Peleas innecesarias, dramas constantes, discusiones sin sentido, la búsqueda implacable de culpables y la victimización son algunas de las complicaciones que deben enfrentar las personas que se ven inmersas en una relación tóxica, pero ¿cómo saber si uno mismo es el tóxico o si el otro es el que está teniendo esas conductas dañinas? ¿Qué consecuencias podría traer la estadía en una relación tóxica?

Lo primero que se debe hacer, antes de entrar en materia, es entender lo que realmente significa la palabra tóxica, “porque no existe una persona tóxica como tal, sino una personalidad tóxica”, aclara Malka Valovis, psicoterapeuta experta en problemas de personalidad y relaciones.

“La personalidad es una forma de ser y de relacionarse con el mundo, que puede funcionar como un sistema de defensa o de bienestar. Cuando uno no puede soportar las experiencias que le generan malestar, como por ejemplo la desaprobación, eso significa que la persona tiene una alta vulnerabilidad y la respuesta para quitarse ese malestar será hacer uso de ‘estrategias’ y reacciones impulsivas, que pueden terminar dañando al otro”, explica Valovis.

Y continúa: “en resumen, la toxicidad hace referencia a una personalidad con una alta sensibilidad para sentirse amenazado por diferentes estresores, que hacen que termine reaccionando de una manera que genera afectación en el otro y una pauta de respuesta que va envenenando los vínculos”.

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¿Cómo saber si hay una personalidad tóxica?

La primera señal para identificar si una persona o si uno mismo está teniendo conductas tóxicas se encuentra en el pasado.

“Si se nota un patrón común en las relaciones anteriores, donde se descubre que siempre ha habido conflicto, dramas constantes y una alta frecuencia de eventos negativos, lo más seguro es que quien esté teniendo una personalidad tóxica sea uno, ya que uno es el factor común”, comenta Valovis.

Una segunda señal es el nivel de disforia emocional que tenga la persona, lo que hace referencia a la capacidad de sentirse altamente excitado emocionalmente por algún suceso.

Por ejemplo, “si subes de 0 a 100 de rabia en cuestión de segundos, tanto porque se pierde el control de la televisión, como porque te fueron infiel, hay una conducta tóxica: ambos escenarios no pueden dar 100 de rabia. Si tu pareja es infiel no puedes tener el mismo nivel de reacción que si el control se perdió”, especifica la experta.

Luego hay que entrar a identificar si la persona se siente altamente o fácilmente amenazada en términos de afecto, de pronto al no sentirse querida o al sentirse subestimada e insuficiente para la pareja, y ver si estos sentimientos generan reacciones impulsivas o viscerales, que desencadenan escenarios conflictivos, donde prima el sentimiento de culpa por parte de quien inició la discusión, ya que actúa sin pensar y termina dañando al otro sin esa intención.

Un auto análisis

Descubrir que “uno mismo es el tóxico” no es una tarea fácil, ya que a veces “verse a sí mismo y reconocer ciertas cosas mezquinas de uno es demasiado amenazante”.

En especial, explica la experta, porque las personalidades tóxicas en el fondo no desean dañar ni envenenar la relación afectiva que tienen, lo que realmente pretenden con sus acciones es cuidarse y evitar el dolor, aunque lamentablemente al final lo terminan generando.

“Verse a uno mismo como quien tiene la personalidad tóxica lo hace sentir mal, inferior, loco en algunos escenarios, así que la cabeza lo protege a uno y tiende a culpabilizar más a los demás, porque es más fácil ver lo de afuera que echar una mirada hacia adentro”, aclara la experta Valovis.

Por otro lado, está el caso de las personas que crecen en familias o ambientes tóxicos, por lo que pueden llegar a normalizar las conductas dañinas, lo que haría más difícil que fueran conscientes sobre su propia toxicidad.

Las señales son: una alta reactividad, la disforia emocional, el drama constante, las ganas de pelear, la impulsividad y que llegue fácilmente de 0 a 100 de rabia.

¿Qué hacer?

Cuando se entiende que la pareja es tóxica, es importante empezar a poner límites, aprender a no dejar pasar algunos comportamientos y tener unos innegociables, en términos de respeto o de violencia.

“Si ya no hay amor, porque está muy lastimado, lo mejor es irse y empezar un proceso de duelo, donde en algunos escenarios será necesario un acompañamiento”, comenta Valovis.

Pero, en el caso en que aún haya afecto y ambas personas quieran trabajar en la relación, quien está teniendo las actitudes tóxicas deberá empezar a hacer consciencia sobre su propia personalidad y vulnerabilidad, entendiendo cuáles son las cosas que lo o la afectan y cuáles son las estrategias que emplea y que terminan siendo hirientes, para que deje de utilizarlas.

La persona ‘tóxica’ también debe encontrar formas de ganar tiempo entre lo que siente y su reacción y en ese espacio, según la experta, es necesario preguntarse: “¿esto que siente es real? ¿Mi pareja me está descalificando o es una amenaza disfrazada por mi vulnerabilidad? ¿Esta manera de cuidarme me cuida a mí y al otro o me cuida y daña al otro o nos daña a ambos?”.

También hay que analizar cómo está el autoestima y ver si es necesario fortalecer la personalidad o sensación de autoeficacia, para evitar caer en círculos de victimización o de maltratos. “Estar dispuesto a cambiar es pagar el precio, es comprometerse con un proceso y hacer las cosas distintas, no vivir de amenaza en amenaza, que terminan generando una nueva situación de toxicidad”, concluye la experta.

¿Está siendo tóxico?

Invitamos a que lea estas 11 preguntas guías y las responda con SÍ o NO, para descubrir si usted tiene tendencia a la toxicidad.

1. ¿Las personas suelen decir que es muy agresivo o explosivo en caliente?
2. ¿Suele ser altamente susceptible a dejarse afectar por comentarios, actitudes o señales no verbales de los demás?
3. ¿Tiene historia de varias relaciones con alto nivel de conflicto o disfunción?
4. ¿Algunas personas le han dicho que suele buscar problemas o dramas con frecuencia?
5. ¿Suele estar hiperalerta a cualquier señal que indique que su relación no es perfecta?
6. ¿Suele engancharse afectivamente rápido y vivir las emociones de forma intensa y cambiante?
7. ¿Necesita aliviar a como dé lugar cualquier malestar emocional que experimente con su pareja?
8. ¿Su cabeza no para de pensar o se llenas de videos sobre posibles amenazas que afecten la relación?
9. ¿Vive a la defensiva como si lo estuvieran atacando con frecuencia, incluso percibiendo a veces ataques donde no los hay?
10. ¿Tiene con frecuencia mucho malestar físico o emocional tan solo con la probabilidad de que se acabe la relación sentimental?
11. ¿Vive estresado ante la posibilidad de que la relación se acabe?

Si en más de la mitad de las preguntas la respuesta fue un SÍ, recomendamos que se tenga un dialogo con la pareja y, si es posible, se busque ayuda con un especialista.

Posible tóxico

Según Valovis, las personas más proclives a desarrollar personalidades tóxicas son aquellas que crecen en familias emocionalmente disfuncionales, donde se descalifica constantemente al niño o niña o lo hacen sentir insuficiente. También donde los padres son negligentes o ambivalentes afectivamente, eso quiere decir que a veces dan amor y a veces lo quitan, o que solo dan cariño cuando el hijo alcanza un logro y no por lo que vale la persona. El contexto educativo y social, donde la gente se exponga a mucho bullying, maltrato, descalificación constante, rechazo, desamor, etc., también son antecedentes que van abriendo la grieta de la vulnerabilidad.

Daño invisible

Estar inmerso en una relación tóxica, sin poner límites, puede terminar dañando no solo a la pareja, sino también a la persona no tóxica.
Cuando alguno de los dos es tóxico, habrá dramas constantes, será imposible crear un proyecto juntos, habrá coerción de la libertad del otro, celos, posesión, envidia incluso de que a la otra pareja le vaya bien y en casos extremos agresión física, psicológica y verbal.
En el ámbito personal, cuando se está en una relación tóxica la autoestima se ve flagelada, por la tendencia de la persona tóxica de minimizar y descalificar al otro. También puede presentarse ansiedad, depresión, insomnio y problemas alimenticios por exceso o por inanición.