El ataque de Estados Unidos a una base militar siria fue la notificación de que el presidente Donald Trump está dispuesto a reasumir el papel de guardián del orden mundial que había prometido no desempeñar. Y por primera vez en seis años de guerra civil, después de más de 300.000 muertos y de doce millones de desplazados, el país norteamericano intervino en el conflicto.

Mucho ha cambiado desde el momento en que el candidato prometió no involucrar a los Estados Unidos en más guerras, bajo el lema ‘Américas first’. Ahora, y acosado por la crítica a los bandazos de su joven y caótico gobierno, dio la vuelta desatando la furia militar para defender a quienes menos de un mes antes les prohibió la entrada a su país.

Según Trump, los misiles, fueron la respuesta al régimen de Bassar Al Assad, responsable del bombardeo con armas químicas que mató 86 civiles en Jan Sheijun. Según el mandatario, las imágenes de los niños muriendo por causa de los gases lo condujeron a un cambio de actitud.
De paso, le habló duro a Vladimir Putin, uno de los patrocinadores de la dictadura. Y por primera vez contó con el respaldo casi unánime de republicanos y demócratas. Los aliados históricos de Estados Unidos expresaron su aprobación al ataque que además, envía un claro mensaje a los regímenes de Corea del Norte e Irán.

En el plano interno la respuesta a Siria le permite al presidente Trump tener un respiro en su caída, y desvía la atención sobre las dudas de que su cercanía con Rusia podría afectar sus decisiones geopolíticas. Con este ataque al aliado estratégico de Vladimir Putin, Trump se desmarca del líder ruso y le recuerda que Estados Unidos debe ser tenido en cuenta en el Oriente Próximo. Con razón, el jerarca ruso se muestra entre sorprendido y dolido por lo que puede ser el destape de una confrontación con Occidente

El ataque, sin embargo, entraña varios interrogantes. ¿En este escenario juega algún papel la ONU, que ni siquiera fue informada del operativo, destacándose de nuevo que más parece un convidado de piedra en el conflicto sirio que un organismo que pueda encontrar una solución.

Y la otra preocupación es hasta dónde podrá escalar este nuevo frente que se abre. ¿Cómo será la respuesta del tirano Bassar Al Assad? ¿Se quedará Moscú de brazos cruzados con el anuncio de Estados Unidos de que buscará la salida de su aliado?

Pero el asunto tiene implicaciones más profundas. Antes se pensaba que la prioridad de Estados Unidos era acabar el Estado Islámico, por lo cual había que estar de acuerdo con Rusia y dejarla que opere a su antojo en la región. Ahora, pide la cabeza del tirano y luego la destrucción del EI.

Por eso, Rusia ya envió al Mediterráneo una fragata equipada con misiles crucero. Y Estados Unidos movió uno de sus portaaviones a la península de Corea, un aviso al régimen de Pyongyan de que las época en la cual podía desafiar al mundo de manera impune está terminando.

Así las cosas, y sin quererlo, Bassar Al Assad puede haberse convertido en el inicio de una nueva confrontación mundial, encabezada por un presidente necesitado de reconocimiento.