Al parecer, atacar al MÍO y poner en riesgo la integridad de los conductores de los buses y de sus pasajeros se ha vuelto un deporte que no tiene sanción.
No hay semana que no deba registrarse la violencia de quienes, como ocurrió ayer, reaccionan con piedras y armas a las llamadas de atención por invadir de manera indebida el carril del sistema.
Sin embargo, debe registrarse también la reacción ciudadana que permitió la identificación del atacante, un furibundo motociclista a quien no le gustó el reclamo del conductor del bus y procedió a romperle el vidrio.
El MÍO no es una empresa particular, sus únicos propietarios son los caleños y quienes lo utilizan para movilizarse en una ciudad cada vez más grande y congestionada.
Por eso hay que cuidar sus vehículos, respetar los carriles que fueron construidos para su funcionamiento y denunciar a quienes los atacan con frecuencia, aprovechando las dificultades de las autoridades para protegerlo en todos sus trayectos.
Y no es un asunto solo de que los culpables de las agresiones reconozcan su responsabilidad, o de publicar anuncios ofreciendo recompensas por los autores de los ataques.
Es ante todo la necesidad de proteger un servicio creado para beneficio de los caleños, para ofrecerles tranquilidad en sus desplazamientos que no puede dejarse a merced de la indisciplina social y los vándalos.