Por: Winston Viracachá, especial para El País
Ahora que, se supone, va a iniciar la discusión sobre el cese el fuego, ¿Qué le preocupa a la Iglesia?
Hemos venido escuchando el clamor de mucha gente en Arauca, la zona del Pacífico, muchas regiones del país donde nos dicen que hay que bajar la intensidad del conflicto, amortiguar el sufrimiento de las comunidades, hay que hacer algo para que la gente sea excluida de la confrontación armada, y la mejor manera de lograrlo es el cese al fuego. Tenemos que reconocer que el conflicto tiene una intensidad que se refleja en afectaciones concretas sobre la población, con desplazamiento y confinamiento. Estamos recogiendo ese clamor y hacemos el puente para que en la mesa, se sienta ese grito y ese clamor de las comunidades.
¿Y qué tanto tienen en cuenta las delegaciones esas recomendaciones de ustedes para desescalar la guerra?
La Iglesia es acompañante, pero también tiene que tener capacidad de expresarse, de proponer en la mesa los clamores que recibimos de las comunidades, y hay una actitud de respeto, de escucha, de aceptación de la voz de la Iglesia. Nosotros entendemos que la mesa tiene una dinámica propia, pero en los espacios que tenemos con cada delegación o a veces en la plenaria, se nos da la oportunidad y nuestra voz va siempre en favor de las comunidades.
Y sobre el cese bilateral al fuego, ¿Cuáles son sus recomendaciones?
Hemos pedido que el cese bilateral sea un mecanismo donde realmente se puedan tener todas las normas técnicas, pero sobre todo la voluntad política. Hay un hecho y es que el cese al fuego es un mecanismo técnico, con muchas especificaciones y requerimientos, pero tiene de sombrilla un asunto muy importante, que es la voluntad política de las partes. Sin ella, no va a funcionar. Eso quiere decir que desde cada una de las partes se cumpla y se priorice la protección de las comunidades. Para nosotros, prevención y protección son dos palabras claves cuando hablamos de cese al fuego: hay que prevenir accidentes e incidentes, y garantizar la protección adecuada de las comunidades. El cese al fuego no puede ser pensado solo en función de quienes se enfrentan, de los combatientes, es una decisión política frente a unas comunidades que requieren protección.
¿Les da temor por otros grupos armados que no se han sumado a la Paz Total?
Sí, nos preocupa que una gran parte de la actividad, por ejemplo del ELN, no es en confrontación con el Ejército, sino con otros actores con los cuales hay disputas territoriales o de otro orden. Habrá que mirar en el desarrollo del cese cómo se comporta esa situación y de qué manera se puede prevenir que desde allí hayan afectaciones muy graves hacia las comunidades.
¿Le sorprendió la llegada de Nicolás Rodríguez, único fundador vivo del ELN, a la mesa de diálogo?
Se había anunciado que había la solicitud del ELN de que él fuera incorporado como consejero. En los dos ciclos anteriores se había tocado el tema y sabemos que él está en Cuba también por razones de orden humanitario, de salud. Pero la llegada de Nicolás Rodríguez a la mesa es una decisión del ELN que nosotros respetamos.
¿Eso le da más confianza a las partes?
No hemos podido dialogar como con cada una de las partes al respecto, pero entiendo que cada delegación respeta la decisión que toma la otra sobre su composición. En este caso, es una persona con una historia importante y un liderazgo muy fuerte en el ELN, que se integra a la negociación. Esperemos que esto resulte en un impacto positivo dentro de la negociación, pero somos respetuosos de la forma cómo se conforman cada una de las delegaciones.
¿Cree que Colombia perdió la fe en la paz?
Hay un cierto escepticismo sobre las negociaciones como tales, sobre la gran estrategia que se ha adoptado, y en un sector de la población colombiana hay desconfianza frente a esta apuesta, pero entendemos que no es sobre la paz como tal. Seguimos discutiendo sobre un asunto que es público, que es la manera de lograr los mecanismos para llegar a ella, y lo que aspiramos es a que todos estos ejercicios de participación ciudadana que se están haciendo recojan otras perspectivas, oigan otras voces y que se vaya creando un consenso, porque hacer política también es aprender a consensuar y hacer la paz es un ejercicio de la política.
¿Tiene miedo de que las negociaciones se rompan o es optimista frente a ellas?
Personalmente tengo mucha esperanza de que esto pueda llegar a buen puerto, hay muchas circunstancias que así me lo hacen pensar, tanto a nivel internacional como interno. También siento que hay una voluntad de las partes en este momento, entonces tengo esperanza, sin perder el realismo de que puede suceder cualquier cosa.
¿Qué circunstancias podrían frenar las conversaciones que hay ahora?
Una es el hecho de que desde distintos territorios se pueda avanzar con acciones que lleguen a cuestionar a las partes sobre la voluntad política de la contraparte y sobre la decisión de avanzar. Y por otra parte, que se deje de rodear el proceso. Hay que mantener el proceso rodeado por muchos sectores de la sociedad colombiana. Si eso se va perdiendo, indudablemente el proceso comienza a tener problemas de credibilidad, que lo vuelven muy sensible.