Como un trastorno del sueño común pero debilitante, el insomnio afecta a un gran número de personas en todo el mundo. Esta condición se caracteriza por la dificultad para conciliar el sueño, permanecer dormido o tener un sueño reparador, lo que resulta en una falta de descanso adecuado.
El insomnio puede tener múltiples causas y puede ser tanto agudo como crónico. El insomnio agudo es de corta duración y generalmente está relacionado con factores externos, como el estrés, los cambios en el entorno o los eventos traumáticos. Por su parte, el insomnio crónico se prolonga durante un período más extenso, generalmente más de tres noches a la semana durante al menos tres meses y puede estar asociado con trastornos de salud subyacentes o factores de estilo de vida.
Hay varios hábitos que pueden contribuir al desarrollo del insomnio. El estrés y la ansiedad son dos de los principales culpables. Preocupaciones laborales, problemas familiares o de relación, y otros desafíos emocionales pueden mantener la mente activa y dificultar la relajación necesaria para conciliar el sueño.
Además, los trastornos de salud mental, como la depresión y el trastorno de ansiedad, a menudo están relacionados con el insomnio. Este no es una dato menos relevante en el contexto colombiano si se tiene en cuenta que de acuerdo a un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 4,7% de la población nacional padece esta situación.
Los hábitos de sueño irregulares también pueden desencadenar insomnio. El consumo excesivo de cafeína o alcohol, así como el uso de dispositivos electrónicos antes de acostarse, pueden interferir con la calidad del sueño. Los cambios en el horario de trabajo o el jet lag también pueden perturbar el ritmo circadiano del cuerpo y dificultar el ajuste del sueño.
¿Cuáles son los efectos del insomnio?
Los efectos de esta situación en el cuerpo pueden ser diversos y perjudiciales para la salud. La falta de sueño adecuado puede afectar negativamente el funcionamiento cognitivo y emocional. La concentración, la memoria y la toma de decisiones se ven comprometidas, lo que puede dificultar el desempeño en el trabajo o en actividades diarias. También, la falta de sueño puede aumentar la irritabilidad y el estrés emocional, lo que puede afectar las relaciones interpersonales.
En el caso del insomnio crónico, se ha asociado con un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud a largo plazo. Estudios han mostrado que la falta de sueño puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiovasculares, como hipertensión arterial, enfermedades del corazón y accidentes cerebrovasculares.
Dentro de estos padecimientos también está el riesgo de la aparición de la diabetes tipo 2 y trastornos metabólicos. El sistema inmunológico también puede debilitarse, lo que puede hacer que una persona sea más susceptible a enfermedades y dificultar su recuperación.
¿Cómo controlar el insomnio?
Es importante abordar el insomnio de manera adecuada para minimizar sus efectos negativos en la salud. En cualquier caso lo más recomendable es que si se está padeciendo de este trastorno se busque ayuda médica para obtener un diagnóstico y solución oportuna.
No obstante, hay ciertos hábitos que pueden implementarse relacionados con lo que se conoce como higiene del sueño y que ayudan en gran medida a prevenir o solucionar el insomnio.
Mantener un horario regular de sueño, crear un ambiente propicio para dormir (lo más posiblemente oscuro y sin ruidos), y limitar el consumo de estimulantes, pueden ser útiles en muchos casos.
Dependiendo de cada situación y comportamiento del organismo, se pueden llegar a recetar medicamentos o terapias cognitivas conductuales para ayudar a mejorar la calidad del sueño, pues la actividad cerebral y la salud mental también juegan un papel importante a la hora de conciliar y conservar el sueño.