Casi nadie está preparado para morir o para aceptar la muerte de sus seres queridos. Así lo ha comprobado el escritor y conferencista Gonzalo Gallo durante los 25 años que ha dedicado —antes como sacerdote, ahora como laico— a atender moribundos, y a sus familias.

“Uno encuentra desolación, apegos, temores, rabias, odios, pendientes, ciclos sin cerrar, entonces la muerte, con la que nos tienen asustados, se convierte en un drama sin que deba ser así”, afirma el autor del libro ‘Siete frenos para morir bien’.

Eso ocurre porque uno no suele prepararse para la muerte, incluso se la pasa eludiendo el tema. “No ocurre lo mismo con los budistas y los hinduistas, en los que también la muerte causa tristeza por la separación de un ser querido, pero no es ese cataclismo que se vive aquí donde hay gente que sigue celebrando el vigésimo aniversario de la muerte de un familiar, en lugar de enfocarse en la nueva vida de este”.

Él prefiere darle otro nombre a la muerte y es “transición”, “se trata de un cambio de vida. Podríamos decir que el nacimiento es otra muerte, porque el niño muere a su vida uterina. Los tibetanos desde su infancia meditan sobre la muerte, que para ellos no es el fin horrible que los occidentales pensamos sino un simple cambio de dimensión, del cuerpo físico a uno de energía y nueva vida”.

Lo más común en un ser humano, según el exsacerdote, ante una situación que lo golpea, lo sacude o lo tritura, es batallar contra la realidad o contra Dios, pelear con lo que está pasando.

“A los médicos y a las enfermeras no los han preparado para aceptar la muerte sino para pelear con esta, para evitarla a toda costa, incluso haciéndole oprobios a un anciano. Un médico de Harvard, Atul Gawande, escribió el libro ‘Ser Mortal’, en el que les dice a los médicos: ‘Aceptemos que la muerte existe, no batallemos contra ella, ayudemos a las personas a aceptarla’. Mientras yo no acepte algo, voy a sufrir más”, dice.

Siete frenos para morir bien

Los manuales para morir bien de la Edad Media enumeraban cinco tentaciones que asediaban a un moribundo: falta de fe, desesperación, impaciencia, orgullo espiritual y codicia. Gallo nos habla de otras más.

1. Los apegos afectivos y materiales

“El apego no es querer, es depender, es sentir que sin la otra persona no puedo estar bien, no puedo ser feliz. Casi todos tenemos apegos, ya sea afectivos o materiales, que generan sufrimiento. Me ha tocado ver personas aferradas a la mano del enfermo diciéndole ‘no te vayas, sin ti no puedo vivir’, ‘si tú te vas yo me muero’, ‘sin ti qué voy a hacer’, y eso es horrible tanto para quien está expresándolo como para el convaleciente, que si no lo escucha al menos está sintiendo que lo tienen en este plano atorado y no lo dejan ir. Nunca hay que llorar delante de una persona enferma, tampoco discutir o pelear”.


2. Temores

“El temor al modo de morir, a lo que pasa después de la muerte y a la incertidumbre de cómo quedarán los seres que voy a dejar hay que dominarlo, conjurarlo. Si ni siquiera me preocupo por saber qué es lo que sigue, si hay vida después de esta vida, por leer sobre el tema, cómo voy a superar esos temores infundados”.

3. Ciclos sin cerrar o pendientes

“La gente anda con enredos, con relaciones furtivas, con platas guardadas, con sentimientos que no ha expresado. Me ha tocado estar con un moribundo en cuidados intensivos moviendo los labios porque quiere decir algo, está sufriendo porque no puede y la gente a su alrededor también, y quizás ya no lo va a poder decir. Hay que resolver lo inconcluso, cerrar ciclos”.

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4. Odios y culpas

“Cuando asesinan a un ser querido, el que se queda carcomiéndose con la rabia muere en vida, mientras el ‘muerto’ trasciende. Pero hay quienes saben perdonar y es importante lograr esa tranquilidad para irse sin remordimientos y dejar a quienes quedan en este plano con la sensación de que todo fue dicho, aceptado y perdonado. En el caso de un enfermo terminal hay que crear un clima de amor, de mucho contacto, es muy importante que si hay relaciones de odio, se perdone y se busque una comunicación cariñosa. Los últimos sentidos que pierde un moribundo son el tacto y el oído, entonces hay que hacerle ver que está a su lado, incluso puede disfrutar de escuchar su música, hay que garantizarle que no va a sentir dolor, que no está solo”.

5. Un espíritu débil o descuidado

“El que va a trascender es el espíritu, no el cuerpo. Cuando le pregunto a la gente ‘¿Qué hizo ayer por su espíritu?’ me dicen que rezan dos minutos y de memoria, que es casi lo mismo que nada. Entonces el espíritu de la gente anda desnutrido, descuidado, no está preparado para asumir como se debe la muerte”.

6. Poco amor porque la prioridad fue el tener y no el ser

“La prioridad de nuestra sociedad no es el amor, es trabajar, tener y divertirse, y eso no está mal, pero el objetivo primordial debe ser amarme y amar, y eso es lo que va a permitir que el alma pueda trascender”.

7. No prepararse para morir

“Debo leer, meditar, hablar sobre el tema de la muerte, porque si no afronto esa realidad no voy a llegar preparado. Cultivar la dimensión espiritual del ser humano en la religión que uno quiera, porque está demostrado que quien es espiritual es más sereno, acepta la realidad, no batalla con las cosas ni con los hechos, fluye más con la vida y con la muerte. Entiende que morir no es más que un paso entre vidas. La muerte, de hecho, no existe. Existe la vida acá y después de dejar este cuerpo”.

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Gonzalo Gallo González ofrecerá la conferencia ‘Morir bien’ el próximo jueves 28 de febrero, a las 7:00 p.m., en el Club Campestre de Cali. Informes: 315 6618824.