Mediante un comunicado de tres puntos, el Gobierno Nacional y los voceros del Eln anunciaron la reiniciación de los diálogos de paz que hace cinco años se iniciaron en Ecuador, se trasladaron a Cuba y fueron cancelados tras el atentado terrorista a la Escuela General Santander que dejó 22 muertos. Es el enésimo intento por encontrar la forma de terminar con la violencia de un grupo que se inició como una guerrilla hace sesenta años y hoy es reconocido por sus vínculos con el narcotráfico y sus nexos con la dictadura que manda en Venezuela.
Las fotos muestran a los delegados del Eln que salían de La Habana con rumbo a Caracas para empezar las reuniones que darán inicio formal al proceso. Con ello liberan a Cuba del lastre que durante cuatro años le ha significado ser acusado por Estados Unidos de proteger a un movimiento terrorista, hecho que coincide con la presencia en Colombia del Canciller de ese país.
Y el país se apresta para reiniciar unos diálogos que, según quienes están involucrados en ellos, pueden generar un periplo mundial. Ahora, y bajo la garantía de Nicolás Maduro, de Cuba y de Noruega, las delegaciones se sentarán a la mesa para revivir un esfuerzo más por encontrar la forma de terminar con un conflicto prolongado por décadas al punto en que es casi imposible saber tanto sus orígenes como las razones para que se mantenga en el 2022. Lo que sí se conoce con suficiencia es la implicación de muchos de los integrantes de la cúpula del Eln con el narcotráfico, las divisiones y fracturas que muestra su línea de mando y los golpes certeros que han recibido de la Fuerza pública colombiana, lo que los lleva a operar desde Venezuela.
Como motor de este nuevo intento por detener el conflicto con el Eln debe reconocerse el interés del presidente Gustavo Petro de impulsar lo que llama la Paz Total a través del diálogo con las múltiples organizaciones criminales que existen en Colombia. Ello significa que en él y en su gobierno recaerá la responsabilidad de lograr lo que sus ocho antecesores en la Casa de Nariño no pudieron, a pesar de todas las concesiones que ofrecieron y de las medidas para hacerlo posible que fueron respondidas con terrorismo y violencia por sus interlocutores.
Queda entonces la esperanza de que en esta oportunidad se logre lo que la Nación desea: acabar con la violencia por métodos civilizados como el diálogo y la negociación. Ese deseo que ha sido mil veces traicionado y maltratado por quienes han descubierto en el narcotráfico, el terror y la delincuencia en todas sus formas la manera de supervivir al rechazo reiterado y categórico de los colombianos.
El comunicado emitido ayer indica el propósito de “Retomar el conjunto de los acuerdos y avances logrados desde la firma de la Agenda de marzo 30 de 2016”, a partir de noviembre. Aunque con gran escepticismo por lo ocurrido en los últimos cincuenta años con las propuestas de diálogo con ese grupo, es de esperar que el gobierno logre el final de una violencia que nunca ha contado con el respaldo de la Nación, escéptica ante los incumplimientos y el terrorismo del Eln.