Aun si la guerra en Ucrania se mantiene dentro de sus fronteras, su desenlace podría reconfigurar un nuevo orden mundial, comparable al surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Por ello, aunque sepamos poco sobre cómo terminará, o sean varias las posibilidades y difíciles de decodificar, la aproximación a algunas respuestas resulta crucial.
Hay que partir, sin embargo, de unos supuestos básicos. Ucrania ha conseguido una victoria significativa al impedir que Rusia conquistara todo su territorio, sus avances militares han evitado divisiones dentro de Europa y la OTAN, y construyó en un año uno de los ejércitos terrestres más potentes de Europa, con pocos o ningún antecedente en la historia contemporánea.
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Adicionalmente, ha enfrentado el esfuerzo bélico ruso en su máximo nivel de brutalidad, a la vez que Europa encaró con éxito el chantaje de Putin de cortar el suministro de gas para romper la alianza de la OTAN durante el invierno, por lo que el Kremlin se ha quedado con pocas cartas para jugar.
En todo caso, Ucrania aún enfrenta un camino largo y difícil por delante. Sus victorias militares, como la expulsión de los rusos de Kherson, apenas se podrían asemejar a la Segunda Batalla de El Alamein en 1942, en la que los británicos derrotaron a los alemanes en Egipto. En aquella oportunidad, Winston Churchill, señaló que “Este no es el final. No es ni siquiera el principio del fin. Pero es, quizás, el final del principio”.
Así, algunos de los escenarios más probables serían, en primer lugar, una victoria de Ucrania, pese a que tal concepto, como su contraparte la derrota, tenga un abanico de posibilidades. De todos modos, hay que tener en cuenta que hace menos de un año una victoria de Ucrania estaba casi descartada. Además, la campaña militar y la guerra relámpago de Putin, para derrocar al gobierno y establecer un títere, se convirtió en una humillación propia del clásico error de cálculo de un régimen represivo alimentado con mala información por su propia gente.
Empero, las posibilidades de triunfo de Ucrania se soportan no solo en el fortalecimiento de su ejército y su equipamiento militar, por parte de Estados Unidos y la OTAN, sino además en la suerte de tener a un país del tamaño de Francia motivado luchando contra el agresor y muriendo con determinación y coraje por la defensa de su territorio.
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Claro, podría ocurrir también que no se le propine una derrota contundente a Putin, pero sí que se le obligue a retornar a las líneas territoriales previas a la invasión de febrero. Un escenario que sería en cualquier caso una derrota, pues Putin comprometió demasiado capital político y militar en una guerra sin éxitos para mostrar. Allí correría el riesgo de perder su propia vida, sufrir un golpe militar o civil, o que el Estado o el ejército ruso colapsaran.
En ocasiones se plantea la posibilidad de una guerra nuclear o intervención de la OTAN, aunque, antes que un escenario, habría que verlo como uno de los varios apéndices de la derrota rusa. Es claro que se corre el riesgo de que Putin actúe de forma irracional o perturbada, al verse atrapado y humillado, y utilice armas nucleares tácticas o desate un apocalipsis, pero es poco probable que su uso cambie el curso de la guerra.
Un segundo escenario probable es el de un alto el fuego como punto muerto o una guerra a largo plazo, pues es consabido que no todas las guerras terminan con una clara victoria de un bando o en una mesa de negociación. Tal es el caso de la guerra de Corea que degeneró en un punto muerto y un conflicto estancado.
Sin embargo, una tregua o un alto el fuego en las condiciones actuales no sería el fin de la guerra, sino que le daría a Moscú tiempo para recuperarse y volver a atacar. Sería una especie de “acuerdo inmoral” que ocasionaría más sangre en el futuro, como el alto el fuego de la guerra de Chechenia en 1995 y 1996, que le sirvió a Putin para apertrecharse, y ya como primer ministro, dar el asalto final en la segunda guerra de ese país.
Además, sería inimaginable que el presidente Volodymyr Zelensky aceptara un alto el fuego o algo similar en el momento actual, con sus fuerzas en pleno vigor y comprometidas en recuperar cada centímetro del territorio ucraniano.
Un tercer y último escenario, que no se puede descartar, es el del triunfo de Rusia, teniendo en cuenta que todavía cuenta con capacidades militares destructivas, que incrementa a través de sus aliados Irán y Corea del Norte.
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Hay que considerar también que un líder como Putin estará tentado a cambiar el rumbo de la guerra vía su continuación e intensificación, toda vez que cualquier cosa que no sea la victoria podría significar su derrocamiento o muerte, con lo que aumenta su peligrosidad.
Una victoria rusa podría implicar, igualmente, algún acuerdo de paz en el que Putin lograra asir más territorio del previo a la invasión, por ejemplo, partes de Donetsk, Luhansk, Zaporizhia o Kherson, y lograra venderlo a los rusos como un triunfo.
Claro, si ganara Rusia no solo Europa sería diferente, sino que vendría una época de mayor inestabilidad. Los tiranos tomarían confianza para conseguir lo que quieran con el chantaje y la fuerza militar. Entonces, la próxima víctima sería Georgia, Moldova, Rumania o cualquiera otro país.
*John Mario González - @johnmario, analista político e internacional colombiano; directivo de la Universidad Central de Bogotá.
Oleksandr Slyvchuk - @O_Slyvchuk, coordinador del Programa de Cooperación España y América Latina del think tank ucraniano Transatlantic Dialogue Center.