El cáncer de esófago comienza cuando las células del revestimiento del esófago comienzan a crecer sin control. Según la Sociedad Americana contra el Cáncer (ACS), en la mayoría de los casos, el diagnóstico de este tipo de cáncer se hace en personas que presentan síntomas.
Sin embargo, la mayoría de cánceres de esófago no causa síntomas durante una etapa temprana. De ahí la importancia de prestar atención a cualquier anomalía posiblemente asociada a esta enfermedad.
Entre los síntomas más comunes están los problemas para tragar, el dolor en el pecho, la pérdida de peso, la ronquera, la tos crónica y el vómito. Si el cáncer se ha propagado a los huesos, también genera dolor. Otro signo es el sangrado en el esófago.
Tener uno o más síntomas no significa que un paciente tiene cáncer de esófago. De hecho, la ACS explica que es más probable que algunos de estos síntomas sean causados por otras afecciones. No obstante, al presentar cualquier signo, es importante una evaluación médica para determinar la causa.
Entre los factores de riesgo que aumentan la probabilidad de padecer este tipo de cáncer están el consumo de tabaco, el consumo excesivo de bebidas alcohólicas, el esófago de Barrett y la edad avanzada.
En primer lugar, la probabilidad de padecer cáncer de esófago aumenta con la edad, pues menos del 15 % de los casos se encontraron en personas menores de 55 años. Además, los hombres son más propensos que las mujeres a este tipo de cáncer.
El consumo de tabaco es otro de los principales factores de riesgo. Se estima que una persona que fuma diariamente una cajetilla de cigarrillos o más tiene al menos dos veces la probabilidad de padecer adenocarcinoma de esófago en comparación con una persona que no fuma, y el riesgo no desaparece si se deja el hábito.
La asociación del tabaco con el cáncer de esófago de células escamosas es aún mayor, pero el riesgo disminuye para las personas que dejan de fumar.
También el consumo de alcohol también aumenta el riesgo de cáncer de esófago. Y la combinación del hábito de fumar con el consumo de alcohol aumenta considerablemente el riesgo del tipo de cáncer de esófago de células escamosas.
La irritación a largo plazo del revestimiento del esófago, como ocurre con el reflujo, el esófago de Barrett, la acalasia, el síndrome Plummer-Vinson, o la cicatrización por la ingestión de lejía, también pueden causar daño al ADN de las células que recubren el esófago.