Los franceses usaron el término “demonio del mediodía” para nombrar esa crisis de la edad mediana que ocurre cuando algunos hombres sienten la inminencia de la edad, del paso inexorable del tiempo, y esta angustia de pensar o sentir que “los mejores tiempos” de su vida o su juventud quedaron atrás, los lleva a intentar compensar esa pulsión de muerte con una pulsión de vida.
Es una suerte de primer gran balance de vida, donde el hombre contrasta el que soñó ser con el que le muestra el espejo: de dónde han salido tantas canas, en qué momento la figura antes liviana ha dado origen a una panza, la fuerza física ha disminuído así como la capacidad para sostener el desempeño sexual de los años locos de juventud.
La carrera, ¿ha sido lo que se soñaba?, ¿las aspiraciones económicas se han concretado? De cara al final de la vida, y habiendo dejado el inicio ya muy atrás, esa cercanía psicológica con “la vejez” o “la muerte” pasa factura de cobro.
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Factura que por lo general se traduce en cambios radicales, desde un cambio de oficio o de profesión; una crisis matrimonial, infidelidad o divorcio, por el deseo de abrogarse algo de la juventud o el brillo de una amante, y sentirlo como propio para intentar recordar cómo solían sentirse los bríos de la juventud.
Los cambios también, han descrito los sexólogos, pueden incluir decisiones externas un poco prototípicas, como un cambio de automóvil, de funcional a divertido; un cambio de la forma de vestir para lucir más joven; o el simple ingreso a actividades deportivas o de gimnasio con el fin de intentar retrasar el mayor tiempo posible la sensación de que el tiempo corre.
Haber vivido para el deber, para las reglas, para el trabajo, para los horarios, y para el cumplimiento de obligaciones externas, habiendo pospuesto la satisfacción de grandes o pequeñas formas de realización personales, parece exigir, de repente: ¡Préstame atención! ¡Satisfáceme!
Pero de esta etapa en la vida de algunos hombres se habla mucho. Se toca el tema en el cine, en libros, en conferencias, en charlas. No obstante, existe un equivalente femenino para el “demonio del mediodía”.
Parte de este tema es tocado por una serie reciente, de Netflix, llamada ‘Sex/Love’, donde la protagonista descubre que el check list de su vida aparentemente perfecta no basta.
Se trata de una mujer casada con un hombre bueno, y prácticamente sin tacha a la vista de la sociedad; vive en una casa de ensueño a las afueras de su ciudad y tiene dos hijos hermosos, entre ellos una bebé recién nacida, y la paz y la abundancia económica ocupan todo su día. Su vida es idílica y feliz, entonces... ¿por qué comienza a crecer dentro de ella una obsesión incontenible por fantasear con su pasado sexual? ¿Por qué está dispuesta a poner en jaque una vida perfecta que ella misma ha elegido, a cambio de retornar a la locura sexual de otros años?
Para la experta en terapia de pareja Irma Duarte, la edad en que este tipo de crisis ocurre no puede medirse solo por lo cronológico, pues puede presentarse en el giro hacia los 40 años, o en el de los 50, y en general cuando la mujer, igual que puede sucederle al hombre, descubre que todavía tiene suficiente belleza y energía y capacidad para darle un vuelco a la vida, cuando descubre que lo que creía le daría felicidad no se la ha dado.
“Pero por cuestiones culturales la mujer ha sido formada para acallar estas ideas, y para ‘seguir con su familia’ para lo que pase, mientras que el hombre siente el permiso social de hacer un corte radical de vida pues será menos juzgado o su vida laboral se verá menos impactada. Todo esto hace parte de las estructuras muchas veces machistas de la sociedad y de la forma como el hombre vive los privilegios de serlo. Lo que estamos viendo cada vez más es que la mujer ya no se está conformando con cumplir la expectativa social, y empieza a tomar decisiones radicales sin que se inhiba por el qué dirán social. Las mujeres que en décadas o generaciones anteriores lo hacían eran muy pocas, y eran sometidas a juicios sociales terribles, que las llevaban al ostracismo, a adicciones y más”.
La psicóloga Clara Franco, por su parte, explica que el hecho de que la mujer tenga el “mandato social” de ser protectora de su familia y su matrimonio, no significa que el “demonio del mediodía no llegue”, así que recomienda entender que sí puede ocurrir.
Consejos
Salga de viaje:
No siempre estas crisis de la edad y de la realización personal y sexual tienen que terminar en divorcio. Depende de la inteligencia de la pareja convertir la crisis en una oportunidad para crecer. Una gran opción es hacer un viaje largo y a solas, sin amigos, sin familia, sin niños, un viaje a un destino nuevo que les permita reconectarse y divertirse.
Alternativas
Cambio de vida planeado:
Una pareja atenta y empática sabrá entender que la situación de cansancio y agotamiento natural del otro es normal. Podrían tomar decisiones urgentes con miras a preservar su vínculo, como hizo Claudia Rodríguez, “Nos mudamos de ciudad, él no era feliz donde estábamos pese al alto salario que recibíamos los dos, cambiamos ingresos por naturaleza y paz. Funcionó”