Mantener a Cali limpia y devolverle su autoestima, para que quienes la visiten la recuerden por los invaluables símbolos y elementos que la adornan, y no por la contaminación, es una de las principales muestras de cariño por la ciudad.

Innumerables avisos se encuentran por todas partes: anunciando eventos, muchos de ellos ya realizados; publicitando empresas, en ocasiones de manera ilegal; o, por esta época, promocionando campañas políticas.

El resultado: una Cali contaminada, inundada de avisos o carteles que, al final, se convierten en basura que ensucia sus paredes, murales, y postes, un problema al que no se le puso freno, pese a las quejas de los ciudadanos.

Y empeora con los cientos de carteles y volantes que han instalado los candidatos a la Gobernación, la Alcaldía, el Concejo o la Asamblea, acabando con los pocos espacios libres y limpios que aún conservaba la ciudad.

A quienes aspiran al principal cargo en la Administración municipal y departamental, que aun pasando por encima de la norma llevan a cabo esta práctica, es necesario llamarles la atención e invitarlos a ser ejemplo para los demás ciudadanos.

Y que, sin importar quién sea el ganador, se comprometan a dejar a Cali como estaba, o incluso, más limpia, en un acto de amor y civismo con la ciudad.

Mientras, las autoridades hacen respetar la norma y, con los correctivos y operativos que se deben aplicar en estos casos, rescatan el espacio público de la ciudad.

Con civismo y cultura, sí es posible construir una Cali mejor.