A lo largo del día, el té se disfruta en diferentes momentos. Algunos lo prefieren en el desayuno, mientras que otros lo consideran imprescindible en ‘la hora del té'. Sin embargo, para muchos, una taza de té antes de dormir es fundamental.

Según la Universidad de Harvard, esta práctica podría tener beneficios positivos para la salud, ya que el consumo de té puede promover una mayor relajación mental debido a sus antioxidantes y propiedades antiinflamatorias.

Estas propiedades del té no solo ayudan a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes, sino que también se destacan en el caso del té verde.

Este té beneficia al organismo, mejorando la circulación, aliviando dolencias, entre otras. Además es una de las bebidas más antiguas del mundo. Se cree que se originó en China hace más de 4,000 años. | Foto: no

“El té, especialmente el té verde, no es una solución mágica, pero puede formar parte de una dieta saludable que incluya granos enteros, pescado, frutas y verduras, y una menor cantidad de carne roja y procesada”, advierte Qi Sun, profesor asistente en el Departamento de Nutrición de la Escuela de Salud Pública de Harvard.

El té verde, en particular, es conocido por sus numerosos beneficios para la salud. A diferencia del té negro, este no se somete a un proceso de oxidación. Las hojas frescas de la planta se secan al sol o con aire caliente, se prensan y se trituran, lo que lo convierte en la opción más saludable debido a su menor manipulación y falta de fermentación.

Científicos y nutricionistas han estudiado ampliamente el té verde y han descubierto una serie de propiedades saludables. Se ha demostrado que beber tres o más tazas de este té al día puede ayudar a reducir el colesterol LDL, disminuir el riesgo de hipertensión arterial y enfermedades coronarias, fortalecer los huesos, controlar el peso y el metabolismo de la grasa corporal, y actuar como antioxidante para reducir el riesgo de diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer.

Existen muchas variedades de té verde, cada una con su sabor y características distintivas. Algunas de las variedades más populares incluyen el té verde Sencha, Matcha, Gyokuro y Longjing. | Foto: Getty Images

Además, mejora la salud dental, fortalece el sistema inmunológico, estimula la función cerebral, previene la degeneración neuronal y protege contra enfermedades neurológicas como el Parkinson y el Alzheimer. También reduce la inflamación, previene el envejecimiento prematuro.

Otra ventaja de consumir esta bebida con frecuencia es que depurará el organismo, ayudando a eliminar grasas, toxinas y sustancias nocivas para la salud del cuerpo y aumenta el gasto de energía y ante una rutina de ejercicio, si se toma té verde, se produce una mejor eliminación de las grasas mejorando la flora intestinal.

Además de consumir varias tazas de té verde al día, se debe incrementar el consumo de proteínas, magras, carbohidratos en su estado natural, frutas, hortalizas y verduras. Procurando evitar a toda costa alimentos ultraprocesados, grasosos, comida chatarra, embutidos, harinas refinadas, fritos, entre otros.

¿Cómo preparar un té verde de la manera correcta?

A la hora de preparar y beber té verde, es importante tener en cuenta algunas recomendaciones. Se sugiere utilizar agua a una temperatura baja para preservar los sabores y evitar un tiempo de remojo excesivamente largo, ya que esto puede resultar en un sabor amargo.

La duración óptima del remojo puede variar entre 1 y 3 minutos, dependiendo del tipo de té verde. Se recomienda beber al menos dos tazas al día para obtener los beneficios deseados.

En muchas culturas asiáticas, el té verde es una parte integral de los rituales y ceremonias tradicionales. Estos rituales se centran en la preparación y presentación del té, y se considera una forma de meditación y conexión con la naturaleza.

Mejor a baja temperatura

La amargura y la astringencia del té verde provienen de los polifenoles, conocidos como taninos. Los aminoácidos se disuelven a una temperatura de aproximadamente 60 °C, mientras que los taninos requieren una temperatura más alta, alrededor de 80 °C, para disolverse adecuadamente.