La diabetes tipo 2 es una enfermedad que afecta a alrededor de 480 millones de personas en todo el planeta, aumentando además el riesgo de desarrollar hígado graso no alcohólico, una afección que puede evolucionar hacia la cirrosis y afectar la función hepática.
Expertos del campo de la medicina llevan tiempo advirtiendo a la sociedad sobre la necesidad de realizar cambios en la alimentación con el fin de mejorar la calidad de vida de los pacientes con diabetes. La alimentación saludable y equilibrada es esencial para quienes padecen esta enfermedad y también la actividad física saludable.
Distintas investigaciones han sugerido que restringir la ingesta de carbohidratos puede contribuir a mejorar el control de los niveles de azúcar en la sangre.
Un estudio publicado en la revista JAMA Network Open destacó que una dieta baja en carbohidratos tiene la posibilidad de beneficiar a personas con diabetes no medicada y a aquellas que están en riesgo de diabetes al reducir sus niveles de azúcar en la sangre.
No obstante, la evidencia sobre si la reducción de carbohidratos afecta a los niveles de azúcar en sangre en personas con diabetes o prediabetes no tratada y sobre otros nutrientes prioritarios era limitada.
Y es que un nuevo ensayo controlado aleatorizado con más de 100 personas con diabetes tipo 2 reveló que una dieta baja en carbohidratos, alta en grasas y sin restricción calórica puede conducir a una pérdida de peso más efectiva y mejorar los niveles de glucosa en comparación con una dieta alta en carbohidratos y baja en grasas.
Las dietas para la Diabetes tipo 2
Una investigación que duró alrededor de 6 meses y que fue publicada en la revista Annals of Internal Medicine, indicó que estos beneficios no se mantuvieron tres meses después de la intervención. En consecuencia, los expertos sugieren que los cambios dietéticos en personas con diabetes deberían ser a largo plazo.
Para esta ocasión, los investigadores asignaron de manera aleatoria a 165 personas con diabetes tipo 2 a una dieta baja en carbohidratos y alta en grasas (LCHF) o a una dieta alta en carbohidratos y baja en grasas (HCLF). Se les pidió a todos que consumieran calorías que fueran equivalentes a su gasto energético.
A los participantes de la dieta baja en carbohidratos se les recomendó que no obtuvieran más del 20% de sus calorías de los carbohidratos, permitiéndoles obtener entre el 50 y el 60% de calorías de grasas y entre el 20 y el 30% de proteínas.
Por otro lado, a los participantes de la dieta baja en grasas se les pidió que consumieran aproximadamente la mitad de sus calorías en carbohidratos, distribuyendo el resto equitativamente entre grasas y proteínas.
Después de evaluar los resultados, los investigadores descubrieron que las personas que seguían la dieta baja en carbohidratos reducían la hemoglobina A1c un 0,59% más que aquellos que seguían la dieta baja en grasas. Además, perdían en promedio 3,8 kg más de peso en comparación con el grupo de dieta baja en grasas.
Los expertos subrayan que, para mantener estos beneficios, los cambios dietéticos deben ser a largo plazo. Debido a que los efectos positivos de la dieta baja en carbohidratos no se mantuvieron tres meses después de la intervención, sugieren que las modificaciones dietéticas deben ser sostenibles en el tiempo para que sean beneficiosas para la diabetes.