, el domingo anterior fue elegido como nuevo presidente de Ecuador el empresario Daniel Noboa Azín. Tendrá la tarea de reemplazar por los próximos 15 meses a Guillermo Lasso, a quien no le quedó opción diferente que disolver el Congreso y llamar a nuevos escrutinios para mantener la estabilidad y salvaguardar la democracia en su Nación.
La competencia fue reñida. La candidata del correísmo, Luisa González, despuntaba desde el principio de la contienda como la más opcionada para llegar al Palacio de Carondelet en Quito, mientras Noboa, en una posición secundaria en las encuestas, apenas era reconocido como político. Tendría que llegar la violenta muerte de Fernando Villavicencio, para que el hoy presidente despuntara, se metiera en el repechaje y a la postre resultara vencedor.
El domingo el pueblo ecuatoriano eligió decirle no al populismo que encarnaba González. Ella, aplicada alumna del exmandatario y condenado por la Justicia Rafael Correa, era la ungida por la izquierda para regresar al poder y darle continuidad al fallido proceso socialista de su mentor. En cambio, los ecuatorianos prefirieron a Daniel Noboa, hijo del también empresario y cinco veces candidato presidencial Álvaro Noboa, un joven de 35 años sin mucha experiencia en política, que se define como de centroizquierda y quien terminó apoyado por la derecha de su país.
El electo Mandatario recibe una nación convulsa, con graves problemas sociales que se manifiestan en las inconformidades reiteradas de sus ciudadanos, urgida de reformas políticas y con una violencia creciente que se hizo evidente en este proceso electoral. El narcotráfico, que se ha abierto espacio en el vecino país en los años recientes, es la raíz de la escalada de crímenes, de las vendettas en las cárceles donde los muertos ya se cuentan por centenares y de la guerra declarada a las Fuerzas Armadas que no logran contener el orden público.
Tal es la razón para que el primer acto del nobel mandatario fuera convocar en el día de ayer un Consejo de Seguridad para conocer de primera mano los informes de inteligencia de las autoridades sobre la situación nacional, con el objetivo de “comenzar a restituir la paz a las familias ecuatorianas”. Es, sin duda, la urgencia mayor, la de restablecer el orden y garantizar la tranquilidad en todo el territorio nacional, la de recuperar la autoridad en el sistema penitenciario y establecer una lucha frontal contra los carteles de las drogas.
Colombia deberá ser un aliado del nuevo gobierno en ese propósito, a la vez que necesitará velar por mantener las relaciones en el buen punto en que hoy se encuentran. Además de vecinas y de compartir su historia, son dos naciones que tienen una interacción comercial importante que beneficia en ambos sentidos, además requieren trabajar de forma coordinada para mantener la seguridad en sus fronteras y hacer planes en conjunto para superar la crisis climática que las afecta como países amazónicos.
A Noboa le esperan 15 meses complejos. Poco más de un año en el que le será difícil concretar sus promesas de campaña. Llegada la hora deberá decidir si se presenta a la siguiente contienda electoral o si su pueblo le permite pensar en la continuidad.