Cuando un corazón es extraído del cuerpo de un donante inmediatamente debe guardarse a 4 grados de temperatura en una nevera, no puede estar congelado porque perdería movilidad y el hielo produce cristales que cortan su estructura celular. De hecho, el corazón va flotando en un líquido de preservación, de este modo puede ser trasportado en custodia hasta la sala de cirugía donde está preparado el paciente receptor, quien llegó en horas previas, y en cuyo cuerpo será implantado el órgano.

Este proceso de traslado no puede tardar más de 5 horas, ya que este es el tiempo de isquemia del corazón, es decir, el lapso que puede resistir este órgano por fuera de un cuerpo. Por lo tanto, si el donante se encuentra en Bogotá o Cartagena, por ejemplo, y el receptor está en Cali, un equipo médico de la ciudad donde reside este último debe activar un operativo gigantesco para que en menos de 5 horas se rescate con éxito ese órgano.

La orquesta de salvación

“Todo funciona como una orquesta sinfónica”, así define el proceso Luis Armando Caicedo Rusca, médico jefe de la Unidad de Trasplante de Órganos y Tejidos de la Fundación Valle del Lili. Aunque, una orquesta sinfónica puede tener hasta 80 músicos ejecutando al tiempo una misma obra. En el caso de los trasplantes, debido a su complejidad, se necesita un alto nivel de sincronía para llevar a cabo solo uno de estos procedimientos en los que pueden llegar a participar hasta 150 especialistas.

Desde 1994, cuando se creó la Unidad de Trasplantes de Órganos y Tejidos, solo en una ocasión, en 2014, tuvieron la necesidad de traer un corazón en helicóptero desde Medellín.

El órgano que sería trasplantado a un niño en estado de urgencia cero, lo que quiere decir en situación de riesgo mortal, fue recibido en el helipuerto que está en el último piso de la torre 4 de este mismo centro médico.

En 2017 también sucedió que trayendo en un vuelo tipo chárter el hígado que salvaría a otro menor en urgencia cero, no hubo posibilidad de aterrizar en el aeropuerto Alfonso Bonilla Aragón y, gracias a la gestión oportuna de la Unidad de Trasplantes, la Fuerza Aérea Colombiana permitió aterrizar en la base aérea Marco Fidel Suarez de Cali, logrando cumplir el tiempo de isquemia, que para el hígado son entre 8 y 10 horas.

Estos son casos excepcionales y, aunque muchos otros traslados de órganos se hacen por tierra en ambulancias autorizadas, desde lugares más cercanos y en la misma ciudad, el proceso para lograrlo sigue siendo una proeza logística tan precisa que, cuando un paciente recibe la llamada de que existe la posibilidad de poder ser trasplantado, ya el proceso de donación lleva varias horas funcionando, y mientras la persona sale de su casa rumbo al hospital por un camino, por otro va el equipo de donación y trasplante llevando los órganos.

Por eso, cuando se escucha una sirena por las calles de la ciudad, es probable que lleven con urgencia no solo un corazón, sino un pulmón, un hígado, unos riñones, un páncreas o incluso un intestino. Sobre esto se ha cuantificado que de un donante totipotencial, quien puede donar tanto órganos como tejidos, se podrían beneficiar hasta 55 pacientes.

La donación y el rescate

Para que suene esta orquesta y ejecute su sinfonía de salvación, previamente debe superarse un preludio muy doloroso, que es ese momento cuando una persona fallece por muerte cerebral y es considerada un potencial donante.

Estos son los casos de personas que sufrieron una lesión del sistema nervioso central causada, la mayoría de veces, por traumatismos como accidentes de tránsito, heridas por arma de fuego y hemorragias cerebrales, entre otras causas. De modo que cuando acuden a un hospital o clínica son tratadas por un equipo médico que busca salvar su vida, salvo que en ocasiones desafortunadas el paciente no supera la lesión neurológica y evoluciona críticamente a un estado irreversible, como es la muerte cerebral.

En estos casos es valorado por especialistas en neurociencias, neurocirujanos y neurólogos clínicos, quienes, siguiendo los criterios clínicos, científicos y los establecidos por ley, concluyen que su diagnóstico es el de muerte cerebral; de inmediato, los médicos tratantes informan de manera humana y respetuosa la realidad del paciente.

En medio de esta difícil situación, el equipo médico que trata a estas personas debe comunicarse con la Red Nacional de Donación y Trasplante de Órganos y Tejidos, informando que existe un paciente que cumple con las condiciones establecidas por la ley para ser un posible donante. Acto seguido, desde esta misma red se contacta a los Coordinadores de Donación y Trasplantes que trabajan en las 6 regionales a nivel nacional; uno de ellos debe acudir al lugar donde se encuentra el potencial donante.

El acompañamiento

La tarea de un Coordinador de Donación y Trasplantes es, probablemente, la más complicada del proceso, y con tener buen tacto no es suficiente para la gran sensibilidad que exige este oficio: son los coordinadores quienes abordan a los familiares en su momento de duelo. En la regional 3 que comprende los departamentos del Valle del Cauca, Cauca, Nariño, Risaralda y Quindío, se cuenta con solo 7 coordinadores para cada IPS trasplantadora, 3 de ellos con dedicación exclusiva, 24 horas 7 días a la semana, en la Fundación Valle del Lili.
Como explica el doctor Jhon Bernardo Ortiz Micolta, uno de los coordinadores de la Fundación Valle del Lili, “nosotros hemos adoptado el principio fundamental que es la humanización de la donación y para lograrlo brindamos un acompañamiento a todas estas familias durante ese duelo y les ayudamos a comprender esta noticia. Este acompañamiento lo hacemos con respeto y con mucha dignidad”.

Este abordaje a una familia en duelo es una circunstancia tan frágil que solo personas con la mejor preparación pueden realizarlo, por ello los coordinadores de la Fundación Valle del Lili tienen un máster internacional en Donación de Órganos y Tejidos con la Organización Nacional de Trasplante en España y un diplomado, único en Colombia, en Coordinación Operativa en Donación de la Universidad ICESI; además de una formación humanizada en comunicación de situaciones críticas.

Asimismo, agrega el coordinador, “cuando hemos resuelto todas sus dudas acerca de la muerte cerebral, porque la gente maneja conceptos incorrectos sobre este estado, y a veces no comprenden que se trata de la muerte real de la persona, nosotros evaluamos las condiciones emocionales de la familia para no vulnerar y generar alguna situación negativa. Entonces de la mejor forma, en una entrevista privada, les planteamos la opción de donar órganos y tejidos”. Los resultados de este sistema de humanización son esperanzadores, puesto que solo en el Valle del Cauca de 44 casos en los que interviene un coordinador, en solo uno la familia se niega a donar.

La cultura de donación

Cabe aclarar que en Colombia, a pesar de que exista una ley como la 1805 de 2016, que estableció la donación obligatoria, este acompañamiento resulta fundamental para dejarle claro a los familiares que el proceso de donación y trasplante es completamente transparente y que, en términos de tratamiento del donante, siempre se mantendrá la integridad física de su cuerpo y será devuelto estéticamente visible para realizar el duelo y los ritos funerarios que la familia determine.

Estos esfuerzos por sensibilizar y educar frente a la donación y trasplante han logrado incrementar con lentitud la cultura positiva acerca del papel del donante. A ello se debe que 11.865 personas firmaron en el 2018 su voluntad para donar sus órganos, 67% más que en el 2017, según el Instituto Nacional de Salud. Sin embargo, persiste la negación y esto ocasiona que Colombia ocupe el puesto 20 en el ranking de naciones con más donantes; mientras España encabeza la lista con 48 donantes por cada millón de habitantes, y Argentina tiene 13,4. Colombia solo alcanza 8 donantes.

Al respecto, el doctor Ortiz Micolta resume la situación: “en Colombia hay donantes de órganos y tejidos todos los días, lo que no hay es cultura de la donación y, sin esto, cuando una familia dice no a la donación no solo es inevitable que su ser querido haya fallecido, sino que con esa negativa puede que otros seres queridos de otras familias también fallezcan esperando esa única oportunidad”.

De las más de 2500 personas que en toda Colombia están en lista de espera para un trasplante, se estima que solo en Cali hay 400 personas que ahora mismo aguardan la llamada milagrosa con la noticia de que encontraron un riñón para ellos, otros 15 o 20 esperan un hígado, 2 un intestino, 10 un páncreas, 7 un corazón y 3 pacientes esperan un pulmón.

El trasplante y renacimiento

Hace 12 años, cuando Eliana Moreno Ospina llegó a su casa en el barrio El Pondaje de Cali, ya era de noche y había pasado todo el día en una extenuante sesión de diálisis. Por esos días había perdido su teléfono celular y no la podían contactar directamente, por ello cuando una operadora de la Fundación Valle del Lili la llamó a su número no obtuvo respuesta. Afortunadamente tenían el número de sus padres, quienes recibieron la noticia: habían encontrado un riñón para su hija, por lo que debía acudir lo más pronto a la institución.

Cuando Eliana llegó a su casa esa noche ya llevaba cuatro meses de espera. Ella era una de las 2595 personas que en Colombia necesitan un trasplante de riñón, el órgano con más pacientes en lista de espera.
En ese momento tenía 23 años, ahora recuerda con felicidad: “me puse feliz, pero al tiempo triste por el donante que había fallecido, luego fui con mi hijo y lo abracé, estuve con él un rato mientras alistaba la maleta para salir a la Fundación Valle del Lili”.

Antes de que Eliana supiera la noticia de su trasplante, en el proceso de donación ya se habían cumplido importantes condiciones legales y científicas para que ella fuera la paciente beneficiada.
La primera condición legal era que ella estuviera inscrita en la lista nacional de espera para trasplantes. Esto se hizo desde la Unidad de Trasplantes cuando fue diagnosticada por una enfermedad renal y empezó un protocolo de trasplante en el que, mensualmente, le tomaron unos exámenes de sangre para que, llegado el momento, lograran establecer su nivel de compatibilidad genética con los donantes.

La segunda condición científica que tuvo que cumplirse, para que ese riñón fuera asignado a Eliana, consistió en que apenas una familia autoriza que su ser querido sea donante, inmediatamente le hacen unas pruebas para descartar enfermedades como hepatitis B y VIH, que impedirían cualquier trasplante. Cuando esta prueba da negativo, se le practica un examen de antígenos, que servirá para establecer su compatibilidad genética con las de los receptores en lista de espera. El paciente que tenga mayor compatibilidad con el donante y que corresponda con el peso, talla y edad, así como a un nivel de urgencia que no impida que otro en más grave estado sea benficiado, finalmente será el elegido de la lista.

Todo este proceso se hace en tiempos mínimos desde laboratorios inmunogenéticos como los que posee la Fundación Valle del Lili. Allí se comparan los antígenos del donante y los receptores con base en datos nacionales, con el objetivo de encontrar al paciente receptor correcto; siguiendo la compatibilidad de los genes no hay posibilidad de fraude, ya que la ciencia es precisa y transparente.

De modo que cuando se encontró un donante compatible con Eliana, cuatro meses después de estar en lista, llegó el momento de trasplantar el riñón, un órgano que tiene máximo 18 horas de isquemia. Por eso, cuando ella llegó a la Unidad de Trasplante de la Fundación Valle del Lili, comprobó que no era la única que iban a trasplantar ese día, allí conoció a otra paciente que recibiría el segundo riñón del mismo donante, y a otros pacientes que serían benficiados con pulmones, hígado, corazón y páncreas.

Para llevar con éxito una jornada de trasplantes, la Fundación Valle del Lili pone a disposición toda su infraestructura y personal; de hecho, se han llegado a utilizar 8 salas de cirugía, de las 12 que tiene la institución, en forma simultánea. En cada una de ellas, varios equipos de cirujanos toráxicos, abdominales, entre otros, acompañados de enfermeras y auxiliares de quirófano, son quienes al final de todo este viaje realizan en total concentración los trasplantes de órganos y tejidos, casi siempre extraídos de un mismo donante, pero implantados a diferentes pacientes.

Eliana estuvo dos meses hospitalizada mientras el nuevo riñón se adaptaba a su cuerpo, pero muchos pacientes tardan menos de una semana en asimilar su trasplante. No obstante, allí no acaba esta historia, luego de ser trasplantadas, estas personas mejoran su calidad de vida y empiezan una relación de por vida con la institución clínica que les dio esa oportunidad de renacer. Los pacientes continuarán un control mensual de su estado de salud y se hace seguimiento de cómo su cuerpo acepta la presencia del órgano; es por ello que también deberán medicarse siempre con inmunosupresores, los cuales permiten que el sistema inmune del organismo no rechace el nuevo órgano.

Este es solo un fragmento de la gran sinfonía de vida que interpreta la Fundación Valle del Lili a través de los más de 3000 trasplantes realizados en su historia, y cada día sigue sonando su melodía esperanzadora para muchos nuevos pacientes de todas las edades y condiciones sociales que ahora mismo están ingresando en lista de espera.

Finalmente, expresa con orgullo el doctor Luis Armando Caicedo, uno de los fundadores hace más de 20 años de la Unidad de Trasplantes de la Fundación Valle del Lili: “hemos ayudado a dar oportunidades de vida, porque gracias a esos donantes y la generosidad de sus familias, muchos de los niños que ayer necesitaban un órgano para salvar su vida, hoy son adultos profundamente agradecidos que logran vivir con normalidad”.

“Una donación ayuda a aquellas personas clínicamente enfermas,  a quienes la única oportunidad de vida que les queda es el poder ser trasplantados. Una familia en proceso de duelo puede llegar a asimilar mejor esta situación cuando deciden de forma altruista ayudar a salvar a otros pacientes”.
Jhon Bernardo Ortiz Micolta, Md.
Coordinador de Donación y Trasplantes de la Fundación Valle del Lili