Es habitual que varias comidas al rededor del mundo estén acompañadas de salsa de tomate, señalando que esta potencia el sabor de los ingredientes y es exquisita para el paladar. Sin embargo, incluir este aderezo en la alimentación diaria puede contraer enfermedades.

Por lo general, esta salsa contiene altos niveles de sodio. Un consumo excesivo de sodio está relacionado con un aumento de la presión arterial, un factor de riesgo significativo para enfermedades cardiovasculares como la hipertensión y la enfermedad coronaria.

Según la Asociación Americana del Corazón, el exceso de sodio puede provocar retención de líquidos, lo que aumenta la presión arterial y, en última instancia, puede conducir a eventos cardíacos adversos.

Muchas comidas van acompañadas de salsa de tomate. | Foto: Getty

Pero los daños del sodio no cesan ahí, ya que un alto contenido de este puede tener efectos negativos en la salud renal. Los riñones son responsables de filtrar el exceso de sodio del cuerpo, y una carga excesiva de sodio puede provocar daño renal a largo plazo.

Al igual que el sodio, muchas salsas de tomate contienen azúcar añadido, lo que puede contribuir a un aumento en la ingesta calórica diaria. Consumir grandes cantidades de azúcar y calorías sin un balance adecuado de actividad física puede llevar al aumento de peso y, eventualmente, a la obesidad.

La obesidad es un factor de riesgo para múltiples condiciones de salud, incluyendo diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer.

Una dieta alta en azúcar, como la que puede resultar del consumo frecuente de salsa de tomate comercial, también puede afectar negativamente el sistema inmunológico. El exceso de azúcar puede causar inflamación.

Consumir salsa de tomate en cada comida puede tener efectos significativos en la salud. | Foto: Nadezhda_Nesterova

Su consumo frecuente también puede causar trastornos digestivos en algunas personas. Los tomates son naturalmente ácidos, y la salsa de tomate puede exacerbar problemas como la acidez estomacal y el reflujo gastroesofágico.

Además, los conservantes y aditivos presentes en las versiones comerciales pueden irritar el tracto digestivo, causando molestias como hinchazón, gases y diarrea.