“La izquierda siempre ha sido más hábil para salir a las calles que la derecha, y esta iniciativa que viene liderando el Presidente, establecida para el mismo día en el que aparece la iniciativa de la marcha contra su Gobierno, se convierte en un pulso callejero que esperamos no traiga consecuencias lamentables en un clima de opinión que está suficiente caldeado, polarizado y afectado”.
Así analiza el consultor político Miguel Jaramillo Luhan el llamado que el presidente Gustavo Petro hizo a través de las redes sociales para “discutir en las calles” las reformas que impulsa el Gobierno, luego de que la oposición programó una manifestación en contra de las mismas para el 14 de febrero.
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Otros especialistas están de acuerdo con él en que realizar una marcha en favor de las políticas gubernamentales el mismo día no es más que una estrategia para tomarle el pulso al apoyo de la ciudadanía a las polémicas reformas que el Mandatario ha propuesto, pero también advierten que este no es el momento para ese tipo de mensajes, dadas las tensiones económicas y sociales que enfrenta el país.
En ese sentido, el director del doctorado en Estudios Sociales de la Universidad del Rosario, Carlos Charry, observa que, “aunque protestar es un derecho constitucional, en este caso puede llevar a que la polarización que estábamos viviendo se reactive y lleve a la ingobernabilidad o a que los sectores sociales que estaban a favor del Gobierno pasen a la oposición. Esto puede ser un arma de doble filo”.
Asimismo, el analista político Álvaro Bennedetti considera que la movilización promovida por el Jefe de Estado es “improcedente, no es el momento apropiado, porque, en una coyuntura tan álgida de polarización, podría significar violencia en las calles y un clima de tensión que se refleje en la inestabilidad macroeconómica que hay, debido a los pronunciamientos desafortunados de algunos miembros del Gobierno”.
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“Sabemos de la pasión de Petro por la calle, pero cambiar la reflexión sobre temas complejos por la algarabía en las calles es un retroceso democrático. Además: si la respuesta del Ejecutivo a una marcha opositora es una contramarcha, el derecho de protesta se ve menoscabado”, dijo, por su parte, el senador independiente Humberto de la Calle, a través de su cuenta de Twitter.
Incluso, desde el mismo Pacto Histórico han tomado distancia de la propuesta lanzada por el Presidente.
De hecho, el presidente del Senado, y uno de los mayores alfiles de Petro en el Congreso, Roy Barreras, dijo en declaraciones de radio que “es un modelo respetable del Gobierno, y podría recomendar el apoyo popular, pero me parece que puede generar conflicto. Creo que es importante canalizar ese reclamo de manera ordenada, para que haya sinergia y no se convierta en un reclamo caótico”.
De su lado, Carlos Charry anota que “las encuestas muestran que en Colombia cerca de un 60 % de las personas adultas se identifican como de centro y esto puede tener un efecto de apatía frente a las marchas, dado que si esto no se resuelve en proyectos concretos, puede llevar a un relajamiento del sistema político y a que no se encuentre efectiva la toma decisiones”.
La convocatoria
“Hemos convocado al gran diálogo social para cambiar a Colombia. (...) Porque la sociedad debe discutir las reformas, los invito a acompañarme en la plaza pública este 14 de febrero y el 1 de mayo”, escribió el Jefe de Estado el pasado viernes en Twitter.
El objetivo, según agregó, sería que los ciudadanos respalden en las calles las llamadas reformas sociales (la laboral, la de salud y la pensional) que en las próximas semanas del Ejecutivo pondrá a consideración del Congreso.
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Para el analista Benedetti, “a duras penas llevamos seis meses de esta Administración y todavía estamos en la cresta de la ola de la favorabilidad, por lo que se ambientaría un entorno para que el Gobierno tome decisiones que para muchos sectores puedan ser impopulares, pero para la gran masa que lo apoya, especialmente la base popular, sean sugerentes”.
De su lado, el politólogo Alejandro Echeverry sugiere que esta contramarcha sería también un termómetro para medir la favorabilidad que tiene la izquierda en el país de cara a las elecciones territoriales que se celebrarán en octubre de este año.
“Será un pulso para saber si todavía persisten las mayorías que apoyan a Petro o si se sienten defraudadas y quieren volverse al status quo. Cada bando va a sacar provecho de la situación y cada uno va a mostrar sus propios puntos. Aquí ninguno va a estar derrotado, pero sí generará una percepción de las luchas de poder que se avecinan para el 2023”, señala.