Acaba de finalizar el 76 Festival Internacional de Cine en la ciudad francesa de Cannes, con grandiosa ceremonia de premiación, parecida a la que el Festival celebraba antes de sufrir el duro golpe de la pandemia del Covid. Apasionada del cine desde mi infancia y dispuesta a hacer mis mayores esfuerzos para satisfacer esta pasión, logré concurrir -a lo largo de 30 años- y sin interrupción, a los once días en los que cada año transcurre el Festival.

Mi último intento fue en el 2021 que me resultó terriblemente penoso, tanto por culpa del Covid, que ya había obligado el cierre de las salas de cine en todo el mundo y lo había reducido a un pobre nivel - los expertos hablaban de su pronta desaparición -como por otros motivos relacionados con salud. Por fortuna, los expertos se equivocaron. El Festival soportó el enorme daño de la pandemia, se recuperó y este año demostró que el apetito de los cineastas por el cine en pantalla grande sigue intacto. Se volvió a imponer la idea de que el cine es eterno y que su aporte cultural -por medio de una experiencia colectiva- es inigualable. Por más plataformas como Netflix que pretendan suplantarlo.

Este año al Festival llegaron -y en masa- los más grandes del Séptimo Arte mundial. En la pasarela del glorioso ‘Palais’ y sobre su majestuosa alfombra roja, desfilaron centenares de estrellas de ‘primera línea’ del cine como Scorsese, DiCaprio, Binoche, Tarantino, De Niro, Deneuve, Michael Douglas, Jane Fonda, Nanni Moretti, Almodovar y otros. Luciendo lo mejor de la moda y del glamour. Y hicieron que, de repente en Cannes, se respirara el aire de una verdadera resurrección, del rencuentro con un glorioso pasado. Y con el regalo de una selección de películas de insuperable calidad. Por el prestigioso galardón de la Palme d’Or compitieron 19 películas dirigidas por los realizadores- viejos y nuevos - más importantes del género. Entre ellos, siete mujeres que llegaron preparadas para competir y resultaron de talla al salir triunfantes cuando una de ellas - la francesa Justine Triet- se llevó la Palme d’Or .

Sin estar físicamente en Cannes y apabullada por la nostalgia, logré, a través del internet y del formidable cubrimiento del evento, seguir el Festival día a día. Y lo vi todo, las conferencias de prensa, las críticas de los profesionales, la llegada de las superestrellas, los comentarios del público, etc. Solo me faltó lo más importante: las películas que tanto deseaba ver. Lo haré (así lo espero) cuando lleguen a los teatros cerca de mi casa. Entretanto me permito enumerar algunas que considero de mención obligada:

‘Anatomía de una caída’, la ganadora de la Palme d’Or de la joven realizadora francesa Justine Triet sobre la difícil relación de parejas y la historia de una escritora acusada de asesinar a su esposo. Me gustan las películas con procesos judiciales y, seguramente, me gustará esta inspirada, según su directora, en famosas películas clásicas. También porque la actriz que interpreta el papel principal es la alemana Sandra Huller que había admirado en Cannes en el año 2016 en la película ‘Toni Erdman’.

‘The Zone of Interest’ del británico Jonathan Glazer cuya actriz principal es también Sandra Huller. Calificada de “escalofriante”, habla de la familia de un oficial alemán nazi que vive -de la manera más normal del mundo- al lado de un campo de concentración. Una película sobre el horror de Aushwitz, sin mostrar Aushwitz; una reflexión sobre la teoría de la ‘banalidad del mal’ de Hanna Arendt, tan difícil de entender.

El cortometraje ‘Extraña forma de vida” del español Almodovar; la sutil película (Las hierbas secas) del magnífico turco Nuri Bilge Ceylan; la finlandesa de Aki Kaurismaki (Las hojas muertas) melancólica y cómica a la vez... y tantas otras.