La presión arterial es la fuerza ejercida por la sangre contra las paredes de las arterias mientras el corazón bombea sangre a través del sistema circulatorio. Es una medida esencial para evaluar la salud cardiovascular y el funcionamiento del sistema circulatorio.

La presión arterial alta se detecta en una consulta médica. | Foto: Getty Images

Esta situación es fundamental para mantener el flujo constante de sangre a través del cuerpo, proporcionando oxígeno y nutrientes a los tejidos y órganos. La presión arterial alta (hipertensión) o baja (hipotensión) pueden tener efectos negativos en la salud y pueden indicar problemas en el sistema cardiovascular.

Factores como el volumen de sangre bombeado, la fuerza de contracción del corazón, el tono y la elasticidad de las arterias, además de la viscosidad de la sangre, pueden influir en este proceso de circulación del fluido y su procesamiento en los diferentes órganos implicados.

Los rangos adecuados de la presión arterial pueden variar según las pautas y recomendaciones de salud, pero generalmente se encuentran en términos de presión sistólica (el número superior) y diastólica (el número inferior), en los siguientes rangos:

  • Presión arterial normal: Menos de 120/80 mmHg
  • Prehipertensión: 120-139/80-89 mmHg
  • Hipertensión etapa 1: 140-159/90-99 mmHg
  • Hipertensión etapa 2: 160 o más/100 o más mmHg

La alimentación desempeña un papel fundamental en cada uno de estos valores, debido a su influencia en el estado de salud cardiovascular. Una dieta adecuada puede ayudar a prevenir la hipertensión (presión arterial alta) o a controlarla en caso de que ya esté presente. Por eso hay que tener precaución con los alimentos que se incluyen en la dieta.

Por ejemplo, ingerir grandes cantidades de alcohol en un corto período de tiempo (binge drinking) puede causar un aumento agudo y significativo de la presión arterial. Este aumento de la presión arterial puede ser más notable en personas que ya tienen hipertensión.

Las bebidas alcohólicas alteran el funcionamiento del sistema cardiovascular en general. | Foto: Lauri Patterson

De igual manera, el consumo excesivo de alcohol puede dañar los vasos sanguíneos, reduciendo su flexibilidad y capacidad para acomodar el flujo. Esto puede contribuir a un aumento sostenido de la presión arterial a lo largo del tiempo. También hay que tener en cuenta que estas sustancias estimulan el sistema nervioso simpático, responsable de la respuesta de “lucha o huida”. Esto puede aumentar la frecuencia cardíaca y la contracción de los vasos sanguíneos, lo que a su vez puede elevar la presión arterial.

Además del alcohol, el café a través de su compuesto principal, la cafeína, puede causar complicaciones para la salud cardiovascular. Además de la estimulación del sistema nervioso, esta popular bebida puede causar una contracción de los vasos sanguíneos, lo que disminuye su diámetro y aumenta la resistencia a su flujo.

Aparte de esto, es bien conocida su acción diurética, es decir, que puede aumentar la producción de orina y la eliminación de líquidos del cuerpo y si esto ocurre, puede reducirse el volumen de sangre en el sistema circulatorio, lo que a su vez puede aumentar la presión arterial.

El efecto de la cafeína en la presión arterial puede variar según la sensibilidad individual, la cantidad de cafeína consumida y otros factores. Algunas personas pueden experimentar un aumento significativo después de consumir cafeína, mientras que otras pueden tener una respuesta más leve o nula.

Por último, se encuentran las bebidas azucaradas como uno de los productos con mayor influencia en la presión arterial. El consumo regular de este tipo de productos puede contribuir al aumento de peso y la obesidad, factores de riesgo para la hipertensión, ya que puede ejercer presión sobre los vasos sanguíneos y el sistema cardiovascular en general.

El consumo frecuente de bebida con altos contenidos de azúcares añadidos puede aumentar la presión arterial. | Foto: Getty Images

El consumo de azúcares refinados y jarabes de maíz con alto contenido de fructosa, puede contribuir al desarrollo de resistencia a la insulina y la diabetes tipo 2, y la resistencia a la insulina puede afectar la función de los vasos sanguíneos.

En general no se trata de eliminar este tipo de alimentos de una dieta alimenticia saludable, pero su consumo sí se recomienda en dosis moderadas y de manera poco frecuente o esporádica.