José llora mientras mira los destrozos de la cristalería de la Calle 1a, en Pueblo Nuevo. Una mujer barre el andén recogiendo los trozos de vidrios esparcidos en el suelo. Nela, la dueña de variedades Angelita, en La 14, se sienta en un muro frente a su almacén y dice que se llevaron todo: las carteras, las camisas…. Solo le dejaron dos fajas. A la dueña de una peluquería también la dejaron sin nada.

Buenaventura amaneció triste. Monseñor Héctor Epalza, obispo de la ciudad, hablaba en la emisora local pidiendo calma. “Estamos viviendo en la ciudad un momento muy difícil. Debemos mantener la calma. Los invito, como su hermano mayor, a no dejarse provocar. Así les arrojen gases, no lancen piedras. Nada de violencia, la violencia trae más violencia”, insistía en la radio.

El panorama de esta ciudad, luego de que grupos enardecidos saquearan los tres grandes supermercados: La 14, el Éxito y Olímpica, aparte de locales del centro, dos estaciones de gasolina y un concesionario de motos, era de una ciudad en guerra.

Lea aquí: 'Caos en Buenaventura: disparos, saqueos, enfrentamientos y toque de queda'.

Y no era la misma guerra que han sufrido los porteños por décadas: carros bomba, masacres, desapariciones, incursiones paramilitares. “Anoche era como si el diablo estuviera aquí. La gente parecía loca. Desde mi ventana se veía como salían con TV plasma y neveras”, decía una mujer parada frente al Éxito.

Su amiga le contaba que adentro del barrio El Cambio vivieron una noche de terror. Hombres en moto pasaban haciendo tiros.

¿Cómo empezó todo?

El martes 16 de mayo, 89 agrupaciones sociales iniciaron un paro cívico para pedir que el Gobierno decretara la emergencia social, económica y ecológica para la ciudad. Buenaventura con Dignidad, pedían. El padre Jhon Reina, uno de los miembros del Comité del Paro Cívico, pedía que el Gobierno realizara cambios estructurales que acabaran con los problemas estructurales. Buenaventura no tiene agua sino por algunas horas y algunos días de la semana. Tampoco hospital.

Iniciaron unos diálogos con el Gobierno, pero el viernes, tras cuatro días de paro, la mesa se paró. Unidades de la Policía desfilaron por la ciudad. Miembros del Esmad llegaron con sus vestidos negros a levantar los puntos de concentración. Todo empezó en La Delfina, sosbre la vía a Buga. Luego, la entrada al Bajo Calima y finalmente en el puente de El Piñal.

Empezó la guerra, jóvenes con piedras enfrentaron a los policías. Y de esquina en esquina, por los celulares, por las redes sociales sociales empezaron los rumores: Que hay cuatro niños muertos por los gases. Que es uno. Que el padre Reina está retenido por el Esmad.

Noche de de furia

Al caer la noche, ya no eran piedras. De Juan XXIII, cuenta uno de los vecinos, salieron con changones a esperar al Esmad. En La Independencia salieron con machetes.

La turba llegó a los almacenes armados con palos y porras forzaron las entradas. En el Éxito dañaron y se llevaron el dinero de dos cajeros. En la 14 no dejaron nada.

“Usted los veía con carros como si estuvieran mercando. Yo vi primero a un pelado con una bicicleta en un brazo y en la otra con un plasma, no sé cómo hacía. Jesús, viera eso, otros sacaron neveras. Unos de mi barrio llevaron comida, otros sacaron los electrodomésticos y el trago”, contaba un hombre parado en una esquina del centro.

A su lado un profesor decía que la casa del alcalde , en la Playita, la habían saqueado. Es que la gente estaba brava porque él no nos ha apoyado. “Salir con eso del rebusque les molestó”, cuenta.

Ayer se hablaba de la muerte del hijo de un profesor, “le dieron un tiro, pero no se sabe nada más”, gritaba un joven cerca al Piñal. Hacia las 10:00 a.m. volvieron a cerrar esta vía. Jóvenes de Punta del Este salieron a la vía principal con palos de madera, llantas y gasolina.

A los 40 minutos llegó el Esmad. Carrotanques con uniformados descendieron lanzando gases. Una mujer gritaba al paso del convoy: Por qué son así con la comunidad, qué les pasa. Estábamos por las buenas”, insistía.

Los carros pudieron transitar, pero al mediodía de ayer los jóvenes volvieron. Una vez más, las piedras, la llantas quemadas. Y en cada esquina un soldado. En el puente El Piñal decenas de policías. Buenaventura parecía en otra guerra.