En la búsqueda de soluciones para prevenir y aliviar las dolencias articulares, el colágeno es una de las mejores opciones, pues con su alto contenido de proteína ayuda a fortalecer los tejidos conectivos del cuerpo como la piel, los huesos y el cartílago, además el colágeno desempeña un papel fundamental en la integridad de las articulaciones.
Entre los beneficios que se pueden evidenciar es el efecto en el tejido que amortigua las articulaciones y permite movimientos suaves y sin fricción. Este componente proteico ayuda a mantener la integridad del cartílago, previniendo su deterioro con el paso del tiempo y el uso excesivo.
Además, el colágeno posee propiedades anti-inflamatorias que pueden reducir la inflamación en las articulaciones, aliviando el dolor asociado con condiciones como la osteoartritis y la artritis reumatoide, lo cual permite que con el pasar de los años no se presenten dolores en las articulaciones del cuerpo, además mantiene la piel saludable, evitando la aparición de arrugas.
Estudios clínicos han demostrado que los suplementos de colágeno pueden disminuir significativamente el dolor articular en personas que padecen estas enfermedades. La ingesta de colágeno también mejora la flexibilidad y la movilidad de las articulaciones, beneficiando especialmente a personas mayores y a aquellos que realizan actividades físicas intensas. Además, los suplementos de colágeno estimulan al cuerpo a producir más colágeno de manera natural, ayudando a reparar y regenerar el cartílago dañado.
El colágeno puede obtenerse a través de suplementos disponibles en diversas formas, como polvo, cápsulas y líquidos, a menudo derivados de fuentes animales como vacas, cerdos o pescados. Además, se puede aumentar la ingesta de colágeno mediante alimentos ricos en esta proteína, como el caldo de huesos, la gelatina, las carnes magras y los pescados con piel.
Para potenciar la producción natural de colágeno, es recomendable consumir alimentos ricos en vitamina C, como cítricos, pimientos y fresas, así como fuentes de aminoácidos presentes en la soja, el pollo y el pescado.