A veces los héroes tienen héroes detrás. Para Diego Maradona, considerado por muchos el mejor futbolista de todos los tiempos y el mayor héroe con la pelota en sus pies, alguna vez lo fue Edward González Saavedra, médico toxicólogo y epidemiólogo caleño que estuvo al frente de la recuperación para que el ‘10’ pudiera tener la despedida que se merecía: aclamado por su gente mientras bailaba al ritmo de sus mejores gambetas.
Antes de aquella tarde del 10 de noviembre de 2001, cuando Diego tatuó en la historia que “la pelota no se mancha”, Maradona afrontó un arduo proceso de la mano de González.
Fueron 13 meses de desintoxicación de las drogas más duras y de pérdida de peso corporal para que el ‘Pelusa’ pudiera volver a hacer lo que más amaba.
En uno de sus previos coqueteos con la muerte, en el año 2000, tras un grave episodio de abuso de cocaína que lo indujo a entrar en estado de coma en enero de ese año, Diego decidió viajar a Cuba para tratar su adicción.
“Todos pensaban que él se estaba recuperando en Cuba, pero no era así, él no estaba comprometido y seguía abusando de las drogas. En otro episodio muy grave, ya en la isla, es que yo empiezo a tratarlo”, señala González, presidente de la Asociación Colombiana de Médicos Biológicos (Acomeb).
Cuenta Edward que cuando conoció al ‘barrilete cósmico’, su situación era crítica. “Todos pensaban que él se iba a morir”, sentencia.
Para ese entonces, Diego pesaba 118,7 kilos y su situación cardiovascular era muy delicada, con una falla cardíaca de por medio.
Ese último episodio de gravedad se desató porque intentaba bajar de peso con técnicas inadecuadas que lo llevaron a cuidados intensivos, comenta el médico.
Su primera acción fue ayudarlo a salir de esa situación. “Desde ahí consigo que gane mucha confianza en mí y eso fue algo que jugó a nuestro favor”.
El siguiente paso fue dejarle claro a Diego, un ser muy llevado de su parecer, que de su entrega al proceso de recuperación dependía la efectividad del mismo.
El resultado: Maradona bajó 35 kilos en 13 meses, los necesarios para dominar la pelota como en sus mejores épocas en el San Paolo o en el Azteca.
“Bajó a 112 kilos y me decía que se sentía como si pesara 70. Fue impresionante porque lo vi casi sin poder moverse y pasé a ver el Maradona que nos deslumbró a todos”, recuerda emocionado.
Cuando González entra en la vida de Maradona se encuentra con un paciente con múltiples adicciones: cocaína, marihuana, sexo, comida y alcohol, las principales.
Una extraña mezcla de ron, Coca Cola, cinzano y vodka era su coctel preferido. Con el tiempo, se conformó con el ron blanco.
Declara González, alguna vez decano de medicina de la Universidad Libre y quien pudo estudiar en Alemania, que la efectividad de dicho proceso se debió a que estuvo amparado en medicina no farmacoquímica, no tóxica ni invasiva con el organismo del de Villa Fiorito.
Un organismo que el mismo médico define como privilegiado, al ser testigo de la capacidad de recuperación a pesar de tantos excesos.
“Los primeros meses del proceso fueron muy difíciles, porque él era un tipo muy complicado, acostumbrado a que la mayoría le llevaran sus caprichos y yo iba a recuperarlo, no a cumplirle sus deseos”, sentencia.
Con el paso del tiempo, cuenta González que pudo conocer la parte más humana del ‘10’. “Un hombre de un corazón muy grande y de extremos. O estaba muy alegre o muy nostálgico. Lleno de miedos y vulnerable como cualquier otro ser humano”.
En su memoria están aquellos momentos en los que el Diego lo invitaba a él, único que podía ingresar a la casa destinada para su recuperación, a ver videos de fútbol, y llevaban largas tertulias sobre el balón.
“Lo que más me impactaba es que me decía que él, que siempre quiso estar rodeado de gente, que vivió con sus padres y seis hermanos en una sola habitación, ahora solo quería que nadie lo mirara, quería estar solo”.
Es el precio de ser una leyenda en vida que supo poner el mundo a sus pies.
“Mientras estábamos en Cuba le llegó una invitación para un partido en Jamaica y me dijo ‘doctor, acompáñeme’. Fuimos en un avión privado y la verdad yo esperaba que fuera un viaje muy tranquilo, pues en Jamaica el fútbol no es popular. El resultado fue que el estadio se llenó solo para verlo a él”.
El hecho de ser el ‘salvador’ que le permitió a Maradona vestir por última vez en un campo de juego las camisetas de Argentina y de su amado Boca le dieron a González el derecho de ser invitado a ese partido, al que no pudo llegar por cuestiones laborales.
“Llegué un día después, pero viví toda la locura maradoniana en Buenos Aires y eso me terminó contagiando”.
Fueron 18 meses los que Diego se mantuvo alejado de las drogas. “Unos cinco o seis tras el partido, pero reincidió, por voluntad propia, en una visita a Cali para chequeos”.
Desde ahí, la relación de médico-paciente se hizo de idas y venidas, pues él le dejó claro a Maradona que no podía tratarlo si no hacía las cosas bien.
Meses después el Diego supo disculparse y fue Edward quien le recomendó al médico ‘Beto’ Ochoa como el ideal para que lo operara de su problema crónico de rodilla.
“Después se volvió a engordar y nos dijo que ya no quería algo tan largo. Ahí fue que llegó el bypass gástrico, en 2005, que escogió hacerse en Cartagena porque la playa y el mar eran sus ambientes preferidos”.
El deterioro del ‘Pelusa’
La última vez que Edward González atendió a Diego Maradona fue en Dubái, en 2014. Ese periodo es en el que el galeno considera que se afectó más la salud del ídolo del Nápoles italiano.
“Para mí, su decadencia tuvo que ver mucho con su parte personal. Tuvo muchos desarreglos en su parte afectiva, con sus relaciones amorosas. Cortar con su novia en 2011 le afectó mucho y por eso decidió irse a Emiratos Árabes: allá fue donde más se desordenó”.
Ires y venires con el consumo de drogas y el retorno de las malas costumbres alimenticias fueron arrancando esa imagen del Diego saludable y polémico que se vio en Suráfrica 2010 como seleccionador de Argentina.
“Desde ese entonces su parte emocional fue decayendo, empezamos a ver sus fallas de memoria y a la hora de hablar. Había envejecimiento prematuro y falta de coordinación. Eso, sumado a las complicaciones cerebrovasculares por el exagerado consumo de drogas”.
Pese a conocer de cerca la situación reciente de Maradona, González confiaba en que se recuperara como supo hacerlo tantas veces.
“Los últimos exámenes que conocí eran muy preocupantes, pero es que yo a él lo vi muy mal muchas veces, pensé que esta sería una más”.
Daño renal, problemas de circulación, diabetes, depresión y graves afectaciones cerebrovasculares fueron las patologías que sufría Diego al momento de su muerte, esa que truncó el deseo de Edward de muy pronto verlo de nuevo.