Terminadas sus sesiones y no obstante su declaración final, La Conferencia de las Partes sobre el Cambio Climático, COP 27, fue otra cumbre más que deja escasos compromisos para enfrentar el gran desafío de la humanidad.
Poco pasó durante los 15 días que duró el encuentro realizado en Egipto, al que asistieron 35.000 representantes de 200 naciones, ONG, organizaciones internacionales y entidades dedicadas al medio ambiente.
Así lo evidencia el lánguido documento final, del que apenas se rescata la promesa de las naciones industrializadas de compensar a las más vulnerables por las pérdidas y los daños causados por los desastres climáticos.
De resto, no hubo acuerdos importantes: no se concretó el fondo verde que necesita de US$100.000 millones anuales para cumplir su función y se dejó a voluntad de los países la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero.
Nadie se atrevió a garantizar que el aumento de la temperatura global sea inferior a los dos grados centígrados en este siglo, y fue notoria la ausencia de los líderes de los países que más generan contaminación, como China o Rusia.
Sí fue en cambio la oportunidad para el turismo oficial, como ocurrió con la delegación colombiana, conformada por 210 funcionarios que viajaron en aviones oficiales, aprovecharon para dar discursos grandilocuentes y poco más.
Así terminó otra cumbre melancólica, que no logra poner de acuerdo al mundo sobre cómo enfrentar la grave crisis climática que padece y los impactos que provoca al planeta y la humanidad.