Si había alguna duda de la represión a la libertad de prensa en Venezuela, esta quedó despejada con los atropellos que experimentaron el periodista Jorge Ramos y su equipo de producción.
A ellos los secuestraron en el Palacio de Miraflores, los encerraron por varias horas, les quitaron sus cámaras y celulares y los expulsaron del país.
Ramos es conocido por su estilo directo y franco, que le ha ganado la censura de personajes como Donald Trump.
Su pecado fue preguntarle a Nicolás Maduro por el régimen dictatorial que comanda y por mostrarle un video, grabado horas antes, que dejaba en evidencia las penurias de Venezuela.
Al dictador no le gustó que lo confrontaran y le mostraran la realidad, por lo que paró la entrevista y ordenó decomisar el material y detener e intimidar al equipo periodístico de Univisión.
¿Acaso al aceptar la entrevista con la cadena de noticias de Estados Unidos, Maduro pretendía que Ramos le preguntara lo que él quería o tapara la realidad de lo que ocurre en Venezuela?
Como no fue así, como Ramos y quienes lo acompañaban le preguntaron lo que era, actuó como el dictador que es y los expulsó del país.
Esa represión a la libertad de prensa es otra razón más para que el mundo no abandone a los venezolanos en su esfuerzo por derrotar la tiranía de Maduro y los militares.