El Tren de Cercanías es, sin lugar a dudas, el proyecto más grande e importante para la región en materia de conectividad y desarrollo. Enlazar los cuatro municipios más habitados del Valle del Cauca (Cali, Palmira, Jamundí y Yumbo), su gente, converger lo mejor del sector industrial y de servicios y ampliar la visión de sus gobiernos es un escenario lleno de posibilidades.
Reducir tiempos de desplazamiento de más de 2 horas a solo 30 minutos, detener la emisión de unas 400.000 toneladas de CO2 al año, movilizar a muchas más personas al mismo tiempo en un menor espacio, dinamizar la economía del departamento y empalmar con otros medios de transporte locales -como el MÍO- que amplíen mucho más su alcance son solo algunos beneficios que se pueden citar, pero habrá muchos más.
En definitiva, es una obra imprescindible y todos los sectores parecen caminar en ese mismo sentido. Sin embargo, a la luz de los avances, algunos han acelerado con mayor entusiasmo que otros.
El tramo entre Cali y Jamundí es el primero que se realizará, su costo estará por el orden de los $ 10 billones y su construcción tardará poco menos de cinco años, según lo presupuestado. La idea inicial era que la licitación para contratar la etapa pre-constructiva, de unos 18 meses de duración, estuviera lista para el primer trimestre de 2025, pero ahora se busca que pueda realizarse al menos antes de que acabe el año.
Esto ocurre porque primero se deben surtir una serie de trámites que aún no han podido ver la luz. Por ejemplo, el Gobierno Nacional debe firmar el aval técnico y el financiero para avanzar, y aunque se esperaba que esta etapa no durara más de un semestre, ya va para año y medio.
En el arranque del 2025, los ministerios de Transporte y Hacienda, encargados de cada aval, han puesto su atención sobre el tema de peajes, la nueva reforma tributaria que se presentará al Congreso y más recientemente en la crisis de gabinete, pero con un panorama distorsionado por el recorte presupuestal de la Nación es necesario que se garantice que el proyecto del Tren de Cercanías siga caminando.
A nivel local también hay trabajo por hacer. Se necesitan estudios técnicos y sociales para saber cómo intervenir el territorio por donde pasará el Tren y que en varios tramos se encuentra fuertemente ocupado, incluso de manera irregular, como en el sector de Santa Elena. Es hora de surtir estos procesos para tener mucha más claridad.
La firma del acuerdo de cofinanciación entre las alcaldías de Cali y Jamundí, la Gobernación del Valle y el Ministerio de Transporte, durante la COP16, es el logro más importante del proyecto en los casi 20 años que lleva de planeación y estructuración. Ese mismo aliento es el que debe volver a escena para certificar que la obra pueda ser iniciada en 2028 y entregada a los vallecaucanos en 2032, como se pretende. Y ojo, no se trata de correr y arriesgar el óptimo desarrollo, sino de prestarle al Tren la atención que un proyecto de esa envergadura y con tales beneficios para la región se merece. Esa debe ser nuestra tarea.