Tomar alcohol es una de las actividades más comunes para muchas personas al reunirse con sus amigos y familiares. Es un elemento que convoca, que integra y su consumo se asocia con celebración y fechas especiales.

Muchas personas pueden sentir que el consumo de alcohol les ayuda a reducir la tensión social, sentirse más cómodos y ser más abiertos en sus interacciones para disfrutar sus ratos libres. Así pues, beber alcohol puede ser una experiencia placentera en términos del sabor y la variedad de bebidas disponibles.

Las bebidas alchólicas son comunes en los encuentros sociales.

Al ser un producto que se ingiere, las bebidas alcohólicas están relacionadas directamente con la alimentación y así como es recomendable durante su consumo acompañarlas de agua, comidas y frutas que puedan evitar tanto la sensación de embriaguez como de resaca o “guayabo”, también hay una serie de precauciones a tener en cuenta con alimentos a evitar.

El consumo de alcohol tiene un impacto en el cuerpo y en especial en el sistema digestivo. Algunos alimentos pueden afectar la manera en la que el organismo metaboliza el alcohol y aumentar la velocidad a la que este se absorbe por parte del torrente sanguíneo.

Además, ciertos alimentos pueden empeorar los efectos del alcohol, como la deshidratación y los malestares estomacales. Entre los productos menos recomendados para su consumo antes de consumir bebidas alcohólicas están:

  • Alimentos picantes: estos pueden irritar el revestimiento del estómago y aumentar la producción de ácido gástrico, lo que puede empeorar la sensación de acidez estomacal y malestar cuando se combina con alcohol.
  • Comidas grasas: este tipo de comidas, especialmente las frituras y los alimentos ricos en grasas saturadas, pueden retrasar el proceso de vaciado del estómago, lo que puede aumentar el tiempo que el alcohol permanece allí y aumentar el riesgo de malestar.
  • Bebidas gaseosas: líquidos carbonatados como refrescos y bebidas gaseosas mezcladas con alcohol, pueden aumentar la sensación de hinchazón y provocar una sensación de incómoda en la zona estomacal.
Comidas muy picantes o condimentadas deben evitarse antes de consumir alcohol. | Foto: Cortesía Catrín
  • Alimentos salados: el consumo excesivo de alimentos salados previo a beber puede aumentar la sed y contribuir a la deshidratación, que se suma a los efectos propios del alcohol.

En oposición a estos productos, entre los que se recomienda consumir antes de ingerir alcohol están los alimentos ricos en carbohidratos complejos como pan integral, arroz integral o pasta. Estos pueden ayudar a proporcionar una fuente de energía sostenida y a reducir la velocidad a la que el alcohol se absorbe en el torrente sanguíneo.

A su vez, frutas y verduras frescas como sandía, melón, pepino y lechuga, tienen un alto contenido de agua, lo que ayuda a mantener la hidratación del organismo y optimiza los niveles de esta sustancia en el cuerpo previo al consumo de alcohol.

Proteínas magras como pollo, pescado o tofu también pueden ayudar a mantener la sensación de saciedad y evitar el consumo excesivo de alcohol y alimentos poco saludables.

¿Por qué se produce la embriaguez?

Cuando una persona consume alcohol, este entra al torrente sanguíneo a través del estómago y el intestino delgado, y desde allí llega al cerebro y otros órganos.

Este compuesto afecta varios neurotransmisores en el cerebro, incluido el sistema de neurotransmisores inhibidores GABA (ácido gamma-aminobutírico) y los neurotransmisores excitatorios como la glutamina, lo que conduce a una disminución en la actividad cerebral y una serie de efectos que caracterizan la embriaguez como la relajación, somnolencia, una coordinación motora deficiente, dificultad para hablar, además de náuseas y vómito.

La cantidad de alcohol que una persona puede tolerar antes de experimentar embriaguez varía según varios factores como el peso corporal, el sexo, la tolerancia individual y la rapidez con que se consume el alcohol.

Beber en exceso puede llevar a una intoxicación grave y potencialmente peligrosa, que puede tener efectos adversos para la salud e incluso poner en riesgo la vida.