En los últimos años, ha aumentado el uso de drogas para dopar a las víctimas de delitos en varios países. Estas sustancias, también conocidas como “drogas de sumisión química”, son utilizadas por delincuentes para anular la voluntad de las personas y facilitar robos, secuestros, o abusos sexuales. El modus operandi consiste en administrar las drogas sin que la víctima lo note, ya sea mezclándolas en bebidas o alimentos, o aplicándolas de manera subrepticia en lugares públicos.
Entre las drogas más comunes que se emplean para dopar a las víctimas destacan las benzodiazepinas, la escopolamina y el GHB (ácido gamma-hidroxibutírico). Cada una de estas sustancias tiene efectos distintos, pero todas comparten una característica: disminuyen la capacidad de reacción y control de la persona.
Las benzodiazepinas, que se prescriben comúnmente como ansiolíticos o sedantes, son fáciles de conseguir en el mercado negro. El efecto de estas drogas provoca somnolencia, confusión y pérdida de memoria temporal, lo que facilita a los delincuentes cometer sus crímenes sin que las víctimas puedan recordar los eventos ocurridos.
Por su parte, la escopolamina, también conocida como “burundanga”, es una de las sustancias más temidas debido a la rapidez con la que actúa y sus efectos devastadores. Esta droga bloquea el funcionamiento del sistema nervioso, dejando a la persona en un estado de completa sumisión, sin voluntad propia. Los delincuentes la usan en ambientes como discotecas o bares, mezclándola en bebidas o aplicándola en forma de polvo.
El GHB, conocido como “éxtasis líquido”, es otra sustancia utilizada en crímenes de sumisión química. Esta droga se disuelve fácilmente en líquidos y tiene un efecto que oscila entre la euforia y la pérdida total de consciencia. En dosis más elevadas, provoca amnesia y deja a la persona vulnerable a agresiones.
¿Cómo actúan estas sustancias en el cuerpo?
El modo de acción de estas sustancias es rápido y eficiente, lo que hace difícil que la víctima se percate de lo que sucede antes de estar completamente bajo sus efectos. Las benzodiazepinas, por ejemplo, al ser ingeridas, pueden tardar entre 30 minutos y una hora en hacer efecto. Sin embargo, sus efectos suelen durar varias horas, durante las cuales la persona se vuelve extremadamente vulnerable.
La escopolamina es aún más peligrosa porque actúa en cuestión de minutos. Una vez que la persona ha inhalado o ingerido esta droga, experimenta desorientación, confusión, e incapacidad para tomar decisiones. Esto deja a la víctima a merced de los delincuentes, quienes pueden pedirle que entregue sus pertenencias o, en casos extremos, conducirla a su casa para robarla.
El GHB, al igual que las benzodiazepinas, afecta la memoria y la consciencia de la persona. En pequeñas dosis, produce euforia y desinhibición, pero en dosis más altas provoca pérdida de conocimiento, lo que ha llevado a que sea utilizado en numerosos casos de abuso sexual. Además, su eliminación rápida del cuerpo hace difícil su detección en análisis toxicológicos, lo que complica la persecución judicial de los responsables.
*Este artículo fue creado con ayuda de una inteligencia artificial que utiliza machine learning para producir texto similar al humano, y curado por un periodista especializado de El País.