Al crecer en Miami entre exiliados cubanos que huyeron de la revolución de Fidel Castro, el senador Marco Rubio desarrolló un profundo odio al comunismo. Ahora, elegido por el presidente electo Donald Trump como el principal diplomático de Estados Unidos, está decidido a aportar esa misma munición ideológica para reformular la política estadounidense en Latinoamérica.
Como el primer secretario de Estado que es latino, se espera que Rubio dedique una atención considerable a lo que durante mucho tiempo se ha denominado despectivamente como el patio trasero de Washington.
El republicano de mayor rango en la Comisión Selecta sobre Inteligencia del Senado y miembro desde hace mucho tiempo de la Comisión de Relaciones Exteriores, ha aprovechado su conocimiento y sus inigualables relaciones personales para impulsar la política estadounidense en la región durante años.
Por décadas, desde el fin de la Guerra Fría, Latinoamérica ha desaparecido poco a poco de la agenda de política exterior de Estados Unidos, incluso a pesar de que adversarios de Estados Unidos como Rusia, Irán y, especialmente, China han hecho avances profundos. Si es confirmado por el Senado, es probable que el republicano de Florida ponga fin a ese abandono.
Pero la reputación de Rubio como partidario de línea dura en materia de seguridad nacional, su acogida al plan de Trump de deportación masiva de migrantes, y su habilidad para la retórica polarizadora, probablemente enemiste incluso a algunos aliados de Estados Unidos en la región que no están dispuestos a alinearse con la política exterior de “Estados Unidos Primero” del presidente entrante.
Las opiniones de Rubio sobre Latinoamérica son bien conocidas y contrastan marcadamente con la preferencia del gobierno del presidente Joe Biden por la diplomacia multilateral y el diálogo con los críticos de Estados Unidos.
Para imitar el ejemplo de su jefe, es probable que el foco principal de Rubio en la región sea México, en materia de comercio, narcotráfico y migración. Alguna vez promotor de reformas bipartidistas que permitieron a los inmigrantes indocumentados una vía hacia la ciudadanía, se transformó durante el primer gobierno de Trump en un fiel partidario de sus exhortos a una mayor seguridad fronteriza y a deportaciones masivas.
Rubio, de 53 años, ha tenido durante mucho tiempo la atención de Trump respecto a Latinoamérica, y no ha dudado en utilizar ese acceso para promover su agenda de línea dura. Ha sido uno de los críticos más abiertos de la intromisión económica, política y militar de Rusia y de China en la región, y se espera que castigue a los países que se acerquen a los rivales geopolíticos de Estados Unidos, o a aquellos que no apoyen a Israel.
La relación con Colombia
Tampoco ha dudado en usar su poder para intimidar a los líderes de izquierda que considera perjudiciales para los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos. Incluso los moderados elegidos democráticamente han sido objetivos suyos.
El director de la Fundación Paz y Reconciliación, León Valencia, analizó la llegada de Rubio a la administración Trump como un golpe para Petro. “La designación de Marco Rubio como secretario de Estado de los Estados Unidos no es solo una , sino la principal, mala noticia de Trump para el gobierno colombiano y para América Latina”, expresó.
En 2023, calificó al presidente colombiano, exmiembro del grupo guerrillero M-19, como una opción “peligrosa” para liderar a un país que ha sido socio de Estados Unidos desde hace mucho tiempo en la guerra contra las drogas.
Justamente, la lucha contra las drogas podría ser uno de los puntos delicados en la nueva relación con Rubio. “En 2017, el entonces presidente Trump, en su primera administración, estuvo a punto de descertificar a Colombia luego de la firma de los acuerdos de La Habana con las Farc, al considerar que no se estaba haciendo lo suficiente para contener el narcotráfico”, recordó el exministro Juan Carlos Pinzón.
Y, teniendo en cuenta que Colombia tiene el mayor número de hectáreas (253.000, a corte de 2023, según Simci) y el mayor nivel de producción de cocaína en su historia (2.664 toneladas), en su segundo mandato, “es muy probable que lleguen a la conclusión de que la administración Petro no está haciendo lo necesario para enfrentar ese flagelo”.
La última arremetida de Rubio contra Petro ocurrió en mayo de este año, cuando lo cuestionó por la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel. “Hoy el presidente de Colombia, partidario de Hamás, rompió relaciones diplomáticas con Israel. Es muy triste ver que un país tan increíble, de personas que tanto han sufrido a manos de los narco-terroristas, esté actualmente gobernado por un simpatizante terrorista que quiere ser la versión colombiana de Hugo Chávez”, fue el duro mensaje que Rubio escribió en su momento.
“Al presidente Petro le toca retractarse con apoyos a grupos terroristas como Hamás, ni tampoco seguir liberando criminales sin ninguna consecuencia. También tiene que mejorar la seguridad, dejar de no hacer nada en el tema de drogas y ser mucho más respetuoso con los republicanos que ganaron estas elecciones. Las relaciones serán cordiales como de costumbre, pero más exigentes”, señaló en esa línea la senadora Paloma Valencia.
Uno de los posibles efectos colaterales del cambio de administración en Estados Unidos sería la posible disminución de los recursos que el Congreso de Estados Unidos le va a dar a Colombia. En este punto, no solo sería decisivo el nombramiento de Rubio, sino también la mayoría republicana tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes.
*Con información de AP y Redacción El País.