Por años, Buenaventura ha estado asediada por los grupos delincuenciales dedicados a la extorsión, el narcotráfico y el reclutamiento de menores.
Sin embargo, la esperanza de paz llegó, mediante los diálogos entre el gobierno y dos de las bandas criminales más consolidadas, Los Shotas y Los Espartanos.
Precisamente, hace un mes los habitantes de Buenaventura celebraban la firma de otro período de tregua entre estos grupos que se disputaban el territorio, imponían fronteras invisibles y generaban zozobra entre la población.
Sin embargo, Los Espartanos decidieron fallar al compromiso de paz con el Gobierno y los habitantes.
De este modo, el trabajo de la mesa de concertación, de la Iglesia, en cabeza de monseñor Rubén Darío Jaramillo, y de la comunidad, que ha participado activamente de cada estrategia, se enloda, por falta de voluntad de paz.
Mientras crece la incertidumbre en la ciudad, sin saber cuál será el destino de los acuerdos, que no han acabado con el conflicto, pero sí dieron un respiro a la violencia, principalmente en la zona urbana.
Por ahora, la delegación del Gobierno sigue insistiendo, “con el fin de establecer acuerdos y claridades que permitan la continuidad del proceso y del compromiso de reducción de violencias en Buenaventura”.
Lo cierto es que las autoridades no pueden relajar los controles de seguridad, y, por el contrario, deben reforzar el acompañamiento a la comunidad.
Buenaventura merece paz, tranquilidad y progreso.