¿Cómo son las mujeres en la política? Existen pruebas firmes y cada vez más numerosas de que la presencia de mujeres líderes en los procesos de toma de decisiones políticas mejora dichos procesos, como en los consejos locales en la India. La demostración del liderazgo político femenino se da en trabajar por encima de las divisiones partidarias —incluso en los escenarios políticos más agresivos—; y defienden asuntos de igualdad de género como la eliminación de la violencia de género, la aplicación de licencias parentales y de servicios de cuidado infantil, cuestiones jubilatorias, leyes de igualdad de género y la reforma electoral. El proceso colectivo de trabajar entre mujeres y empoderarlas no se percibe como una competencia sino en una oportunidad para ampliar escenarios de participación. Empoderar mujeres para la política tiene un impacto positivo en las comunidades, las organizaciones, en el futuro y en las nuevas generaciones. Las mujeres reconocen ser mejores líderes, más empáticas y sensibles a las necesidades de sus comunidades. Entre los atributos del liderazgo femenino se reconoce la determinación y la capacidad de dar resultados como contundentes. Sin embargo, la limitación para hacer política está en el acceso a recursos, cobertura mediática, dirección de procesos movilizadores y ser contadas como última alternativa.
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“Las mujeres en la política se critican el doble y se les perdona la mitad”, le escuché hace unos años a un consultor y vaya que es cierto. Es más costoso para una mujer involucrarse en política: garantizar la sostenibilidad emocional del hogar, los recursos económicos son limitados, los cargos de liderazgos con intermedios y, con tristeza, la decisión no es fundamentalmente propia, sino que requiere visto bueno de familia, pareja e hijos. Pese a los esfuerzos legislativos y programáticos hechos por los gobiernos, aún quedan muchos pasos por dar.
La contienda electoral del 2023 puede romper los techos de cristal en llegar mujeres a alcaldías, concejos, asambleas y gobernaciones. Es conveniente que se pase de ser el 60 % de la fuerza de tierra en campañas, quienes lideran los equipos de comunicaciones, quienes movilizan a las urnas, quienes facilitan crear tejido social y superan el 65 % de participación en las urnas. Partidos y movimientos deben volcarse a encontrar relevos entre sus militantes femeninas, entre simpatizantes y entre las voces que hacen posible lo político en Colombia.
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Tres recomendaciones para quienes decidan competir el 29 de octubre: conformen equipos con alta inteligencia emocional que puedan ser gestionados y asignarles roles determinantes; la comunicación parece ser el centro, y no solo digital, investiguen sus audiencias, sus canales, sus lenguajes e imaginarios políticos para crear un plan coherente con los objetivos y, finalmente, estar en la calle es tan importante como una entrevista en televisión. Las campañas se siguen jugando en tierra, en el contacto, en la cercanía con los ciudadanos.