Comer no solo es una necesidad, es un placer. Cada departamento de Colombia ofrece cientos de maravillas gastronómicas que son el centro de la identidad de cada habitante de la región. El Valle del Cauca ofrece cientos de variedades gastronómicas herencia del Pacífico y del interior. Los platos son tan exquisitos que van desde los típicos sancochos hasta las invenciones como el champús.
Cuando un visitante llega al Valle lo primero que quiere probar es la lulada, una bebida popular que tiene hielo, lulo, y crema de leche. Una bebida refrescante que mezcla en su correcta proporción lo refrescante y lo dulce de esta región del país. Una bebida sugerida para bajar la temperatura del cuerpo ante el embate del constante calor. Este manjar no se puede dejar de acompañar con las frituras, marranitas, empanadas y aborrajados, delicias que son perfectas para compartir con amigos y familia.
Además, está el cholao, un raspado con jarabe de sabores que, además, tiene todas las frutas, banano, piña, melocotón, guanábana, fresa, y sobre todo crema de leche. Una tarde de verano acompañado de esta bebida mientras pasa el río es una bendición que solo se puede vivir en el Valle. Y si de frutas se trata siempre es bueno probar el chontaduro acompañado de miel y sal.
También está el champús, una bebida típica que combina el maíz, pulpa de lulo, trozos de piña, canela y melado de panela, y aunque no lo parezca, estos ingredientes se combinan tan bien que son el encanto de propios y extranjeros. En cuestión de dulces el Valle es exquisito, están los cortados, el manjar blanco, la gelatina de pata y las cocadas. Es tan popular la venta de dulces en el Valle que Andalucía, un pueblo del departamento, es famoso por sus gelatinas.
Pero en materia de platos complejos, la gastronomía valluna no se queda atrás, está el fiambre, un plato servido en hojas de plátano que tiene huevo, arroz, chorizo, pollo, cerdo, papa, y arroz, toda una explosión de sabores que puede llegar a ser el almuerzo de una o más personas. Además, también están el sancocho y los fríjoles en fogón de leña cuyo sabor ahumado es capaz de deleitar cualquier paladar.