Por Isabel Peláez R., editora de cultura de El País

El Senador Humberto de la Calle y exvicepresidente de la República, quien presentó en la reciente Feria Internacional del Libro de Cali, su primera novela La Inverosímil Muerte de Hércules Pretorius, se confesó con El País, en su nuevo rol de escritor de ficción, sin alejarse de la realidad actual de la política nacional.

¿Escribir era un sueño pendiente?

De adolescente tenía yo cierta vocación literaria, fui lector abundante y cometí algunos versos que, por fortuna, nadie conoce, y algunos cuentos; sentía que esa era parte de mi vocación. Entre otras cosas porque en mi barrio, de clase media, en Manizales, yo no era muy hábil para los deportes, entonces compensaba esa inhabilidad con lecturas. Mi primera lectura fue la Imitación de Cristo, era una época de misticismo.Pero la vida lo va a llevando a uno por otros caminos, terminé de estudiar derecho, fui nombrado juez en una población de Caldas, de escribir sentencias, y después, como abogado, memoriales, se fue marchitando, o por lo menos quedó en el congelador ese interés literario.

¿Cómo llegó a su mente la novela? ¿El protagonista existió, no es así?

La Inverosímil Muerte de Hércules Pretorius tiene elementos de realidad. Una primera parte la escribí cuando estaba yo de profesor universitario. Hércules es un personaje de ficción, pero se inspira en una persona y en varias, es un caleidoscopio, incluso tiene algo de autobiográfico. Era un estudiante muy destacado con una disyuntiva en el alma muy dura, un revolucionario, pero detestaba la violencia. Creía en la ‘revolución de los claveles’, en eso hay algo de ingenuidad, de circunstancias un poco patéticas. A mediados de los años 70, el movimiento estudiantil se acerca a la rebelión armada, surge el M-19 y el joven ingresa a esta nueva guerrilla y poco después de estar en Cuba, la dirigencia del grupo entra por el Chocó, para establecer una base en las inmediaciones de Antioquia y Caldas. Fue un gran fracaso en lo político y en lo militar, murieron casi todos, incluido Hércules.

También podría mirarse como algo relativamente humorístico. Ricardo Silva, que presentó el libro en Bogotá, lo mira más desde la circunstancia de unos jóvenes llenos de romanticismo, a quienes la realidad los golpea y termina con su muerte.

El senador y exvicepresidente colombiano Humberto de la Calle asegura que después de tantos años en la vida pública, va a tomarse el tiempo para disfrutar de la vida misma. | Foto: El País

Parte de esta obra se inspira en su época de docente y decano de la Universidad de Caldas, ¿pero también está nutrida con lo que vivió en el proceso que derivó en la paz?

La novela tiene dos etapas en su confección. La primera versión corresponde a la época en donde Hércules es un alumno mío y coexisten en las aulas personajes como Bernardo Jaramillo, que fue luego asesinado siendo candidato presidencial de la Unión Patriótica, y por el lado paramilitar, Iván Roberto Duque. Nos llega la noticia de que Hércules había muerto. Pero en ese momento no estaba en plan de publicar ficción, porque soy un artesano, no tengo formación literaria, no he estado en seminarios de escritura creativa, es mi propio deseo.

Esa novela quedó varios años escondida en mi archivo hasta que hace año y medio surge un libro que narra una historia fáctica de lo que ocurrió en ese trasiego por el Chocó, donde hay elementos interesantes, como fragmentos del diario de ‘La Chiqui’ Cardona, quien negoció con el gobierno de Turbay Ayala para salir de la toma de la embajada norteamericana e ir a Cuba. Ese material me movió a eliminar mis reticencias de terminar de escribir la novela, y allí, como lo adviertes, hay unos elementos que tienen cierta conexión con lo que pasó en La Habana.

El tema de la muerte inverosímil de Hércules se liga a una anécdota de la vida real, de una conversación mía con Iván Márquez, sobre lo que era esencial para el guerrillero en la selva y eso todo se articula a partir de realidades posteriores y de mi decisión de desafiar el ridículo hasta el punto de publicarla, ya sin ese respeto humano que tenía 30 años antes.

¿Qué planteamiento hace usted en esta obra sobre la guerra?

Esta novela está ligada al transcurso del conflicto armado en Colombia, pero no corresponde a una literatura que va mostrando acontecimientos del conflicto. Yo planteo más las disyuntivas éticas, la más profunda es la circunstancia del repudio a la violencia por alguien que, paradójicamente, termina incorporándose a la guerrilla. ¿Por qué Hércules termina en la guerrilla? Porque su convicción es la de un revolucionario, pero por una huelga universitaria se convierte en líder, eso lo colocó en la mira de la extrema izquierda, que lo descalificaba, decía “este es un burguesito, son casos de aventurerismo”.Y con la presencia de Ernesto Báez, después, el paramilitarismo empieza a amenazarlo. La segunda gran paradoja es que él entra a la guerrilla para proteger su vida creyendo que se le había agotado la paz y la tranquilidad. Y terminó en una dinámica que lo condujo a la muerte.

Para mí la reflexión básica es el drama de la violencia en la búsqueda de la equidad social, un drama humano, ético, que persiste. Hay cierta ingenuidad sobre la capacidad de la guerrilla de hacerse al poder de las armas. En el diario de ‘La Chiqui’, ella dice “bueno, como en el Chocó hay miseria, afrodescendientes, grupos étnicos, cuando lleguemos allá vamos a recibir el apoyo de la población”, y fue al contrario, los primeros que llamaron al Ejército fueron los indígenas porque veían a señores blancos, armados. En La Habana sentí una falta de armonía entre el papel que la guerrilla cree que juega como representante del pueblo y la realidad que es muy distinta.

Hay unas reflexiones que agrego, de carácter literario, como una conversación con el baquiano que conducía la columna del M-19 por la región, y un afrodescendiente que hace una expresión de dolor, a instancias de una noche en la que se dedican a tomar viche y él, con los efectos del alcohol, establece una reflexión muy profunda sobre la estigmatización a las personas de piel negra,

Una de las charlas más esperadas en la reciente FIL Cali, fue la del exministro y exvicepresidente de Colombia, Humberto de la Calle, recordado por participar en los diálogos de paz con las Farc. Él conversó con Camilo Hoyos. | Foto: El País

Se autodenomina ‘Monaguillo del nadaísmo’, ¿sigue profesándolo?

Sí, sí, sí. Cuando irrumpe el nadaísmo yo era un jovencito comenzando mi bachillerato, había mucha distancia entre los grandes exponentes del nadaísmo y yo que era un propagandista, organicé una conferencia que dictaban mis amigos en los colegios, para explicar el papel, el destino y el futuro del nadaísmo, pero no tenía el carácter de los grandes generales del nadaísmo, y en la cabeza el Papa, Gonzalo Arango.

El nadaísmo le quitó la careta a un país que era muy hipócrita. En literatura era la época del costumbrismo y aparecen las grandes angustias de la humanidad, nutridas por lo que nos llegaba de Europa, el existencialismo, el absurdo, que tenía un origen muy ligado a la Segunda Guerra Mundial y a la posibilidad de una catástrofe nuclear, que como colombianos nos parecía muy lejano; pero ya teníamos la terrible violencia entre liberales y conservadores, hay un mensaje de desilusión, de para dónde va la especie humana.

Al final Gonzalo Arango incursionó en temas victimización, de violencia, pero el legado que queda y que he asumido es el deseo de quitarle el disfraz a una sociedad que cae en unos océanos de hipocresía que son insostenibles.

Usted ha hecho poesías y cuentos, ¿en qué están inspirados?

Cometí algunos versos, que espero que sigan en la clandestinidad. Era un tipo de poesía muy dura, bronca, sobre las perplejidades del ser humano frente, a su desaparición, mezclado con nuestras realidades muy duras. Escribí unos cuentos, he escrito unos nuevos.

¿La señora Rosalba leyó su novela?

Vio la primera versión, ya en el momento en que aparece este insumo histórico ella ya había entrado en una fase de enfermedad. Conocía mi inclinación literaria, la valoraba, pero hay una anécdota muy graciosa, que en otras circunstancias podría ser decepcionante, cuando éramos novios, le escribí un poema en prosa, expresando mi amor. Ella lo leyó y me dijo: “Qué bonito, de dónde lo copiaste”. Dijéramos que ese fue un golpe bastante duro. (Ríe).

Esta novela tiene elementos de su vida personal, ¿cuáles?

En los personajes se mezclan experiencias de la época universitaria, el aumento de las tensiones en el país, la entonces Federación Universitaria Nacional, que agrupaba el Movimiento Estudiantil y que luego fue declarada ilegal por Carlos Lleras, ya empezaba a mostrar un cierto apoyo a la lucha armada. Eran circunstancias muy difíciles, que implicaban dilemas morales profundos. Alrededor de eso hay elementos, como la relación con la iglesia católica, yo era alumno de un colegio de sacerdotes, de la Arquidiócesis, que no era el más confesional, había un buen ámbito de libertad. Y allí empieza un proceso de rebeldía, de ruptura, no tanto con el original mensaje de Cristo sino contra la burocracia vaticana, esa enemistad de la iglesia con el placer, nunca entendí por qué le fomentaba a uno sentimientos de culpa. Eso fue llevándome a una posición de agnosticismo que tengo ahora. También las dificultades de Hércules de sus primeros noviazgos, por la timidez. Mis amigos aprendían a bailar con las hermanas, como yo no las tenía, estaba casi imposibilitado para bailar, y solo me atrevía a dar unos pasitos después de unos aguardientes.

Hago un autoexamen de la evolución de pensamiento, a partir de una afición mía por la siquiatría que hizo presencia en lecturas desde Sigmund Freud y empieza a haber una revelación para la humanidad. Veníamos en una franja escolástica, las cosas eran negras o blancas, este es un momento en que por los descubrimientos siquiátricos, por la propia volubilidad del espíritu humano y los avances en la física, en que una cosa podía ser y no ser a la vez, se abrió un mundo que aparece en la literatura, el cine y en las artes plásticas. Eso es una descripción que involucra cómo un joven en Latinoamérica veía esos cambios en la humanidad.

Es coincidencia que el protagonista de su novela sea un guerrillero y que tengamos justo en este momento un presidente exmilitante del M-19?

Es coincidencia. Los manuscritos de ‘La Chiqui’ Cardona son asombrosos, 24 horas antes de morir bajo las balas de la confrontación, describe el desayuno del día antes de su muerte, y muestra la satisfacción de estar comiendo ciertas viandas. Es muy impresionante, porque ya el Ejército había rodeado la zona y ella todavía dedicaba varios párrafos al menú de su desayuno. Y según me dicen, el original diario de la ‘Chiqui’, no sé por qué camino, está en manos hoy de Gustavo Petro.

¿Qué está leyendo ahora?

Yo tengo la disciplina de leer cosas de muy distinta naturaleza simultáneamente. Hay cosas que a propósito de mi papel como gestor y ponente de mi proyecto sobre eutanasia, estoy leyendo sobre el tema de la muerte, desde un punto de vista cultural porque me parece paradójico, que sobre todo, en Occidente, la muerte aterre a las personas, es un suceso catastrófico, a diferencia de lo que pasa en las filosofías orientales donde se entiende que la muerte es un eslabón de la vida, un hecho de la vida. Leo ‘Cuando se acerca el momento’ y ‘Cómo Morimos’ en la que un médico toma las cinco principales causas de muerte con el siguiente argumento, si la gente entiende qué es morirse, desde el punto de vista celular, del funcionamiento del organismo, puede ser que se tranquilice y empiece a mirar esto con franqueza superando lo que es hoy un tabú.

Es que hoy de la muerte no se puede hablar y menos de la médicamente asistida. Ahí vamos en el Congreso tratando de cambiar esa cultura. Estoy releyendo La Caída, de Albert Camus, precisamente dentro de esa herencia existencialista. Leo temas de física para los cuales no estoy dotado, hay momentos en que uno no logra comprender integralmente.

He leído literatura de jóvenes colombianos, con este ejercicio de las ferias de libros, me ha sorprendido la abundancia de títulos nuevos y de escritores locales, entre otros, por ejemplo, los dos libros de Gina Parodi, que me parece que tienen elementos muy interesantes. A raíz de la publicación de la novela, he regresado más a la literatura porque durante dos o tres décadas mis lecturas eran más de ciencia política, sociología.

¿Está escribiendo ya su próxima novela?

Sí, pero los autores experimentados me dicen “nunca cuente en qué consiste la novela porque se la tira, eso es como echarle sal, lo que llaman pava”. Estoy trabajando en una novela que exige más trabajo de campo, tengo que conectarme con las realidades que van a aflorar en ella, ir a otras ciudades, hablar con otras personas, es una literatura más cercana a la crónica, al periodismo.

Lo que no calla De La Calle

¿Va a pasar la página de la política?

La muerte nunca perdona. Entonces yo no tengo demasiado espacio ya para pensar a largo plazo. Siempre he tenido un interés, permanentemente, en la vida pública, pero el haber recuperado esa vocación literaria me ha traído gratas satisfacciones. Escribir ficción es realmente difícil. Pero yo estoy en una actitud política menos activa, en estas elecciones próximas he apoyado a un candidato a la Alcaldía de Bogotá, pero no estoy moviéndome en ninguna campaña. Ya es hora de pensar en estas otras actividades y en la vida misma, en la familia el hogar. Después de tanto tiempo en la vida pública, uno tiene derecho a pensar en sí mismo

¿Cómo ve el actual gobierno Petro?

Lo veo muy desorganizado, me parece que no ha logrado articular algo que produzca esperanza, por lo menos, en sectores grandes de la sociedad. Hay que reconocer que Petro tiene sus seguidores, personas que lo miran con pasión y admiración, pero la circunstancia nacional en este momento es de una gran incertidumbre, que en parte se debe a una volubilidad de su pensamiento.

Muchas veces ha hablado del acuerdo nacional, pero al otro día se viene con un discurso agresivo descalificando a quienes hacen cualquier reparo a sus reformas, porque en vez de mirar quién tiene la razón, descalifica al opositor, que realmente no es un antagonista, sino personas, en el caso mío como independientes, del Senado, pues tengo el derecho y el deber de formular reparos cuando mi conciencia me lo dicta.

Pero luego se dice que quien no esté con las reformas sociales de Petro es una marioneta de la oligarquía, descendiente de esclavistas. Eso produce una enorme perplejidad en la gente. Al fin en qué estamos, finalmente va a haber un acuerdo nacional, en qué consiste, este tiene que girar solo alrededor de las ideas del Presidente o él está genuinamente interesado en buscar puntos de transacción. Esa es una pregunta que hasta el 29 de octubre va a ser imposible de comprender. Yo confiaría que las cosas cambien, no sé si soy demasiado optimista, transcurridas las elecciones, donde el gobierno va a sufrir un revés muy grande, sobre todo en las grandes ciudades.

Pero la gran pregunta es cómo reaccionará Petro, si arreciará el radicalismo y su lenguaje descalificador o si el 30 de octubre se abre una ventana de oportunidad para buscar soluciones en Colombia.

La esposa de Humberto de la Calle, Rosalba Restrepo, murió en 2020, mientras seguía un tratamiento frente a un cáncer. | Foto: El País

Alrededor de las reformas y la Ley de Sometimiento a la Justicia, considera que van a ser aprobadas?

Es muy difícil hacer predicciones porque el territorio es bastante volátil. Primero se conformó la coalición, el Presidente la disolvió y con sus razones, pero a partir de allí lo que el gobierno ha dicho (el Ministro del Interior) es que la verdadera democracia consiste en hablar (negociar) con cada congresista uno a uno. Todos sabemos en Colombia eso qué puede significar. Uno entiende que si la coalición no funcionó el gobierno busca apoyo. Pero de paso está desvertebrando los partidos.

Yo estoy muy sorprendido con lo que está pasando con mi antiguo partido liberal. En la discusión de la Reforma a la Salud uno nota una dispersión y el gobierno ha venido ganando adeptos en ese terreno, también en el Partido de la U. El propio gobierno está contribuyendo a esconfigurar los partidos que ya tienen enormes crisis internas. Pero esa forma de gobernar es distinta a la que nos habían prometido. El Presidente era amigo de la institucionalización de los partidos, de una reforma política seria, eso no ha ocurrido, el intento de reforma política fracasó. En el plano político hay incertidumbre que se traduce, por las incógnitas que no han sido resueltas, al tema de la economía, hay algunos síntomas benéficos. El exministro Ocampo enfatiza en sus escritos sobre elementos positivos, que la inflación no está totalmente controlada, pero hay una tendencia a la baja; el dólar que se pensó iba a llegar a $6.000, se ha medianamente estabilizado por encima de los $4.000. En fin, pero hay otros indicadores que muestran que la economía está en recesión, un crecimiento muy bajo que se avecina, la inflación sigue haciendo daño. Cuando entre en vigor la aplicación de la reforma tributaria, que era necesaria, habrá un nuevo golpe en el sector privado.

El gobierno es desorganizado, la estrategia que tiene en mente no ha podido ser comunicada de manera convincente para grandes núcleos de la población, el Presidente siguió orbitando alrededor de sus reformas sociales, que son necesarias, pero que no pueden tomarse como un dogma que todos debemos adorar. Es una visión muy distinta a una democracia amplia y participativa de la que se nos había hablado.

¿Qué piensa de las opiniones de Petro respecto a la situación en Gaza?

No se mira que allí ocurrió una secuencia que produjo cambios, la comunidad internacional entró en una franja de fanatismo y no está sopesando cabalmente esos cambios. De lo primero que se enteró el mundo fue de la arremetida terrorista de Hamás en los linderos de la Franja de Gaza, propiciando un número elevadísimo de víctimas civiles. Ese es el momento donde, en mi opinión, Petro falla. Porque si bien tiene derecho a pensar esto en un contexto histórico y a reclamar por las actitudes discriminatorias del estado israelí contra el pueblo palestino, eso es legítimo, lo que no puede adoptar es una visión unilateral, totalmente miope, donde la condena a Hamás brilló por su ausencia.

Al no condenar ese ataque terrorista, tácitamente se genera la idea de una cierta justificación a instancias de errores graves del estado israelí. Me parece que hay que condenar ambas formas de violencia. Lo que está haciendo Israel en la Franja de Gaza también son crímenes de guerra y lesa humanidad, casi la invitación al genocidio. La política de Colombia debió haber mantenido la línea de la condena de toda forma de violencia y un llamado a la paz. Connotados presidentes de izquierdas en Latinoamérica asumieron una posición digna de aplauso, Lulla, Boric.

Es más, una cosa muy curiosa en la historia de Colombia, el primer comunicado de la cancillería, fue en la misma línea de dichos mandatarios, que era condenar toda de violencia, pues este comunicado del doctor Leyva fue eliminado y reemplazado por la posición de la Casa de Nariño, y de alguna manera suplantó a la cancillería. El efecto en la comunidad internacional ha sido variado. Petro genera unas turbulencias en la política exterior, incluso de los Estados Unidos. Ha sido un manejo muy desafortunado.

¿La izquierda se seguirá perpetuando en el poder?

Creo que la gobernanza que se venía aplicando en Colombia antes de Petro era insostenible, se había desgastado esa forma de gobernar, por lo tanto, lo que Petro proponía, su anhelo de cambio, la intensificación de la política social y la profundización de la lucha contra la inequidad era necesario. Petro era casi una necesidad.

¿Pero qué puede estar pasando con la figura de Petro y de la izquierda? Uno pudiera haber imaginado a Gustavo Petro como un presidente progresista, más social demócrata, un poco a la manera de los gobernantes del norte de Europa, pero ha sido tal el desorden, la pugnacidad, la descalificación, el deseo de demoler todo lo que ha ocurrido en 200 años en Colombia, que creo que corre el riesgo la izquierda de perder una oportunidad. Lo que uno ve, por percepción directa y por las encuestas, es que hay un desplazamiento del péndulo hacia la derecha, porque no solo los éxitos de Petro no los ha podido conseguir, su radicalismo ha impedido que haya acuerdos, todavía las reformas no aparecen, y porque ese lenguaje tan confrontacional, para los colombianos es un poco irritante.

Retomando el tema de su novela... ¿qué fue lo último que supo del alumno que se desapareció de sus clases?

Yo empecé a ver que desaparecían alumnos de mi clase, yo dije cómo seré de mal profesor, que estos tipos se aburrieron. Pero después vinimos a saber que no solo este Hércules sino otras personas. Había una joven estudiante de clase media alta, integrada en la sociedad de Manizales, que terminó ingresando en el M-19, participó en un ataque a la sucursal de Concasa, para obtener dinero para financiar la guerrilla. Después supe que esas deserciones eran decisiones de ingresar a la lucha armada y luego se supo de Hércules. El siguiente rumor, que luego se confirmó es que había muerto en la Operación Calarcá, que tuvo lugar en el Chocó.