En medio del abandono y el olvido eterno que padece Buenaventura, de la falta de oportunidades para su población y de la crisis social que la afecta, monseñor Héctor Epalza fue un referente y el líder que necesita su comunidad.
Fiel a su misión pastoral como obispo de esa Diócesis, desde su llegada en el año 2004 vivió los padecimientos de la población, la desafortunada gestión de los gobiernos locales de turno, y entendió que debía hacer visible a Buenaventura y a sus graves problemas para encontrarles solución.
Lo hizo durante trece años honrando su misión, sin dudar en reclamar para que la atención se enfocara en la ciudad y sin perder oportunidad para exigir por el bienestar de sus feligreses y de los 450.000 bonaverenses sin distingo de ninguna naturaleza.
“¡Buenaventura, despierta!”, fue su llamado en la homilía del 21 de enero de 2014.
Así reclamó la atención de la Nación y envió un mensaje de esperanza a quienes padecen el abandono, la violencia y la indiferencia.
A monseñor Epalza, quien el viernes anterior celebró su última eucaristía como Obispo, se le debe reconocer que gracias a sus constantes llamados Colombia miró de nuevo a Buenaventura así aún no lleguen ni las soluciones ni el progreso que demanda su población.
Por ello, monseñor Héctor Epalza estará para siempre en la memoria de los vallecaucanos.