La desaceleración de la economía colombiana en el 2023 estaba prevista. Sin embargo, la caída se presenta más rápido de lo esperado y los vientos de recesión se auguran próximos e impactantes. Hay factores externos globales que inciden en los números negativos, mientras no se puede negar que hay una inestabilidad nacional en diversos sectores que influye y poco ayuda a proyectar una pronta recuperación.

Los datos divulgados por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística, Dane, muestran un modestísimo crecimiento de 0,3% en el segundo trimestre del año. Menor del que preveían los mercados y el peor en los últimos 14 años para el país, exceptuando el 2020, cuando la crisis generada por la pandemia del Covid-19.

Si bien desde el año anterior se vislumbraba un panorama crítico para la economía mundial, que se sabía afectaría a la mayoría de naciones y en particular a aquellas que mostraron un crecimiento inusitado entre el 2021 y el 2022, tal como sucedió en Colombia, la perspectiva era más alentadora que la actual.

Intranquiliza en particular la caída del 4% en el valor agregado de la industria en comparación con el mismo periodo del año pasado, así como la contracción del 3,2% en el comercio y en servicios como el transporte, la hostelería o el sector de la alimentación. Mientras el agro bajó un 1,4%, la construcción registra una disminución del 3,7% y las obras civiles en general estuvieron un 17,9% por debajo de la medición anterior.

La mayor inquietud es si el país va camino a la recesión o qué se deberá hacer para evitar que la contracción económica continúe y se llegue a ese estadio. Preocupa en particular la relación compleja entre el gobierno de Gustavo Petro, los empresarios y la mayoría de gremios de los sectores productivos. En momentos en que debería haber consensos que permitieran navegar con una guía definida hacia el mismo puerto, y generar de esa manera la estabilidad y confianza que se requieren en tiempos difíciles, el país está dividido y con las esperanzas de conciliación minadas.

Poco ayuda en ese propósito la coyuntura política, con escándalos que tocan de manera directa al Primer Mandatario, sin una unidad legislativa que permita avanzar en las transformaciones que sí necesita el país y más bien con unas reformas que producen más intranquilidad que certezas. Los acuerdos urgentes no se perciben cercanos y todo ello influye, sin duda, en la caída en picada de la economía nacional.

Para jalonar la reactivación en el segundo semestre del año y evitar que la contracción lleve a números negativos, los expertos coinciden en que se deben bajar las tasas de interés, mejorar las ejecuciones presupuestales en sectores como el de la construcción de viviendas de interés social que se encuentra casi en parálisis, y promover las exportaciones no tradicionales.

Pero sobre todo se necesita de la voluntad del Ejecutivo para lograr acuerdos con los diferentes actores económicos, esenciales para frenar el decrecimiento, generar empleo y tratar de conjurar una caída que puede ser nefasta para la estabilidad del país y pasará factura a todos los colombianos.