La Cumbre Mundial de la Biodiversidad COP 16, que comenzará en Cali en pocos días, representa para Colombia una oportunidad histórica de promoción internacional que el país no puede desaprovechar.
Hoy, cuando las grandes decisiones sobre flujos de inversión, desarrollo de proyectos empresariales y cooperación internacional se toman cada vez más teniendo en cuenta el compromiso de las naciones con los principios de la sostenibilidad, la COP es una vitrina que puede darnos un impulso inusitado en el futuro.
Más de 15.000 visitantes de casi 200 países, entre los que figuran unos 800 periodistas, le contarán al resto del mundo sobre la enorme riqueza natural que nuestro país posee. Y hablarán sobre los múltiples esfuerzos que hacemos aquí, a pesar de la guerra que nos ha golpeado durante más de medio siglo, para conservarla.
La COP está diseñada para no ser una simple caja de resonancia de las opiniones del Gobierno Nacional, ni de los discursos de los políticos. Tendrá, además del espacio para las negociaciones de los gobiernos presentes, muchos otros en los que todos los sectores de la sociedad podrán interactuar con los visitantes externos.
En ellos podrán participar desde juntas de acción comunal, hasta Oenegés ambientales, empresas, gremios, comunidades étnicas, académicos y, por supuesto, ciudadanos de a pie. Por una sola vez, que quizá nunca se repetirá, habrá la oportunidad de establecer relación con miles de personas de otros países que pueden impulsar proyectos sostenibles aquí. Y todo ello será posible si logramos que esos doce días de deliberación transcurran en orden y armonía, sin conflictos que nos desvíen del propósito de hablar sobre la biodiversidad.
Para lograrlo se requieren dos cosas. En primer lugar, un sistema de seguridad capaz de controlar la ciudad en estas circunstancias especiales. Esa condición ya está dada. El Gobierno Nacional le ha cumplido al Valle del Cauca y está garantizado que la COP 16 será vigilada por unos 11.000 efectivos de la Fuerza Pública.
Pero la segunda condición es el compromiso de todos los actores de la sociedad para que Colombia pueda mostrar su mejor imagen ante el mundo. En ese sentido, los sectores que impulsan la idea de realizar marchas y actos de protesta durante la Cumbre, deberían reflexionar sobre la pertinencia de los mismos. Ese tipo de actividades no van acordes con una cita que el gobierno del presidente Gustavo Petro ha convocado bajo el mandato de estar “en paz con la naturaleza”. Y la alteración que suelen generar no es la mejor carta de presentación que podemos exhibir ante el mundo.
Las autoridades están listas para actuar y conservar el orden durante la COP 16, pero lo deseable es que no haya necesidad de intervenir bloqueos o expresiones en las que primen vías de hecho. Ojalá las organizaciones indígenas, y otras que se han hecho visible en el país a través del activismo en las calles, entiendan que pueden sacar réditos más valiosos de esta COP 16, si optan por venir a dialogar.