Philip S. Goldberg llegó a Bogotá el pasado 14 de septiembre. Sin embargo, no era la primera vez que estaba en Colombia. El hoy embajador de los Estados Unidos vivió en nuestro país al comienzo de los años 90, cuando se desempeñó como ‘political officer’, y regresó en el 2000 a coordinar el Plan Colombia.
Entonces, hablar de guerrillas que se desmovilizan no le resulta extraño, como también puede comparar muy bien el país de entonces con el actual.
Durante su primera visita a Cali, por invitación de la Cámara Colombo Americana del Valle, también le dijo a El País que el Gobierno de los Estados Unidos seguirá presionando la salida de Venezuela del régimen de Nicolás Maduro.
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Usted ya conocía a Colombia. ¿Qué recuerda de esa experiencia?
Tengo un gran afecto por Colombia como resultado de esa experiencia. Por supuesto, los días fueron difíciles, como vivir en Bogotá o en cualquier parte del país por las amenazas que existían. No pudimos viajar a Medellín ni a Cali ni a ciertas partes del país que estaban en conflicto.
A usted le tocó vivir la desmovilización del M19 y la Constituyente del 91. ¿Cómo fue eso?
Fue muy interesante esa oportunidad de ver integrar a la política al M19, que fue diferente al reciente proceso de paz. Me recuerdo viajando a Bucaramanga para asistir a un evento de campaña del M19, después del asesinato de (Carlos) Pizarro, en el que (Antonio) Navarro Wolff estaba presente y fue fascinante verlos integrarse a la política y a la Constituyente. Sí, había cierto peligro, no tanto para nosotros como para los colombianos, pero voy a recordar siempre el coraje y la valentía de los colombianos, que enfrentaron los carteles del narcotráfico, especialmente el de Medellín, que estaba tratando de derrocar el Gobierno, y nosotros los apoyamos para cambiar esa situación de violencia tremenda. Por eso no tengo solo afecto, sino respeto por Colombia.
Y volvió en el 2000...
Sí, volví un par de meses para empezar nuestra contribución al Plan Colombia y la situación era grave también, porque Colombia había derrotado a los carteles (de la droga), pero los guerrilleros y los paramilitares estaban haciendo narcotráfico y había un problema generalizado de violencia. Estuve en Bogotá en ese momento y no pude salir por las carreteras de la ciudad.
¿Qué diferencias ve entre la Colombia de hoy y la de esos años?
Que ha progresado, hay más seguridad y más prosperidad, especialmente en ciudades como Cali, Bogotá y Medellín, donde antes había mucha violencia y ahora es un motor económico para el país y un destino turístico de Colombia. Cartagena ha sido restaurada y también hay una gran cantidad de turistas de Estados Unidos, mientras que Barranquilla ha crecido tremendamente con obras públicas. Si bien, todavía hay áreas del país que siguen en conflicto, han disminuido los problemas.
¿Y cómo han cambiado en este tiempo las relaciones entre Estados Unidos y Colombia?
Ahora tenemos una relación excelente en todas las áreas. Ha progresado nuestra relación económica, por ejemplo, por el Tratado de Libre Comercio. Tenemos una relación muy fluida también en seguridad, en cultura y en programas como el que representa el Centro Colombo Americano, en el que estamos hoy (viernes). El énfasis en los años 1989 y 1990 estuvo muy dirigido al narcotráfico, pero cuando empezamos a trabajar en conjunto bajo el Plan Colombia, la relación cambió y se hizo más fuerte, sólida y estrecha.
Ahora encontró un país que firmó un Acuerdo con las Farc, pero el Gobierno de Estados Unidos las sigue manteniendo en la lista de terroristas. ¿Por qué?
Al mismo tiempo que la organización de las Farc sigue siendo parte de la lista de terroristas, porque, como sabemos, hay unas disidencias que todavía están involucradas en el narcotráfico y la violencia, apoyamos, como lo hicimos durante las negociaciones, la implementación del Acuerdo de Paz. Por ejemplo, estamos ayudando a la construcción de los Pdet (Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial), a la reconciliación y al desarrollo rural. Apoyamos lo que el gobierno del presidente Duque ha descrito como Paz con Legalidad, que es parte de lo que hemos hecho muchos años aquí, pero que ahora está relacionado con el proceso que empezó con el Acuerdo con las Farc.
Pero en ese Acuerdo se incluye la sustitución voluntaria de cultivos y su Gobierno sigue impulsando la erradicación, incluso con glifosato, ¿no es contradictorio?
Hacemos las dos cosas, no hay solamente una ruta para enfrentar el problema del narcotráfico. Estamos trabajando con el Gobierno colombiano para apoyar sus esfuerzos de erradicación, sin duda, pero este año tenemos un presupuesto de 200 millones de dólares de la Usaid, que está tratando de integrar sus programas con la erradicación y ayudando a la creación de los Pdet. Y tenemos a los cuerpos de seguridad que trabajan con la Policía colombiana para incautar la droga después de la producción de la cocaína, entonces es algo integral.
Pasando a otro tema, el pronunciamiento más fuerte que se le ha escuchado en Colombia como embajador fue por la salida de Uber. ¿Qué opina ahora que volvió?
Sí, leí en el periódico que volvió, pero la postura de EE. UU. es que Colombia tiene todo el derecho de regular el transporte y que puede aprobar cualquier legislación sobre ese sector de la economía. Lo que nos preocupa es que una empresa norteamericana resultó lesionada por una decisión que dejó algunas empresas de otros países operando. Ese no es un tratamiento igual y sé que tiene que ver con algunas peculiaridades de las Cortes de Colombia, ya que los taxistas de Bogotá pusieron una demanda contra Uber, pero el resultado es que una empresa norteamericana fue la única lesionada y las otras, incluyendo una china, pudieron aprovechar esa situación para beneficiarse de ese negocio.
¿Le preocupa la seguridad jurídica que requiere la inversión extranjera en Colombia?
El ambiente que queremos en Colombia, como en otros países, es una cancha nivelada para que nuestras empresas puedan competir. Entonces, cuando existe una ley o una decisión judicial que perjudica a una empresa norteamericana, es cuando los Estados Unidos, como Gobierno, necesitan entrar al debate. Tenemos un Tratado de Libre Comercio que ha beneficiado a los dos países. En términos de seguridad jurídica, por ejemplo, algunas empresas de EE. UU. dicen que la Ley 80 las previene de entrar a las licitaciones públicas porque crea demasiado riesgo para ellas pues no hay límites en los sobrecostos y una empresa que es respaldada por un Estado, por ejemplo, no tiene que preocuparse de esa ley.
Durante estos meses usted ha sido testigo de la migración venezolana a Colombia. ¿Cómo ve la situación humanitaria y política de ese país?
Estamos trabajando para cumplir con dos metas: ayudarle a Colombia en la respuesta humanitaria para atender a tantos refugiados. Estuve en Maicao la semana pasada, una de las entradas para los migrantes, y estamos apoyando las ONG y a la ONU en sus esfuerzos para atender a esa gente. Es una situación dramática y Colombia realmente merece nuestros agradecimientos y nuestra admiración por esa aceptación. EE. UU. ha apoyado en los últimos dos años con 350 millones de dólares para responder a la situación humanitaria, que es nuestra responsabilidad como la de otros países de la región y el mundo.
Lo segundo, es la parte política y diplomática, y estamos poniendo tanta presión como sea posible al régimen de Maduro para convencerlo de que una transición democrática, que la mayoría de los venezolanos apoya, terminando en elecciones libres y justas, es la única solución al problema. Por ejemplo, sancionamos a Rosneft, la empresa rusa que le ayuda al sector petrolero en Venezuela. ¿Cuánto tiempo vamos a requerir? No puedo predecirlo, pero va a ocurrir y nosotros pensamos que este año es clave para solucionar el problema para los venezolanos y también para los colombianos.
Tras conocerse el audio de una conversación del saliente Embajador de Colombia en Washington y la Canciller, se pensó qué tanto podía perjudicar lo dicho allí las relaciones con Estados Unidos...
Las relaciones entre Colombia y los Estados Unidos son excelentes, no solo entre los gobiernos, sino entre los pueblos, que es muy estrecha. No depende de un embajador en Washington ni de un embajador en Bogotá. Yo reemplacé a un excelente embajador aquí y estoy seguro de que alguien va a asumir como jefe de la Embajada en Washington. Tengo que decir que el embajador y exvicepresidente Santos es un buen amigo de los Estados Unidos, es amigo mío y eso no afecta la relación entre los dos países, porque es demasiado fuerte, y nosotros vamos y venimos.