Por Sofía López Bueno, periodista de El País
Derecha o izquierda. Sin puntos medios. Ese es el panorama actual de América Latina, un vecindario que simula más un campo de batalla donde las constantes pérdidas de simpatías ideológicas, los triunfos de nuevos autoritarismos de uno y otro lado y el aumento de la tensión, mantienen las relaciones diplomáticas en crisis.
Ecuador vs. México, Argentina vs. Colombia, Nicaragua vs. Chile, Brasil vs. Argentina, El Salvador vs. Colombia, México vs. Argentina y todos vs. Venezuela son las recientes disputas en el ‘cuadrilatero’ que hoy representa la red social X, pero que ya empezó a trasladarse a un escenario real.
“Esas rivalidades que vemos son el reflejo de las diferentes posiciones ideológicas que hay, y cómo nos hemos ido polarizando, no solo a nivel nacional, sino también regional. Por eso las situaciones son más complejas y difíciles de conciliar”, analiza Ricardo Abello, profesor de Derecho Internacional de la Universidad del Rosario.
Agrega que “eso ha llevado a que haya este tipo de posiciones, donde los ideales políticos hacen una referencia más hacia esos individualismos y posiciones, que a lo que debería ser un sano entendimiento entre las partes”.
Y el internacionalista Mauricio Jaramillo anota que estas divisiones también se dan porque “muchos presidentes no tienen suficiente experiencia, sino que varios han llegado con el discurso de la antipolítica, como en el caso de Javier Milei (Argentina), y eso lo lleva, por ejemplo, a insultar a Gustavo Petro (Colombia), así como el caso de Daniel Noboa (Ecuador), donde su desconocimiento sobre cómo funciona una relación diplomática y el derecho consular lo llevó al asalto dramático de la embajada mexicana en Quito”.
Los roces iniciaron con un comentario del mandatario mexicano, Andrés Manuel López Obrador, en X, a principios de mes, sobre la violencia política en Ecuador y la supuesta manipulación de los medios de comunicación en las últimas presidenciales.
Quito respondió expulsando a la embajadora Raquel Serur y la nación azteca aumentó la tensión al otorgar asilo al exvicepresidente Jorge Glas, sobre quien pesaba una orden de prisión por presunto peculado, llevando a que la reacción de Noboa fuera irrumpir en la sede mexicana para arrestarlo.
Ese episodio significó un gran costo para el mandatario ecuatoriano, pues la Organización de Estados Americanos rechazó su accionar y sobre él ahora pesa una denuncia ante la Corte Interamericana de Justicia de La Haya.
En ese sentido, Jaramillo indica que “hay una polarización histórica desde hace algunos años en la que participan personajes como López Obrador, Petro y (Nayib) Bukele, a través de la diplomacia del X”.
“Entonces, hay una desinstitucionalización de la diplomacia que, sumada al estado de polarización y a la llegada de ‘outsiders’, pues tiene a la diplomacia latinoamericana fragmentada y rasgada”, añade el analista.
Al respecto, Manuel Alejandro Rayran, docente de la Facultad de Finanzas, Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado, explica que, finalizando el Siglo XX, en América Latina surgió una ola de la derecha neoliberal, que luego giró hacia la izquierda con gobiernos progresistas de izquierda como el de Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales y Luis Inacio Lula da Silva, para después, en 2016, pasar nuevamente a la derecha.
“Sin embargo, en el actual periodo ese péndulo no fue de un lado a otro, sino que América Latina está viviendo liderazgos de mandatarios de diferentes orillas. Por eso vemos presidentes como Milei, un capitalista, como él mismo se define, que se ubican en el espectro de la derecha, pero tenemos también gobiernos progresistas, como en Brasil, Colombia y Chile”, dice.
Añade que, por ejemplo, “Milei ha establecido una política exterior ideológica, dogmática, con una estrategia comunicacional confrontiva para enfrentarse con los presidentes que tienen visiones distintas a él. Entonces esos tres factores, polarización, jefes de estados de ambas orillas y la radicalización, han llevado a que en América Latina estemos evidenciando estas tensiones entre los diferentes líderes”.
Además del caso Ecuador-México, hace poco se vio un enfrentamiento entre Argentina y Colombia, que llevó a que Petro llamara devuelta a su embajador en Buenos Aires y expulsara de Bogotá a diplomáticos de ese país, luego de que Milei se refiriera a él como un “asesino terrorista” y tuvieran que ser los cancilleres de ambas naciones quienes hicieran el llamado a la calma.
Otras discusiones que se han presentado recientemente son los rechazos alrededor de la represión del Gobierno venezolano a la oposición de cara a las presidenciales de julio, en las que Maduro buscará su reelección.
Además, esta semana Gabriel Boric aseguró que no permitirá la impunidad en el crimen de Ronald Ojeda, un exmilitar disidente del régimen de Maduro que vivía como refugiado en Santiago, que, según versiones, tuvo su origen en un móvil político organizado desde Venezuela, por lo que el mandatario chileno exigió la colaboración de Caracas para aclarar el asesinato.
El crecimiento del populismo
Para Henry Rafael, presidente del Instituto de Comunicación Política y Gobierno, Icpg, otro factor que influye en que se den enfrentamientos entre los mandatarios latinoamericanos es el populismo para efectos de generar votación o respaldo de la ciudadanía.
Por ejemplo, dice, “en el caso de López Obrador, su comportamiento, no solamente internacional, responde básicamente a lo que él refleja a nivel nacional, es una persona que ha buscado siempre generar conflicto y el populismo con el que trabaja lo ha llevado a sobrepasar las barreras y llevarlo a la diplomacia internacional”.
Además, indica que desde Estados Unidos, al estar ad portas de las presidenciales, los candidatos republicados y demócratas están incidiendo en el quehacer de ese escenario latinoamericano y sobre todo en el rescate de las relaciones bilaterales.
“Eso es peligroso porque, en un momento donde la economía mundial necesita que, sobre todo, los países del mismo idioma puedan generar mejores condiciones para el crecimiento y el desarrollo de sus sociedades, tenemos a los gobernantes generando conflictos, no de Estado, sino ideológicos”, añade.
Por ello, las fuentes consultadas coinciden en que esos conflictos solo están arrastrando a las sociedades a unas disputas que para los ciudadanos no tienen mayor relevancia, lo que las hace innecesarias.