Una investigación de SEMANA reveló que luego del primer año del presidente Gustavo Petro en el poder la inteligencia militar está en decadencia. Barrida de uniformados expertos y traslados injustificados de personal que se ubicaba en posiciones claves son algunos de los cambios en la estrategia del Gobierno para el Ejército Nacional.
En el último mes, algunas operaciones en contra de ‘Iván Mordisco’, jefe de las disidencias de las Farc, no fueron autorizadas, a pesar de los esfuerzos de los militares por mantener a los miembros de este grupo bajo la mira. Algunos oficiales, incluso, advierten que estas decisiones se tomaron desde antes de acordar el cese al fuego bilateral.
“Todos los trabajos que se hacen fueron suspendidos, inclusive antes del cese bilateral, y de que se expidieran los decretos. La orden fue no atacar a esos grupos. Obviamente, nunca lo hicieron de manera formal con un documento, pero era poco o nada el interés de los mandos de afectar a los cabecillas de los diferentes grupos como el ELN, el Clan del Golfo o los residuales”, dijo a Semana un oficial.
Al panorama de las operaciones, se suma que varios militares retirados que acompañaron la campaña presidencial de Petro regresaron a la institución y estarían asesorando al ministro de Defensa, Iván Velásquez, en sus radicales decisiones.
Dos generales y varios coroneles han sido removidos de sus cargos en inteligencia militar, salidas que habrían afectado la operación de unidades estratégicas como el Comando de Apoyo de Combate de Inteligencia Militar (Caimi), encargado de la ciberinteligencia, como también de definir objetivos de alto valor y evaluar amenazas externa.
Este comando está compuesto por varias unidades, entre estas brigadas de inteligencia militar 1 y 2. En los primeros doce meses del Gobierno Petro, la primera ha tenido tres comandantes distintos: los coroneles César Tique, Miguel Chaparro y Juan Carlos Bernal. Expertos en inteligencia militar advierten que estos cambios crean inestabilidad en las unidades.
Por la brigada de inteligencia militar número 2 pasaron los coroneles Héctor Méndez y Alexander Porras Plata, excomandantes que señalan que las rotaciones constantes en estas unidades “no son normales ni convenientes”, pues un oficial dura en promedio entre 18 y 24 meses en un cargo de este nivel.
Otro de los cambios notables es el nombramiento de los tenientes coroneles Johan Peña y Felipe Melo en las unidades de contrainteligencia militar, cargos que antes eran ocupados por coroneles. En ese sentido, la preocupación del cuerpo de inteligencia es que algunos militares no son expertos en las áreas que hoy comandan.
Sobre estos cuestionamientos, el Ejército respondió a SEMANA que “ambos vienen de unidades complicadas, Valle del Cauca y Putumayo, o sea, cuentan con el conocimiento y la experiencia y se busca potenciar y dinamizar el trabajo”. Según fuentes del Ejército, la inteligencia militar se debilitó en este Gobierno porque quedó en manos de un grupo de oficiales activos y otros retirados que rodean al ministro Velásquez. Sobre estos últimos, un alto oficial dijo a SEMANA que “algunos fueron retirados por diferentes cuestionamientos”.
Uno de los activos es el general Óscar Vera Peláez, señalado de, supuestamente, entregar información clave para perseguir a quienes participaron en grandes operativos. Incluso, lo culpan de, aparentemente, liderar las pesquisas del Gobierno sobre la muerte de Jesús Santrich en Venezuela.
“La primera visión que tengo de cómo se empezó a debilitar la inteligencia fue desde la llegada del general Vera al Comando de Apoyo de Inteligencia Militar (Caimi). Él fue designado como comandante de la inteligencia del Ejército, y ordenaron debilitar las operaciones y solamente hablar de interdicción. O sea, afectar solamente el fenómeno del narcotráfico por vía terrestre, marítima o en laboratorios. Él le bajó a todo lo que era la amenaza y los objetivos de alto valor estratégico”, dijo un alto oficial a SEMANA.
Junto a Vera, hoy comandante de la Quinta Brigada del Ejército, con sede en Bucaramanga, está el nombre del coronel Deibe Alexánder Coca Buitrago, jefe del Estado Mayor de contrainteligencia militar. Otra fuente hizo graves señalamientos: “Coca Buitrago es el encargado, con personal del Ejército, de hacer seguimientos, de hacer montajes a personas que no se prestan para las intenciones que tiene el actual Gobierno. Entonces, internamente, en inteligencia, se viene observando una persecución al estilo de la Stasi, en épocas de la Alemania Oriental, donde el que no estuviera de acuerdo con el régimen tenía que salir o era encarcelado”.