En 2023 a los jóvenes de Buenaventura se les prometió la adecuación del Centro de Atención Integral para la Juventud (CAIJÚ) un espacio en el que los muchachos de la ciudad podrían ocupar su tiempo a través de actividades artísticas, lúdicas y deportivas.
El lugar era un terreno baldío que se donó a la administración, que en principio fue usado como refugio para las comunidades desplazadas, pero su destinación final eran los jóvenes. La obra se contrató, pero como es común en Colombia, presentó retrasos y fallas en la interventoría. La preocupación de los jóvenes era que Buenaventura tiene cerca de 64 estructuras que han iniciado y no se han terminado, una ciudad llena de elefantes blancos.
Cuando se supone se debía entregar aún había mucho trabajo por hacer, entre las adecuaciones pendientes estaba la construcción de las terrazas; superar la humedad en las paredes; la falta de acabados; la falta del enchape en los pasillos; la instalación de unidades sanitarias; la instalación de las tapas de desagüe, la recuperación de las canchas, los implementos de las cocinas, y la instalación del sistema eléctrico.
Para terminar la obra, la alcaldía firmó un contrato que llegó a estar parado dos meses. Dicha obra se encontraba en un 69% de ejecución, pero se temía que no pudiera ser entregada. Por eso, en el marco del programa Juntos por la Transparencia de Transparencia por Colombia, un grupo de jóvenes decidieron hacerle seguimiento a la obra para que se terminara con éxito.
Maury Vanegas, miembro de la Asociación Jóvenes Emprendedores de Paz, aseguró que “el objetivo era que el Caijú no quedara como un elefante blanco. El proyecto venía desde hace mucho tiempo, pero no se había entregado, porque se usaba para las comunidades desplazadas o indígenas en el marco del conflicto armado que se vive aquí, pero cuando ellos volvieron a su territorio esto quedó inhabitable”, cuenta.
Así mismo, sostuvo que “nosotros como comunidad, y de forma articulada, comenzamos a exigir acceso a la información y gracias a eso logramos que nos escucharan, que conocieran las actas y además nos acompañaran como instituciones para empujar la construcción de la obra. Nosotros inclusive el año pasado logramos comenzar a hablar de la oficina de transparencia de Buenaventura, y eso es importante para hacer control social sobre los dineros que se gastan y las obras que se hacen en el distrito”.
Por otro lado, Weimar Ordoñez, del colectivo Soy Joven Buenaventura, indicó que “el proyecto tuvo tres interventores y terminaron con retraso y pocos avances. La administración de Víctor Vidal, terminó contratando y gracias al impulso de estas organizaciones se terminó haciendo, aunque aún persisten algunos problemas”.
“Al espacio le hacen falta muchas cosas que se prometieron en el contrato, pero afortunadamente ya está terminado. El alcalde anterior hizo la entrega, pero el nuevo alcalde no, no se han definido las reglas de juego para ponerlo a disposición de la juventud, además de que a veces dudamos que se nos entregue ese espacio”, dijo.
El líder asegura que al ser un espacio para la juventud es necesario que las organizaciones se vuelvan a unir para que la población pueda usar ese espacio que no se les está prestando.
Hoy por hoy la obra está construida y la promesa fue cumplida gracias a la conjunción del control social de la sociedad civil y el seguimiento de las instituciones. Si bien aún falta mucho, Buenaventura se quedó con una obra y no con otro elefante blanco.