I. NICOLLE Y SU VALIENTE MADRE
La niña se columpia, un segundo después salta y corre hasta el pasamanos, sube por una escalera y se prende de los barrotes, los pasa uno a uno hasta llegar al otro lado; finalmente se suelta en el aire y cae a tierra con seguridad.
Así es Nicolle, una niña sin miedos, entusiasta y llena de curiosidad por el mundo. A sus ocho años cursa tercero de primaria y dice que sus materias favoritas son artística y educación física, ya que en ellas puede colorear y jugar básquetbol. Pero aclara que de grande quiere ser veterinaria.
Nicolle está acompañada de Geraldine, su mamá, quien la observa jugar en un parque del barrio Decepaz, sector de Cali donde residen. Allí, Geraldine recuerda que cuando su hija tenía tres años necesitó de un trasplante de hígado para seguir con vida y que fue ella misma, en un acto maravilloso de amor maternal, la que donó parte de su propio hígado para salvar a la pequeña.
“La niña necesitaba un trasplante urgente, tenía muy poco tiempo de vida, y aunque se puso una alarma en la lista de espera nacional, no se encontró en ese momento un donante fallecido; entonces, los doctores me informaron que yo podía ser donante vivo; de inmediato dije que me hicieran los estudios y gracias a Dios fui compatible con mi hija”, expresa Geraldine.
Al respecto, el doctor Gabriel Sebastián Díaz Ramírez, hepatólogo de la Fundación Valle del Lili, explica que: “es posible vivir con un remanente del hígado (50 %), por tal razón, en vida una persona puede donar parte de este órgano para implantarse en un paciente que lo necesite (trasplante con donante vivo). Esta modalidad es utilizada sobre todo en los niños con enfermedades hepáticas”.
Quien ahora la vea jugar no creería que entre el 15 y el 29 de mayo de 2015, Nicolle pasó por los momentos más difíciles de su vida. La enfermedad que padeció destruyó su hígado y la niña cayó en un estado de delirio, incluso llegó al punto de no reconocer a su madre. En el estado de mayor gravedad quedó inconsciente y lo más terrible, para Geraldine, fue verla completamente inmóvil.
Cuando los exámenes comprobaron que Geraldine era compatible con Nicolle, los cirujanos abdominales de la Unidad de Trasplantes de la
Fundación Valle del Lili las llevaron a un quirófano, donde por más de cuatro horas una madre daba vida por segunda vez a su hija.
“Aunque sentí temor, sabía que mi mayor felicidad era permitir que mi hija tuviera un futuro y pudiera crecer completamente sana”.
Preocupada por los resultados, mientras su hija permanecía en la UCI (Unidad de Cuidados Intensivos), varios días después, el milagro era evidente, la pequeña Nicolle empezó a moverse.
“Asimiló muy bien el trasplante, yo lloré de la felicidad cuando ella se paró de la cuna y me buscó para abrazarme, y a los quince días ya estaba corriendo de nuevo como si nada hubiera ocurrido”.
Desde entonces, Nicolle solo ha tenido que consumir los medicamentos que necesita a diario, y de por vida, para mantener saludable y sin complicaciones. Esta es una tarea de cuidado permanente de la que se encarga con total disciplina Geraldine, quien tiene muy claro que en la responsabilidad con los medicamentos, en seguir buenos hábitos alimentarios y acudir puntualmente a los controles médicos mensuales, radica el éxito de un trasplante y el futuro de su hija.
De hecho, para la doctora Liliana Mesa, nefróloga de la Fundación Valle del Lili, “es vital tener completa adherencia a la toma de los medicamentos inmunosupresores, puesto que estos garantizan que el órgano no sea rechazado por el cuerpo. Por eso es importante que los medicamentos sean entregados a tiempo, pues lastimosamente su no consumo es la primera causa de pérdida de los trasplantes”.
Nicolle se dirige a la escuela de la mano de su madre, allí se está formando para cumplir todas sus metas, pero hay algo que ya la vida le enseñó y que nunca olvidará: que la donación es el máximo acto de amor.
“Donarle parte de mi hígado fue una prueba de amor hacia mi hija con la que logré salvarle la vida”.
Geraldine Hurtado, madre donante.
II. GLORIA Y SU HÍGADO LLAMADO RÓGER
Mientras está sentada sobre un muro, a un lado del sendero de la unidad residencial, todos los vecinos que pasan la saludan. “Gloria, ¿cómo estás?”, le dicen. Ella, con una sonrisa amplia, responde: “Ya mucho mejor, gracias a Dios”.
Aunque algunos pueden ignorar la difícil experiencia que vivió, para ella ese saludo resume la bendición que recibió hace un año cuando fue trasplantada de hígado en la Fundación Valle del Lili.
A sus 63 años, Gloria Orduz, docente licenciada de la Universidad del Valle, fue diagnosticada con una enfermedad que estaba acabando con su hígado. En su caso se trató de una hepatitis autoinmune que aparece cuando el sistema inmunológico del organismo ataca a su propio hígado. Puesto que no tiene cura y sus síntomas aparecen en un estado muy avanzado, el órgano debe ser trasplantado.
El hepatólogo de la Fundación Valle del Lili, doctor Gabriel Sebastián Díaz, argumenta que: “Son múltiples las condiciones que pueden llevar al requerimiento de un trasplante hepático. Enfermedades como la falla hepática aguda, hepatitis autoinmune e infecciones por virus de la hepatitis A y B, afecciones crónicas como la cirrosis hepática, especialmente cuando se desarrollan complicaciones como la encefalopatía, ascitis (acumulación de líquido en el abdomen), sangrado digestivo y cáncer de hígado”.
Desde ese momento, Gloria entró en la lista nacional de espera para trasplantes por donante fallecido, pues requería de un hígado completo para mejorar su condición. Al poco tiempo sufrió tres crisis seguidas que pusieron en riesgo su vida, de modo que se convirtió en prioridad dentro de esa lista.
“Los médicos me dijeron que si no era trasplantada en menos de tres meses, las probabilidades de morir eran muy altas. Y como yo no podía desear que alguien muriera para salvarme, decidí ponerme en las manos de Dios”, expresa Gloria.
Justamente el 9 de julio del 2018, antes almorzar, Gloria recibió la esperada llamada de una asistente de la Unidad de Trasplantes de la Fundación Valle del Lili, informándole que una familia había autorizado la donación de órganos y tejidos de un ser querido fallecido, y que el hígado de esta persona era compatible con ella.
Después de 11 horas de cirugía, 15 días de recuperación y una semana en aislamiento, Gloria por fin tuvo la oportunidad de reconocer en su interior a Róger.
¿Quién o qué es Rogér? Así lo explica Gloria: “Es esa persona a la que jamás conoceré, él y su familia me dieron una segunda oportunidad de vida, por eso desde lo más profundo de mi corazón, yo sentí la necesidad de bautizar a este órgano con el nombre de Róger. Así puedo identificarlo y agradecerle en mis oraciones por su generosidad, pidiendo que su familia reciba muchas bendiciones”.
Esa alegría por su trasplante la motivó a que un año después, entre globos decorativos y una canasta de frutas, celebrara el primer aniversario de su trasplante. Así consta en una publicación de Facebook, donde escribió: “Hoy me siento bendecida y llena de vida. Feliz hepatosario para Róger (mi hígado) y para mí”.
Gloria hizo parte de esos 56 pacientes , 29 de ellos niños, que recibieron un trasplante de hígado en la Fundación Valle del Lili durante el 2018. En cada uno de estos casos se demuestra el gran poder de la solidaridad de muchas familias que aceptaron donar vida, igualmente se evidencia que los trasplantes benefician a personas de todas las edades y condiciones sociales, quienes desde diferentes lugares de esta ciudad, de la región y del país, lograron continuar con su vida.
En la actualidad, Gloria lleva una excelente relación con Róger, al que considera como un nuevo miembro de su familia, ese que le dio una segunda oportunidad de vida para seguir disfrutando del amor de Diana, su única hija.
25 trasplantes de hígado se realizaron en la Fundación Valle del Lili durante el primer semestre del 2019.