Uno de los alimentos más comunes en el mundo es, sin duda, el pollo. Su variedad de presentaciones hacen que casi todas las personas encuentren gusto en este producto, ya que se puede servir frito, asado, al horno, a la brasa, rebozado, relleno, entre otras opciones.
Sin embargo, pese a que tiene una buena aceptación en general, muchos se preguntan se su piel, gelatinosa en algunas presentaciones y crocante en otras, puede tener efectos nocivos para la salud y el organismo, sin embargo, en la actualidad no hay ningún tipo de riesgo a la hora de comer esta parte del pollo.
Los procesos productivos de este alimento han tenido que eliminar el uso de hormonas y otros productos en la crianza del animal, que comúnmente se utilizaban para un mayor crecimiento muscular y otras bondades en el pollo, pero que podían resultar dañinos para las personas.
Esto ocurrió hace más de dos décadas, por lo que no existe posibilidad de que las compañías legalmente constituidas en la actualidad tengan incluidos procedimientos de este tipo en la crianza y producción del pollo para el consumo.
Aun así, cabe resaltar que si por “malo” se entiende el hecho de afectar la buena dieta, entonces sí lo es y sería mejor evitar la piel, debido a que es la parte más calórica del pollo, por lo que se estarían ingiriendo más calorías y grasas.
Esto hace que comer la piel no sea dañino para las personas en la medida en que esto se haga de forma esporádica, o como una parte bien planificada de una dieta balanceada.
Adicionalmente, hay que señalar que esta parte del pollo es la que está en contacto con el exterior durante todo el proceso. Antes de que llegue a la mesa ha pasado por el matadero, la desplumadora, los contenedores de transporte y las tiendas, proceso en el cual entran en juego una serie de máquinas y equipos, así como manos humanas.
Todo esto puede hacer que se acumulen bacterias en esa zona, las cuales sí podrían llegar a afectar la salud. Por lo tanto, en el caso de que no haya opción y se quiera consumir, lo mejor es cocer bien el pollo para eliminar las bacterias que se hayan podido concentrar allí.
Pero si se trata de individuos con riesgo de enfermedades cardíacas o con el colesterol alto, lo mejor es no ingerir la piel. Lo mismo ocurre si la persona quiere limitar o bajar de peso, ya que cualquier esfuerzo físico o alimenticio se puede ver contrariado por el nivel de calorías y grasas saturadas que se consumen con su ingesta.
En estos casos es mejor alimentarse de las partes más saludables del pollo. ¿Cuáles son? Los solomillos y la pechuga. Por ejemplo, el contenido nutricional de la pechuga indica que tiene solo un 3 % de grasa, mientras concentra un 25 % de proteína y micronutrientes beneficiosos como lo son el fósforo, la niacina y la vitamina B6.
¿Qué es lo negativo de estas dos partes? Que son de las menos jugosas del pollo, por lo que muchas personas continúan prefiriendo, además de consumirlas, comer también la piel, la cual ha sido caracterizada además por su sabor.
En caso de que no se desee dejar de lado la piel, existe la posibilidad de prepararla de tal forma que sea menos dañina. La mejor opción de cocinarla es asándola, de esta manera la grasa se va desprendiendo durante la preparación y se queda en el jugo residual.
Pero no se logrará este efecto si, por el contrario, se decide freír el pollo, ya que de esta manera se retendrá un mayor nivel de grasa que se verá acompañada del aceite que se haya utilizado para la preparación. Por eso si se va a consumir el pollo en su presentación frita, en definitiva lo mejor es quitar la piel.