La papa ha sido un alimento básico en muchas culturas alrededor del mundo, es una fuente de nutrición valiosa y versátil. Desde sus orígenes en América del Sur hasta su presencia en platos internacionales, este tubérculo ha ganado su lugar como un alimento esencial en la dieta global.
Desde los Andes fue llevada a Europa por los exploradores y comerciantes en el siglo XVI, y posteriormente se extendió por todo el mundo. Actualmente, la papa es un cultivo esencial en muchas partes del mundo y es una fuente importante de carbohidratos y nutrientes.
Cada 100 gramos de papa cocida contienen aproximadamente 87 kilocalorías y 20 gramos de carbohidratos, especialmente en forma de almidón. Además, una porción de papa proporciona alrededor del 10% de las necesidades diarias de este mineral esencial para la función muscular y la salud cardiovascular y hasta un 17% de vitamina C, fundamental como antioxidante.
Al ser un ingrediente tradicional, de fácil consecución y versátil, la papa se ha convertido en uno de los productos básicos dentro de la canasta familiar de muchas familias. No obstante, en cuanto a asuntos nutricionales especializados, el consumo de papa preocupa a muchas personas al convertirse en azúcar en la sangre, lo que lleva a restringir su ingesta.
La papa se convierte en azúcar en la sangre debido a su contenido de carbohidratos, especialmente el mencionado almidón. Los carbohidratos son la principal fuente de energía en la dieta y se descomponen en el sistema digestivo en moléculas más pequeñas, incluyendo la glucosa. Esta es un tipo de azúcar que se absorbe en el torrente sanguíneo y es utilizada por las células del cuerpo como fuente de energía.
Cuando se consumen alimentos que contienen carbohidratos, como las papas, el proceso de digestión comienza en la boca con la acción de la enzima amilasa salival, que comienza a descomponer los carbohidratos en moléculas más pequeñas. Sin embargo, la verdadera descomposición y absorción de los carbohidratos ocurre en el intestino delgado.
Las enzimas pancreáticas también ayudan a descomponer el almidón en azúcares más simples, como la glucosa, que luego se absorben a través de las paredes del intestino delgado y entran en el torrente sanguíneo. Desde aquí, la glucosa circula por el cuerpo y se entrega a las células para su uso como fuente de energía.
El ritmo al que los carbohidratos se convierten en glucosa y se liberan en el torrente sanguíneo puede variar. Algunos factores que influyen en esta velocidad implican la cantidad y el tipo de carbohidratos consumidos, la presencia de fibra y grasas en la comida, y la forma en que los alimentos se preparan y se combinan.
Algunos carbohidratos, como los azúcares simples, pueden elevar los niveles de glucosa en la sangre de manera más rápida y pronunciada que otros, como los carbohidratos complejos, presentes en este y otros alimentos ricos en almidón.
Para mantener los niveles de glucosa en la sangre dentro de un rango saludable, el cuerpo utiliza la hormona insulina, producida por el páncreas. La insulina ayuda a transportar la glucosa de la sangre hacia las células, donde puede ser utilizada para obtener energía.
En individuos con diabetes, el proceso de regulación de la glucosa puede estar afectado, lo que puede resultar en niveles elevados de azúcar en sangre. Por lo tanto, es importante tener en cuenta cómo los alimentos, incluidas las papas, pueden afectar los niveles de glucosa y cómo se pueden incorporar de manera equilibrada en la dieta, especialmente para aquellos que necesitan monitorear su control glucémico.
Para las personas que tienen esta condición se recomienda consumir papa (y cualquier alimento) controlando el tamaño de la porción, antes que eliminarlo de la dieta. Una porción típica de papa puede variar, pero generalmente se considera alrededor de media a 1 taza de papa cocida.
Al consumir este alimento es muy importante combinarlo con otras fuentes de proteínas magras, grasas saludables y vegetales no almidonados. Esto puede ayudar a moderar el impacto de los carbohidratos en los niveles de glucosa.