Por Olga Lucía Criollo, Editora Política
Contrarrestar el “vergonzoso” plan tortuga con el que las bancadas de la oposición lograron impedir que la semana pasada se debatiera la reforma pensional es la tarea que tiene María José Pizarro desde la Vicepresidencia del Senado.
Ella, quien durante décadas estuvo en la orilla contraria a los gobiernos de turno y ahora muchos señalan como la llamada a ser el alfil del presidente Petro en el Congreso, reclama que la discusión de las iniciativas oficiales “se haga de cara al país y que se presenten los argumentos en el espacio de decisión, que es Legislativo, no las redes sociales, donde el objetivo es generar un clima perverso” alrededor de ellas.
Se dice que usted es la llamada a liderar la cruzada de sacar adelante las reformas del Gobierno en el Senado. ¿Cómo asume ese reto?
Yo hago parte de una bancada de 20 representantes y 20 senadores y nos corresponde a todos, en un ejercicio de coherencia, disciplina y estrategia legislativa, sacar adelante las reformas. Hoy estoy en la vicepresidencia del Senado y, por lo tanto, tengo la responsabilidad de coayudar desde la mesa directiva, y eso hace parte no solo de la responsabilidad sino de un compromiso personal. Hay compañeros muy valiosos, Iván Cepeda, Clara López, Alberto Benavides, Wilson Arias, Aida Avella, Aida Avella, Aida Quilcué, todos con experiencia y una historia detrás, y con ellos y toda la bancada pondremos todo nuestro empeño en ello.
Dentro de la bancada había personas muy nuevas, que no habían estado en estos espacios de representación, pero ya pasaron dos años y la curva de aprendizaje se hizo, y nos queda poner todo de nuestra parte para sacar adelante la reformas.
¿Y qué estrategia van a implementar para lograr ese propósito?
Lo primero es contrarrestar la estrategia que ya han planteado de manera vergonzosa las bancadas de oposición, y no porque no tengan el derecho legítimo y democrático a ejercer la oposición. Nosotros estuvimos décadas en la oposición política y entendemos que hay un ejercicio legítimo, pero no puede ser que sea iniciando un plan tortuga y casi que mofándose, cuando la gente está necesitando que se discuta este tema, que se haga de cara al país y que se presenten los argumentos en el espacio de decisión, que es el Congreso y no las redes sociales, con el objetivo de generar un clima perverso, porque la labor constitucional del senador es debatir allí y llegar a acuerdos para sacar adelante las reformas. Me parece vergonzosa la vocería que han asumido ciertos sectores de la oposición, en especial las senadoras Paloma Valencia y Paula Holguín.
Se vio esta semana con respecto a la reforma pensional...
Hoy tenemos millones de abuelitos que no tienen pensión y están en las calles deambulando, sobreviviendo en la informalidad y muchas veces en la mendicidad. Una cosa es que se dé un subsidio de $ 180 mil, que hoy no alcanza ni siquiera para los medicamentos, mucho menos para tener una vivienda digna y poder disfrutar de un buen retiro, y mientras tanto la oposición se mofa de intentar establecer un plan tortuga, cuando cerca de cuatro millones de personas no reciben nada y ocho millones no alcanzaron una pensión.
De nosotros no depende sacar adelante las reformas, esto pasa por un compromiso de todo el Congreso, de todas las bancadas, de dar la discusión y llegar a acuerdos, pero no podemos estar meses y meses intentando dar una discusión que debería saldarse en el debate argumentado y no en leguleyas legislativas. Nosotros estamos cumpliendo, se ha convocado a las sesiones y estamos preparados, esperando a que se pueda iniciar el debate, y eso pasa por el tiempo que el presidente del Congreso quiera dedicarle a estas sesiones, que debería ser prioritario, porque estamos hablando del bienestar de la gente, y de que los congresistas hagan cuórum y debatan.
Para usted, que ha estado en los dos frentes, ¿qué es más difícil, ser oposición o ser Gobierno?
Evidentemente, ser Gobierno. La oposición es un espacio legítimo, pero es mucho más difícil construir que estar en oposición. Ahora, es menos estéril estar en una bancada de Gobierno, porque puedes sacar adelante iniciativas legislativas. En la oposición que ejercimos tanto tiempo, poco pudimos proponer, cada logro fue el resultado de una lucha inmensa. Hoy hay la posibilidad de materializar muchas de las cosas que se han propuesto. Un ejemplo: la gratuidad en la educación superior la presenté siendo oposición, se discutió en la Comisión Sexta en un primer debate y se hundió, y ahora, ya siendo Gobierno, con unas bancadas más amplias, con un equilibrio más democrático de las fuerzas políticas, logramos que los jóvenes no tengan que pagar matrícula para entrar a la universidad, que es el principio de una reforma de la educación que tiene que darse.
El Congreso ha ganado en su composición: esas aplanadoras de las que se escuchaba en los congresos pasados, hoy no son tal. Se tiene que llegar a consensos entre las distintas fuerzas políticas, ni la oposición puede imponerse ni la bancada de Gobierno podrá sacar adelante reformas en un día. El debate tiene que darse, y eso es sano en términos democráticos.
Se dice que el oficialismo tiene muchas líneas rojas en la reforma pensional. ¿Cómo destrabarla?
Sí se ha cedido. Solo hay que revisar los textos que se radicaron inicialmente y los que están en discusión ahora y han tenido cambios importantes. En el caso de la reforma pensional, puedo hablar de diez acuerdos en la Comisión Séptima en los que el Gobierno cedió: la reducción de la edad en el pilar solidario de las semicontributivo para las mujeres, de 65 a 60 años; la mejora en el pilar semicontributivo, y es que pasamos de un IPC más tres a un 15 % de subsidio; la reducción de las semanas mínimas para la transición, pasando de mil a 900 para los hombres y 750 para las mujeres; la creación de una comisión especial para revisar la puesta en marcha de la reforma; la reducción del grupo de población para el aumento del aporte solidario, porque se pretendía grabar con un punto adicional y se redujo a 0,2 escalonado; se mantuvo el bono por hijo para las mujeres, que reduce el tiempo de pensión, al reconocerse la labor de crianza para las mujeres; para el caso de los indígenas no se requiere Sisben, sino que se toma en cuenta el censo propio; se eliminó la mención a las familias polígamas y a la comunidad Lgbtiq+ y se redujo el número de salarios de cuatro a tres y con base en eso se hacen todos los cálculos para la reforma pensional.
Entonces, hay unos ítems negociados y otros con los que se pueden llegar a acuerdos en la plenaria, pero para eso necesitamos llegar a la discusión. Decir que no hay voluntad de acuerdo es falaz, pero el Gobierno sí tiene unas líneas rojas y debe existir, lo tiene cualquier Gobierno. No se cede en todo y cada uno tendrá que defender sus posturas.
En cambio, de la reforma a la salud se dice que le hicieron tantos cambios en la Cámara, que parece un Frankenstein que ni los mismos congresistas entienden...
La reforma a la salud sí es muy difícil de comprender, porque no solo fue la discusión que se dio en Cámara, que fueron bastantes meses discutiéndola, sino que es bastante técnica. No sé si llamarla Frankenstein, es el resultado de acuerdos, discusiones, artículos que se aprueban y otros que no, pero aquí la conversación gira alrededor de quienes conciben la salud como una empresa, la posibilidad de generar un negocio, y quienes la conciben como un derecho que debería ser garantizado, como sucede en muchos países del mundo. Incluso EE. UU. tiene otro modelo de salud estatal y el privado, que conviven.
Es decir, se puede garantizar el acceso a la salud como un derecho fundamental y lo que tenemos son unas empresas privadas, que la mayoría han quebrado y otras están a punto de hacerlo. Se esperaba que pudieran cumplir una serie de promesas que se hicieron cuando la Ley 100 y la mayoría fueron incumplidas.
¿Pero cómo está la discusión de ese proyecto de reforma hoy?
Por un lado, las empresas no han podido prestar el servicio y hay cosas que tienen que ajustarse. Es cierto que tenemos un modelo de salud que en gran parte garantiza una serie de cosas, pero también que podemos aspirar a un mejor sistema de salud, y esto se logra ajustando el engranaje, para que podamos tener un modelo de salud preventiva, que es menos costoso para el Estado, y por lo tanto para los contribuyentes; que no sea un vía crucis el acceso al sistema de salud, que hoy mucha gente lo vive.
Hay cosas en las que funciona muy bien, pero, en términos de salud preventiva, no: cuántas mujeres realmente se pueden hacer la citología y los exámenes para prevenir el cáncer de cuello uterino y de mama. El Estado paga por anticipado por cada mujer que está afiliada al sistema de salud y por el examen de próstata para los hombres, y resulta que no se hacen. La mayoría de la gente no se hace los controles preventivos, porque no se están ofreciendo. Es el sistema de salud el que tiene que llamar y recordar que existe todo un modelo preventivo. En el caso de los niños, los controles neonatales, vacunación, controles pediátricos; en mujeres y hombres, todos los controles para evitar enfermedades que podrían ser prevenibles. El modelo de salud preventiva no ha funcionado en nuestro país y tendría unos costos mucho menores, entonces hay cosas que se deben ajustar y la gente tiene derecho a aspirar a más, a un modelo de salud que funcione.
¿Es cierto que usted trabaja en un proyecto que pretende revivir el transfuguismo?
No conozco el proyecto aún, es más un rumor que está en los medios de comunicación de que yo estoy impulsando la iniciativa. Ahora, el texto va a ser radicado y, como lo hice en el 2018, cuando defendimos la posibilidad de una reforma política en la Cámara de Representantes, que finalmente se hundió, defiendo la movilidad política o libertad política o trasfuguismo, como se le conoce.
En términos ideológicos, me parece que es lo más sano. Tenemos una serie de fuerzas políticas donde no se vota en términos de coherencia por esa fuerza, sino que se termina votando por cualquier persona. Entonces, se ven personajes de la más ultraderecha en un partido que tiene origen, historia e ideología progresista, o personas de ideales más progresistas en partidos que para nada representan, ese es el tema de los avales, y no hay ninguna coherencia: hoy no se sabe qué ideología defiende el partido por el que se votó y en una democracia que se consolida y una cultura política que se fortalece, se tiene que saber por qué partido se vota, más allá de la persona, si representa lo que lo define a uno en términos de visión de país, ideológicos y la forma en la que se hace política; hoy lo que tenemos es un desorden, hay partidos de Gobierno en los que está la más dura oposición, a pesar de que el partido se declara de Gobierno, partidos de independencia o gente en la independencia que se comporta como parte de la bancada de Gobierno, y eso es incoherente.
También se da en las regiones...
En las elecciones locales la gente vota es por personas, no hay coherencia política. Tenemos que fortalecer la cultura política y los partidos en términos de su coherencia ideológica. La gente tiene derecho a saber por quién vota y qué van a defender no solo un parlamentario, sino la bancada de la cual él hace parte, porque, si no, se está lanzando una moneda al aire, sin saber qué es lo que le va a salir al final.
Cambiando de tema, ¿qué expectativas tiene ante la llegada de Salvatore Mancuso con respecto al esclarecimiento del asesinato de su padre, Carlos Pizarro?
Mancuso tiene, seguro, mucho qué decir no solo en el caso de mi padre, sino alrededor de grandes magnicidios o crímenes de lesa humanidad y graves violaciones a los Derechos Humanos, y las víctimas en este país merecen conocer la verdad. Una de las luchas más importantes que he llevado en los últimos 20 años ha sido por esclarecer qué fue lo que sucedió alrededor del magnicidio de mi padre, un crimen que, además, fue declarado de lesa humanidad y si Mancuso tiene algo qué decir, porque él perteneció a las estructuras de las Autodefensas Unidas de Colombia y tuvo mando dentro de estas estructuras paramilitares, me gustaría esa contribución a la verdad y saber si él tiene alguna información que pueda ayudar, después de 34 años, a esclarecer no quién fue el gatillero, quién disparó, sino quienes dieron la orden de que mi padre debía ser asesinado.
En Cali hay un concejal, Andrés Escobar, que es cuestionado por un sector de la sociedad porque usó armas traumáticas durante el estallido social y ha llamado mucho la atención que un hijo de Carlos Pizarro, quien fuera el máximo líder del M-19, haya salido a defenderlo. ¿Como hermana de él e hija de su padre, que piensa al respecto?
Mi papá hizo la paz en este país, lideró el primer proceso de paz exitoso, no solo en Colombia sino en América Latina, y ocho grupos guerrilleros firmaron la paz después de que él lo hizo. A pesar de su asesinato, el M-19 siguió en la paz, las armas fueron dejadas atrás de manera voluntaria, no porque se sometieron, sino porque tomaron la decisión de hacer la paz en términos personales y colectivos, y ese es su gran legado y se tradujo en que el M-19 fuera la tercera fuerza política en la redacción de la nueva Constitución de nuestro país y recordemos que el M-19 convocó a un grande diálogo nacional que se tradujo en la redacción de un nuevo pacto social, que es la Constitución de 1991.
Ahora, yo tengo por principio respetar las posiciones políticas de cualquier persona, incluidos los miembros de mi familia; hay personas de mi familia con las que tenemos cercanías en términos ideológicos, otras con las que podríamos tener algunas diferencias y tal vez haya personas con las que, en términos ideológicos, tenga distancias. Respeto las posiciones ideológicas de mi hermano, en este caso concreto no las comparto, pero mi hermano es mi hermano, y yo lo quiero, pero no comparto su posición.