La Organización Mundial de la Salud (OMS) explica que la tensión arterial se genera por la fuerza de la sangre que empuja las paredes de los vasos sanguíneos, las arterias, cuando el corazón bombea. Cuanto más alta es la tensión, más dificultad tiene el corazón para bombear.
De un lado está la presión sistólica, el número superior, que registra la presión en las arterias cuando hay una contracción del corazón y bombea sangre, y de otra parte está la presión diastólica, el número inferior, que mide la presión entre los latidos del corazón cuando se relaja y se llena de sangre nuevamente.
Esto se mide a través de milímetros de mercurio (mmHg), como 120/80 mmHg (presión sistólica/presión diastólica), que se considera normal.
Se considera que hay hipertensión, o presión arterial alta, en el momento en que la medición supera los número que se consideran normales (generalmente 130/80 mmHg o más). Entre las razones de esta afección, aunque son diversas, se pueden incluir factores genéticos, edad, obesidad, falta de actividad física, consumo excesivo de sal, consumo de alcohol, tabaquismo y estrés crónico.
Así mismo, padecer esto puede incrementar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares y otros problemas de salud graves. Por tal motivo es indispensable regular el consumo de alimentos que pueden elevar aceleradamente la presión. Algunos de ellos son:
Sal de mesa: Aunque este producto es muy importante para el sabor de los platos, debido a su alto contenido en sodio se debe consumir con mucha moderación. Al consumir sal, el cuerpo necesita mantener un equilibrio entre el sodio y el agua en la sangre y los tejidos. Para ello, los riñones retienen agua para diluir el exceso de sodio, lo que puede aumentar el volumen sanguíneo y la presión sobre las paredes de las arterias. Además de aumentar el volumen sanguíneo, el exceso de sodio puede hacer que los vasos sanguíneos se vuelvan más rígidos y menos flexibles, lo que también contribuye al aumento de la presión arterial.
Azúcar blanca: El consumo elevado y desmesurado de azúcar puede contribuir al desarrollo de resistencia a la insulina, una condición en la que las células no responden adecuadamente a la insulina, la hormona que regula los niveles de glucosa en sangre. La resistencia a la insulina se asocia con la hipertensión y el síndrome metabólico, que es una constelación de factores de riesgo cardiovascular. Además, el uso frecuente y en grandes cantidades puede dañar el revestimiento interno de los vasos sanguíneos, conocido como endotelio. Un endotelio sano es esencial para mantener una función cardiovascular óptima.
Carnes rojas y embutidos: Las carnes rojas, especialmente las carnes procesadas y ricas en grasas, a menudo contienen cantidades significativas de grasas saturadas. El consumo excesivo puede contribuir al desarrollo de resistencia a la insulina, inflamación y formación de placa en las arterias, lo que puede aumentar la presión arterial y el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Algunos, como las salchichas y el jamón, pueden tener un alto contenido de sodio, lo que puede provocar retención de líquidos y aumento del volumen sanguíneo. Asimismo, cocinar la carne a altas temperaturas, como asarla o freírla, puede provocar la formación de compuestos potencialmente nocivos y efectos negativos sobre la salud cardiovascular.
Lácteos enteros: Los alimentos ricos en grasas, como la leche entera, el queso y la crema, pueden contener altos niveles de grasas saturadas, lo que puede afectar la presión arterial. Asimismo, los alimentos fritos suelen tener un alto contenido calórico y grasas no saludables.
Si el objetivo es mantener una presión arterial en niveles adecuados se recomienda incluir en la alimentación frutas y verduras, granos enteros, legumbres, aguacate, chocolate negro y todos aquellos que sean buena fuente de grasas saludables.