La celebración este 17 de marzo del Día Mundial del Sueño, bajo el lema ‘El sueño es esencial para la salud’, es una gran oportunidad para resaltar la importancia de generar hábitos de sueño saludables desde una edad temprana. Y no es para menos, dormir es uno de los pilares fundamentales para una buena salud. Es tan importante como tener una alimentación balanceada y hacer actividad física. Además, es en la primera infancia la etapa durante la cual los adultos ayudan a formar los hábitos de los niños y niñas, que perdurarán para toda la vida.
Para un bebé dormir es sinónimo de desarrollo físico, emocional y cognitivo. Un buen descanso es fundamental para un mejor aprendizaje, plasticidad cerebral, se fortalece la memoria, previene la obesidad, tranquiliza y disminuye la irritabilidad, mejora y mantiene las conexiones neuronales, y por si fuera poco, la hormona del crecimiento se segrega durante los periodos de descanso.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, OMS, los rangos de sueño por edad son:
• Lactantes (menores de 1 año): 14 – 17 horas (contando siestas).
• Del 1 a los 2 años: 11- 14 horas (contando siestas).
• De los 3 a los 5 años: 10 a 13 horas diarias.
• De los 6 a los 12 años: 9 a 11 horas diarias.
• De los 13 a los 18: 8 a 10 horas diarias.
Es fisiológico que el número de horas dormidas vaya disminuyendo progresivamente a lo largo de la vida, pudiendo existir una diferencia de hasta 16 horas como promedio entre la niñez y la edad adulta.
De otro lado, es fundamental aclarar que los primeros meses de vida el sueño está determinado por una alimentación frecuente, lo que genera que los bebés se despierten para comer y seguir durmiendo.
Rutinas y hábitos
Para lograr cumplir con un sueño de calidad es fundamental que los niños tengan una buena higiene del sueño mediante rutinas y hábitos que faciliten la transición hacia el descanso. Algunas recomendaciones que se deben tener en cuenta en el ambiente familiar para fortalecer los hábitos de sueño son:
1. Regularidad en los horarios. Acostarse y levantarse a la misma hora y en el mismo lugar es vital, porque mantiene el ritmo circadiano, es decir, su reloj biológico en orden, lo que garantiza que obtengan un sueño de calidad.
2. Ambiente adecuado para dormir. Crear el ambiente propicio para dormir promueve un buen descanso. Se recomienda un cuarto oscuro que ayude con la liberación de melatonina (hormona que ayuda a conciliar el sueño), fresco (de 22 a 24 grados), y tranquilo (alejado de ruidos fuertes). Se recomienda el uso de ruido blanco (es una máquina que tiene un ruido constante que les ayuda a los niños a relajarse).
3. Rutina relajante y predecible: Es fundamental una adecuada rutina que prepare la mente y el cuerpo de los niños para conciliar el sueño. Las rutinas se caracterizan por ser relajantes y predecibles. Se deben conservar lo más intactas posibles cuando se están consolidando hábitos de sueño. Algunas actividades de la rutina podrían ser: baño con agua caliente, leer un cuento, hacer un masaje, entre otras.
4. Hacer siestas por edad y desarrollo del niño. Hacer siestas de calidad y reparadoras en el momento adecuado genera un buen sueño en la noche. Los primeros meses de vida no hay un número definido de siestas, el sueño todavía es inmaduro; entre los 4 y 5 meses de edad los bebés hacen alrededor de 4 siestas; entre los 6 y 9 meses, 3 siestas; de los 9 a 18 meses, 2 siestas, y a partir de allí se quedan con una siesta hasta los 3 años.
5. Limitar el uso de pantallas: La luz de las pantallas dificulta la producción de melatonina, lo que genera que a los niños les tome más tiempo conciliar el sueño. Investigaciones recientes han demostrado que la sola presencia del televisor en la habitación disminuye las horas de sueño y aumenta las posibilidades de que el niño sienta que tiene un sueño insuficiente.
Investigaciones recientes muestran que entre más consistente sean las rutinas y cuanto menor sea la edad en que se inicien estas, los niños se duermen más rápido, más temprano, duermen más horas, se despiertan menos veces durante la noche y los despertares son más breves.
Afectaciones por no tener un sueño de calidad
Desde el punto de vista médico, cuando un niño no tiene un sueño de calidad y reparador, su lenguaje se podría ver afectado, ya que al no tener una consolidación adecuada del sueño se impide el procesamiento de la memoria requerido en el aprendizaje temprano del lenguaje.
Además, va a estar propenso a infecciones, porque el sistema inmune o de defensas funciona mientras dormimos.
Van a ocurrir algunas alteraciones hormonales debido a que puede haber una alteración en la leptina (hormona que regula el hambre), llevando a problemas de sobrepeso, obesidad, predisponiendo a diabetes y problemas cardiovasculares en la edad adulta.
Puede haber problemas de talla baja, ya que la hormona del crecimiento se segrega en la noche.
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Hay otras dificultades como bajo rendimiento escolar, poca concentración, fatiga y cansancio durante el día, alteraciones en la conducta como hiperactividad y volatibilidad emocional.
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Los trastornos de sueño en la infancia son un motivo de consulta cada vez más frecuente, los pacientes requieren por tanto una valoración integral que involucra al pediatra, ya que los síntomas de un niño cuando hay alteraciones en el sueño son diferentes a los de los adultos y requieren de una consulta y un interrogatorio dirigido que incluye antecedentes médicos, evaluación de la cantidad y calidad del sueño, además de un examen físico completo y en algunos casos, de toma exámenes de sangre y otras ayudas diagnósticas para descartar enfermedades orgánicas que podrían estar interfiriendo con el sueño.