El consumo de sandía se remonta, como mínimo, a hace unos 3.500 años en el antiguo Egipto, desde donde se extendió por el Medio Oriente y Europa. Después, tras la conquista de América, el fruto se empezó a cultivar con éxito en esta parte del mundo, donde en la actualidad es de consumo cotidiano. Se conocen más de cincuenta variedades de sandía, aunque solo hay dos especies: las sandías diploides o con semillas, y las sandías triploides o sin semillas.

La sandía podría ayudar a disminuir las probabilidades de padecer enfermedades cardiovasculares. | Foto: Nicki Drab

La sandía se caracteriza por tener una pulpa roja, dulce y jugosa, ideal para refrescar el paladar y combinar con otras frutas frescas y bebidas. Pero, además, aporta nutrientes como la vitamina A, B, C y potasio, descontando que está compuesta en un 92% por agua, lo que contribuye a la hidratación.

El consumo de sandía ayuda a la hidratación del organismo. Foto GettyImages | Foto: Foto de GettyImages

Sin embargo, la sandía ha cobrado mayor importancia para la salud, luego de que algunas investigaciones, mencionadas en un artículo del The New York Times, plantearan la posibilidad de que el licopeno, antioxidante que otorga el característico color rojo al fruto, podría ayudar a disminuir los riesgos de enfermedades cardiovasculares, como los accidentes cerebrovasculares (ACV).

Y otros estudios, aunque con poca evidencia, sugieren que el consumo de sandía protegería contra diferentes clases de cáncer. Así mismo, el licopeno que contienen la sandía, según otros estudios, ayudaría a fortalecer el sistema inmunológico.

El licopeno está presente también en los tomates, aunque se aprovecha mejor cuando se cocinan. Mientras que en el caso de la sandía, se absorbe mejor el antioxidante cuando está fresca, y en especial cuando es la especie roja y sin semillas, que tendrían más porcentaje de licopeno.

La sandía ayuda en la producción de aminoácidos y tiene un poderoso antioxidante. | Foto: kajakiki

Asimismo, el licopeno de la sandía se absorbe fácilmente en el cuerpo. En un pequeño estudio, los investigadores dieron a los voluntarios licopeno en forma de jugo de tomate y de sandía; el jugo de tomate había recibido tratamientos de calor para aumentar la absorción. Encontraron que los dos grupos tenían niveles parecidos de licopeno en la sangre.

De acuerdo con una tabla nutricional del hospital Babtist Health, “2 tazas de sandía solo tienen 80 calorías, 0 gramos de grasa, 92% de agua”, lo que aportaría hasta un 25% de la vitamina C diaria necesaria para un adulto, así como el 8% de la vitamina A, 8% de tiamina (vitamina B1), 6% de piridoxina (vitamina B6), 6% de potasio, 6% de magnesio y 2% de fósforo, en la dieta regular.